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Francisco Moreno

Después de las recientes elecciones en Coahuila y el Estado de México, la carrera para designar a los candidatos que buscarán la presidencia de la República y las gubernaturas en los estados de Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Tabasco, Puebla, Veracruz, Yucatán y Ciudad de México ha iniciado. En fechas próximas renunciarán a sus cargos actuales algunos de quienes buscan ser los elegidos, o se harán más visibles quienes pretenden ser los ungidos por los partidos y las alianzas. La batalla por el poder político dejará al frente de las instituciones a encargados de despacho, quienes con seguridad solo seguirán instrucciones o darán continuidad a los programas que están en marcha. Los menos tratarán de no caer en subejercicios y gastarán los recursos que tienen asignados, del modo que mejor les parezca.

Frente a este escenario, que comprime el ejercicio de la administración pública a menos de seis años, pues entre el diseño de planes y programas, su aplicación y seguimiento, la elaboración de informes, estadísticas y reportes sobre la práctica de las políticas específicas de cada sector, se reducen a cuatro años, o menos.

Idealmente, las campañas electorales son plataformas políticas en las que los candidatos exponen sus ideas puntuales, así como las soluciones a los grandes dilemas nacionales o estatales, y aunque algunos intentan presentar bosquejos de programas o planes, lo cierto es que actualmente son especímenes en extinción aquellos que diseñan campañas bien sustentadas, basadas en diagnósticos y datos duros. En los hechos, esa etapa se convierte en cuadriláteros en los que los golpes bajos, las descalificaciones y las acusaciones son las principales herramientas. Las campañas no son otra cosa que batallas campales de unos contra otros, en las que las propuestas de solución, reales y viables, a los muchos problemas que aquejan al país, no existen, y lo que se expone es un cúmulo de promesas y retórica.

En el caso específico del estado de Morelos, ya suena entre corrillos y aparecen algunas señales que nos revelan que el gobernador buscará alguna representación legislativa federal o algún hueso político. Seguramente en breve lo sabremos. Asimismo, y a pesar de que aún no inicia oficialmente esta etapa, quienes buscan ser los elegidos por los partidos políticos para contender por la gubernatura, ya hacen campañas discrecionales, reuniones comunitarias y privadas, y organizan recorridos municipales; también comienza ya a circular propaganda pública, como mantas, espectaculares, pintas de muros y las imágenes de los aspirantes recorren el estado en autobuses y otros medios.

Pero, más allá de lograr la tan anhelada silla gubernamental, me pregunto si quienes hoy buscan ser candidatos tienen propuestas innovadoras, realistas y viables; ¿se habrán dado a la tarea de elaborar diagnósticos, evaluaciones y demás estudios para sustentar sus iniciativas? No lo sé.

La labor que esta administración morelense ha ejecutado en materia cultural ha tenido como sello los tropiezos y desaciertos, las alternancias y los despidos, entre otros desaguisados y prácticas en lo que idealmente llamaríamos “política cultural”. Porque una es la visión que la Secretaría de Cultura y Turismo presenta en los “Informes de labores y actividades”, y otra es la realidad e impacto que dichas labores y actividades han tenido en la vida cotidiana de los habitantes de Morelos.

Para diseñar y construir una verdadera política pública para el sector cultural se requiere mucho más que buenas intenciones; hace falta contar con estudios sobre consumo cultural, diagnósticos, encuestas, información cualitativa y cuantitativa, estudios de mercado y otros tantos análisis y documentos que ofrezcan coordenadas y sirvan como guía para crearla. En materia cultural, para el estado de Morelos, hay sobre la mesa una larga lista de pendientes, y aunque algunos de plano han sido arrojados al archivo muerto o a la trituradora, muchos no dejan de ser asuntos relevantes y urgentes que tendrían que retomarse. La lista es grande, pero por ahora sólo me pregunto si el diseño y construcción de una política cultural es prioridad para los próximos candidatos. Yo lo dudo, pero cedo el derecho a responder a quienes contendrán por la gubernatura del estado. Estemos atentos.

Ilustración: Izak Peón

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