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José Martínez Cruz

En la hora del adiós al compañero Erasmo Santamaría de la Banda de Tlayacapan, recordamos toda su vida de lucha en defensa de los derechos humanos y la promoción de la cultura de los pueblos indígenas. Apenas unos días después también lamentamos la pérdida física del compañero Alejandro Marure, conocido como Don Chato, integrante del Consejo promotor de la Iniciativa legislativa para crear el Municipio Indígena de Alpuyeca. Y ahora la noticia de la partida de América Menéndez, poeta y corridista con quien compartimos muchas historias de lucha. La vida que se va y nos deja enseñanzas y lecciones de compromiso y dedicación por transformar la realidad.

Abrevando en nuestras raíces y con la firme convicción de que la lucha sigue hasta lograr que los sueños y aspiraciones de quienes nos preceden en el camino sigan siendo como un faro de luz para continuar su ejemplo que mantuvieron hasta el último aliento. Ya forman parte de nuestra historia, asumiendo los retos por venir.

Las aportaciones que los pueblos originarios realizan para la preservación del cuidado de la tierra y del territorio, son cada vez más valoradas, ante la acelerada destrucción del medio ambiente y el desarrollo industrial de las fuerzas productivas que destruyen todo lo que está a su alcance.

Hemos tenido la oportunidad de participar directamente en múltiples procesos de organización y luchas de los pueblos indígenas de Morelos, sobre todo desde la perspectiva de la defensa integral de los derechos colectivos. Por ello, la experiencia y el aprendizaje que vamos obteniendo de compartir ideas y pensamientos, en medio de la práctica organizativa, nos ha nutrido y fortalecido para enfrentar y superar políticas represivas y violentas ejercidas por el Estado, por empresas y por grupos caciquiles, que tratan de imponer sus decisiones por encima de la voluntad de los pueblos indígenas para su beneficio propio.

La autonomía y la libre determinación de los pueblos indígenas para que se respete la pluriculturalidad y el derecho colectivo a la tierra y el territorio, es lo que ha estado en el centro del debate nacional desde hace décadas, pero sobre todo a partir de los 500 años de la conquista y el alzamiento zapatista de 1994, con su corolario de los Acuerdos de San Andrés, producto de la suma de fuerzas de los 62 pueblos indígenas de nuestro país y el respaldo activo de millones de personas de todo el pueblo que literalmente se volcó a las calles, plazas y lugares públicos para aportar ideas-fuerza, experiencia y práctica para exigir que no haya más discriminación, explotación, miseria, hambre, enfermedades, en una palabra construida colectivamente: Nunca más un México sin nosotros los pueblos indígenas!

Los pueblos originarios tienen voz y rostro. Sin embargo, parecieran invisibles ante los dueños del poder y del dinero. A pesar de todo, resisten y luchan, sobreviven en medio de la pobreza, la miseria, la marginación, el olvido. Los lugares donde se preserva en mejores condiciones la naturaleza se deben al trabajo arduo y rudo que llevan a cabo los habitantes de pueblos indígenas, quienes conviven con plantas y animales en las selvas, montes, cañadas y sierras de la extensa geografía del dolor en México. No es el paraíso idealizado por quienes lo quieren vender en paquetes de gran turismo, sino en muchas ocasiones es un verdadero calvario para producir los alimentos y evitar incendios y catástrofes naturales que provocan muerte y sufrimiento.

Durante el adiós a Erasmo en Tlayacapan y en Alpuyeca despidiendo a Don Chato, recordamos que en Morelos, la iniciativa de Ley Indígena fue elaborada por los pueblos en encuentros realizados en 1996 en Tetelcingo, Hueyapan, Cuentepec, Xoxocotla, Santa Catarina y una comisión de Diputados de la legislatura local la recibió en sesión, pero no la aprobó, sino años después, sin incluir verdaderamente el respeto a la autonomía y libre determinación, sin embargo, se establecieron los criterios legales para la creación de municipios indígenas.

De los cuatro municipios indígenas reconocidos por esa ley, sigue el litigio que impide que Tetelcingo sea validado, a pesar de ser uno de los pueblos con mayor tradición y cultura indígena, Xoxocotla ha sido atacado y dividido desde fuera y dentro para no consolidar sus órganos de decisión, Hueyapan ha sido confrontado por decisiones externas desde el poder. A la vez, Alpuyeca vive un proceso de lucha por el establecimiento del municipio indígena, fincando sólidamente su organización comunitaria, rescatando sus raíces históricas y documentando antropológicamente su identidad.

La lucha indígena también tiene rostro de mujer y hoy eleva su voz para que nunca más haya un México sin el reconocimiento de los derechos indígenas. Por ello, no olvidamos a quienes nos precedieron en el camino y seguiremos su lucha hasta lograr que sus sueños de justicia y dignidad se hagan realidad.

 

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