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Somos constructores de nuestra propia historia

• “México vive un proceso de descomposición que se manifiesta en la corrupción, la impunidad y en la tremenda violencia que estamos viviendo”.

• “La Iglesia Católica siempre ha denunciado la violencia, la corrupción y el mal gobierno”. La gente está cansada y desilusionada de sus gobernantes, dice.

• Las Mesas de Paz no pueden funcionar bien si no abordan la corrupción y la violencia. “No puede haber paz si no hay verdad ni justicia”.

• “No tengo candidato yo lo único que quisiera es que hubiera gente que ame de verdad y sea de Morelos, sobre todo que se preocupe por el estado pues solo lo han saqueado”.

Enrique Balp y Germán Muñoz

Hay varias cosas que indignan personalmente al Obispo de Cuernavaca: la injusticia, la violencia, la impunidad y la ingratitud. Vicios, todos, campantes en la vida cotidiana de Morelos y de México.

Monseñor Ramón Castro Castro ha tenido la oportunidad de experimentar todo eso, y más, en su ya larga trayectoria desde diácono en la Parroquia de San José Obrero en la diócesis de Tijuana, hasta su actual obispado en Cuernavaca.Después de pasar por años de servicio, como él llama a los encargos diplomáticos y burocráticos de la Iglesia Católica, en donde igual figuran cargos diplomáticos del Vaticano que como Ecónomo de la Conferencia Episcopal Mexicana, y su cargo actual como Secretario General, uno de los más altos puestos en la organización de la Iglesia en nuestro país.

Es difícil imaginar a monseñor huyendo de las balas y corriendo por su vida para allegarse un poco de agua, como le sucedió cuando se desempeñaba como nuncio apostólico en Malawi y en Angola, país que llevaba 30 años de guerra civil cuando él ocupó la nunciatura. También le tocó estar en primera fila durante el tenso periodo de restauración de relaciones diplomáticas, después de 400 años de estar suspendidas, entre la Santa Sede y Ucrania, que hoy se debate en una guerra producto de una invasión.

También estaba en Venezuela al final del régimen de Rafael Caldera y, como encargado de negocios del Vaticano en ese país, recibió en varias ocasiones a Hugo Chávez.

A veces, la vida de los Obispos no es como uno se la imagina.

El Obispo de Cuernavaca fue ordenado diácono y sacerdote por quien fuera el Obispo de Tijuana, después Obispo de Cuernavaca, Arzobispo de Guadalajara y después Cardenal, que era el grado que ostentaba cuando lo asesinaron en 1993: Juan Jesús Posadas Ocampo.

Así es que, de violencia e impunidad, monseñor ha tenido muestras de primera mano y sabe reconocer las injusticias a golpe de vista; por eso es tan contundente su conclusión: “en México estamos viviendo un momento tremendo de descomposición […] que se manifiesta en la corrupción, en la impunidad, en esta violencia tremenda que estamos viviendo”.

Y esta realidad no se va a revertir si en el gobierno no se acepta la verdad, como ocurre en las Mesas de Paz, en donde se ha hecho tabú hablar de corrupción y de violencia, pues “no puede haber paz, sin verdad ni justicia”.

Monseñor explica que es en este horizonte de descomposición y desintegración de valores que la Iglesia Católica ha decidido hacerse presente de manera pacífica -mediante misas, repiques de campanas, caminatas y diálogos ecuménicos- porque alguien tiene que hacerse presente y levantar la voz en la forma de que disponga, pero siempre de manera voluntaria pues, dice, la Iglesia Católica, a diferencia de otros credos, no obliga a nadie a acompañarla en sus opiniones.

En la Catedral de Cuernavaca, rodeado de miles de libros que conforman la Biblioteca nueva, un verdadero tesoro público, monseñor Ramón Castro Castro recibe al director de La Jornada Morelos para platicar de su historia, de la realidad de nuestro estado y de las expectativas al futuro.

De Tijuana al mundo; ahora en lugar de Posadas Ocampo

Nacido en Jalisco, la familia de Ramón Castro y Castro emigró a Tijuana cuando él tenía tres años, pero Ramón no los acompañaría cuando se reubicaron definitivamente del otro lado de la frontera, pues él ya estaba en el Seminario de Tijuana, al que ingresó desde los 18 años.

“En el Seminario estudié filosofía y la teología y, con la gracia de Dios, fui ordenado Diácono y Sacerdote por don Juan Jesús Posadas Ocampo, quien fue el octavo Obispo de Cuernavaca. ¡Quién iba a decir que yo iba a ser su sucesor aquí en Cuernavaca!”

Después se nombró como Obispo de Tijuana a Emilio Berliequien lo envió a estudiar a España y, tiempo después, terminaría en Roma en la Pontificia Academia Eclesiástica en donde estudió por cuatro años y obtuvo su segunda licenciatura, ahora en derecho canónico, y un doctorado en teología espiritual e idiomas, que es lo que tienen que conocer quienes forman parte del servicio diplomático del Vaticano.

El Vaticano incorporó al cura mexicano a su servicio diplomático y lo enviaron a la nunciatura apostólica a Zambia que incluía la nunciatura de Malawi, en donde permaneció tres años y le tocó la persecución a los obispos que ordenó el dictador Hastings Kamuzu Banda; después fue designado a Angola, en donde las cosas tampoco pintaban bien pues entonces aquella nación llevaba ya 30 años de guerra civil.

“En Angola, la guerra civil era verdaderamente desgarradora y tremenda, no teníamos agua, electricidad y yo personalmente tenía que arriesgar la vida para ir al río a recoger agua, porque era la única forma de conseguir un poco. El único medio de comunicación era el fax, y todas las embajadas se ayudaban entre ellas para mantener contacto con el exterior”.

De Angola lo enviaron a Ucrania que volvía a tener relaciones con la Santa Sede después de 400 años; después de tres años, fue transferido a Venezuela y ahí permaneciótres años y medio, en los que pudo ver el término del régimen de Rafael Caldera, y le tocó recibir a Hugo Chávez cuando fungía como encargado de negocios de la Santa Sede.

Nadie muere en la víspera

A pesar de esas experiencias, “nunca ha tenido miedo pues, como dice el dicho, nadie muere en la víspera, a pesar de haber experimentado en carne propia situaciones muy difíciles, quizá porque era joven tenía el ánimo y la valentía,pero miedo no tuve jamás”.

“Cuando la vida está en peligro y sientes que en cualquier momento te puedes ir, una de las cosas que aprendí es que hay asuntos esenciales en la vida y otros que son secundarios y, a veces, el ser humano vive de los secundarios y se olvida de lo esencial; el tipo de vida que he tenido y el servicio que he prestado me ha fortalecido en apreciar aquello que es lo más importante y lo más esencial, y eso me ha ayudado. He tratado de ponerlo en práctica en mi servicio como Obispo y también en mi servicio como lo que soy, un pastor, para ayudar y animar al pueblo, a la grey, a que viva lo más intensamente y sobre todo que no pierda la oportunidad de vivir las cosas tan bellas y esenciales que Dios nos da cada día y que se pueden perder, se pueden ensombrecer con lo que es secundario”.

De regreso a la patria

Después de Venezuela, Ramón Castro Castro fue enviado a Paraguay -lapso en el que suplió al nuncio de Lima- y fue llamado por la Secretaría de Estado del Vaticano, en donde se encargó durante tres años de El Óbolo de San Pedro, ni más ni menos que de las limosnas que recibe el Vaticano de toda la Iglesia Católica y que se dedican a las obras de caridad en favor de los más necesitados de todo el mundo.

Después, en 2004, el Papa Juan Pablo Segundo lo nombró Obispo Auxiliar de Yucatán. Dos años después fue nombrado Obispo de Campeche y, en 2013, Obispo de Cuernavaca.

Además de Obispo, en la actualidad también es el secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano; asimismo, fue nombrado para coordinar todas las visitas “a digna” de los obispos de México, cargo que desempeñará hasta el mes de julio y espera dejar el secretariado en año y medio.

En el Episcopado, antes de Secretario General -cargo que se obtiene por voto del resto de los Obispos- fungió seis años como Ecónomo General, algo así como el Secretario de Hacienda del Episcopado.

“El trabajo como Ecónomo fue bastante fuerte y bastante dedicado, sobre todo en medio de la pandemia y sin embargo dejamos números positivos, y después de los seis años, nadie esperaba que me eligieran Secretario General porque generalmente el puesto demanda estar a tiempo completo, pero Dios quiso que fuera así y ahí estamos tratando de hacer el servicio”.

Pero, aunque tiene derecho, les ha advertido a todos que él no quiere la reelección pues su meta en los años que le quedan como Obispo – “todos tenemos que renunciar a los 75 años, está en el Derecho Canónico, es la norma de la Iglesia”- quiere dedicárselos completamente a la arquidiócesis de Cuernavaca.

México, en descomposición

A monseñor le quedan ocho años como Obispo, nos explica que en el preciso día de su cumpleaños la carta de su renuncia ya debe estar en la Nunciatura para ser enviada al Vaticano. Aun así, le tocará vivir como jerarca activo de la Iglesia mayoritaria de México todo el próximo sexenio.

Y tras diez años en Cuernavaca -y después de sus años como Obispo en Campeche, que le han servido de contraste pues ese estado es uno de los más pacíficos del país- el Obispoasegura que México, como nación, se está descomponiendo.

“En México estamos viviendo un momento tremendo de descomposición. Una descomposición que es lenta pero muy fuerte. Que en algunos momentos explota y esa descomposición se pone en evidencia en la educación, por ejemplo: es triste ver la realidad tan pésima que vive la educación en México, pudiera decir tantas razones… y también la situación democrática, esa realidad democrática del país que  refleja a un país desilusionado, y la elección en el Estado de México es una prueba: el 50 por ciento de la población no quiso ir a votar, ese es un abstencionismo que debería preocuparnos y poner en evidencia que la gente está cansada y desilusionada totalmente de sus gobernantes, creo que es algo que nos debería hacer pensar”. 

Abrazos, no balazos no ha funcionado

La descomposición de la sociedad mexicana “se manifiesta en la corrupción, en la impunidad, en esta violencia tremenda que estamos viviendo, yo creo que debe tocar nuestros corazones y nuestras conciencias, porque nos hemos acostumbrado a la violencia, nos hemos acostumbrado a que México esté salpicando sangre. Cada vez que escuchamos que hay un promedio de cien muertos diarios por la violencia, o que el narcotráfico se adueña de territorios, o que el narcotráfico hace lo que le viene en gana, yo creo que eso, desgraciadamente, pone en evidencia esta realidad que estamos viviendo”

“Nosotros hemos intentado establecer un diálogo con el gobierno federal y lo hemos invitado de todo corazón dé un cambio de estrategia, porque abrazos no balazos, bajo nuestro punto de vista y experiencia pastoral -tenemos contacto diario, hasta en los últimos pueblos- no ha funcionado”.

Lamenta que no hayan tenido eco los llamados de la Iglesia Católica para tratar de unir fuerzas con el gobierno pues, en el estado, nunca lo ha escuchado y, en la administración federal “el señor Presidente solo quiere como interlocutor al Papa, y a los Obispos de México nos dijo apergollados de la oligarquía, y eso es algo muy fuerte”.

En Morelos hay necesidad de que las voces se alcen

“Aquí tampoco hay diálogo, tampoco aquí nos hemos reunido, tampoco aquí ha habido eco y las cosas siguen cada día peor. Bajo el punto de vista de la violencia, bajo el punto de vista de la corrupción y bajo el punto de vista también de la impunidad”, dice el Obispo.

“Si analizamos los poderes, sea Ejecutivo, Legislativo o Judicial, encontramos desgraciadamente tantos puntos que habría que analizar, ver y discutir, para mejorar y sanar, sanar sobre todo, pero, tampoco hay mucho eco desgraciadamente, de ahí que haya necesidad de una voz que se alce o de varias voces que se alcen y que digan los invitamos, los animamos, los exhortamos, con una buena intención, para que las cosas mejoren. Pero no ha habido la oportunidad”.

A pesar de esto, el Obispo considera que las Mesas de Paz son positivas, con sus reservas. 

“Estoy feliz con que el gobierno haya incentivado la creación de las Mesas de Paz, son cinco estados en todo el país en donde se están realizando y entre ellos está Morelos, pero algo está haciendo falta. No podemos quedarnos en la teoría, no podemos hacer un análisis teórico de lo que es y de lo que debería ser, se debe pasar a una dimensión práctica, pero en estas Mesas de Paz hay una dirección: no se debe hablar de violencia y no se debe hablar de corrupción; entonces ¿cómo vamos a hablar de paz si tenemos ya una directiva que quiere tergiversar la verdad? Y no puede haber paz si no hay verdad ni justicia. Entonces hay algo que está impidiendo… y eso es lo que deberíamos analizar e impulsar pero recordando siempre que la paz se construye en la verdad y en la justicia, pero, a veces, la verdad duele y no quiere ser aceptada, entonces, no se puede construir la paz”.

“Hay que recordar que todos somos artesanos de paz, y los artesanos trabajan todos los días, poco a poco, construyendo”.

La inseguridad que se vive en el estado es parte de un proceso de descomposición social en la que se incluye que la gente ni siquiera piense en denunciar las vejaciones de que es objeto, “el 95 por ciento de los crímenes no se denuncia, es la famosa cifra negra. ¿Qué se les puede decir? que no pierdan la esperanza porque después de perder la esperanza, viene la amargura y la tristeza de la vida y sabemos que el Señor Jesús es el que nos da esa medicina para la vida, y que recurramos a Él, que es camino, verdad y vida y que no olvidemos también -esta es una invitación para un mayor compromiso que les digo siempre a los jovencitos que confirmo- somos constructores de nuestra propia historia”.

Sin embargo, esto no es nuevo, ni data de hace pocos años, monseñor Castro reconoce que cuando llegó a la diócesis de Cuernavaca, Morelos ya estaba mal, como el resto del país, en donde ya imperaba, como ahora, la inseguridad y el crimen. Y la Iglesia Católica, subraya el Obispo, “siempre se ha manifestado públicamente contra la violencia, contra la corrupción, contra el mal gobierno y eso está evidenciado en 138 documentos que ha publicado el Episcopado en diferentes momentos, de 1968 a la fecha”.

La gota que derramó el vaso

Aun así, hubo un punto de quiebre: el 20 de junio 2022, en la iglesia de Cerocahui, en el municipio de Urique, Chihuahua, cuando fueron asesinados los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar al intentar proteger a una persona que murió junto a ellos en un caso que aún no se ha esclarecido.

“Concretamente, después del asesinato de los jesuitas, nos preguntamos como Iglesia qué es lo que podíamos hacer y nos unimos los superiores generales, masculinos y femeninos de todo México, la Provincia de los Jesuitas y la Conferencia Episcopal Mexicana; y en julio del año pasado hicimos un llamado por la oración que tuvo un éxito espiritual que no esperábamos y, a partir de ahí, cada mes, tocamos una herida de México para orar, para pedir a Dios que nos ayude”.

Explica que, dentro de esta reacción que tuvo la Iglesia Católica Mexicana, lastimada directamente por la violencia impune, se buscó a la propia ciudadanía para que expresara sus sentimientos y propuestas y así nacieron los Conversatorios y los Foros por la Paz que se organizaron a nivel nacional y cuyas conclusiones se presentarán en elEncuentro Nacional por la Paz que se va a realizar del 21 al 23 de septiembre en Puebla, “ahí vamos a hacer que se aterrice el fruto de los Conversatorios y de los Foros, tenemos mucha esperanza porque lo que vamos a proponer ahí, va a ir a la misma Iglesia, pero también van a ir muchas propuestas muy concretas al gobierno, sobre todo al nuevo gobierno federal”.

En este sentido, monseñor Castro sostiene que, a pesar de las posturas de los gobiernos federal y estatales, la Iglesia no ha olvidado mantener comunicación, al contrario, “nosotros tratamos de responder siempre construyendo puentes porque es nuestra misión. Como diplomático yo tenía precisamente esa misión: nunca romper el diálogo, nunca romper los puentes. Pero no hay posibilidad, no hay la mínima respuesta del otro lado”.

También en Cuernavaca se realiza, a invitación de la diócesis pero por iniciativa de laicos, la Caminata por la Paz, que ha tenido en algunos momentos, sobre todo antes de la pandemia, participaciones sorprendentes, la última convocó a cerca de 30 mil personas. “Y esperamos que este año ya se pierda el miedo a la pandemia y ya se vuelva a participar, y sobre todo que sea una manera en que el pueblo, la gente, manifieste su inconformidad, es como un desahogo”.

En este año será la novena Caminata, que iniciará en Tlaltenango para concluir en la Catedral, se llevará a cabo el 15 de julio.

Para conmemorar el primer aniversario de los crímenes de Cerocahui, la Iglesia ha organizado una misa nacional el 18 de junio y el repique de las campanas de todos sus templos del país, el 20.

La política, las elecciones y la Iglesia

La Iglesia Católica en México, a la que profesa casi el 80 por ciento de la población, centra su poder en el mundo espiritual y en la fe de la gente y, “a diferencia de otros grupos religiosos, nosotros no obligamos a nada a nuestros fieles”.

Aunque, sobre todo en época electoral, al Obispo lo visitan constantemente personajes políticos, las convicciones de cada sacerdote se guardan para la vida personal, no solo por respeto a las distintas posturas políticas de los fieles, sino también porque “el seguimiento que hace la Secretaria de Gobernación a la iglesia Católica es muy puntual y muy profundo”, aunque “una iglesia evangélica, por ejemplo, cualquiera que sea, puede reunir a 10 mil fieles y orar por un candidato y no le pasa nada, pero yo no puedo celebrar una misa por un candidato o un partido porque me meten a la cárcel”.

Además, sabe que hay muchas personas que siguen sus sermones domingo a domingo y no necesariamente para tomar alguna lección moral de ellos, sino para reportar cualquier desliz que pudiera tener “he sido acusado por CONAPRED y he debido llevar dos o tres procesos por cosas que están dentro del Evangelio y por cosas que se nos permite como religión. Entonces se nos pretende tener acotados de alguna manera, pero eso no me impide que defienda la verdad”.

Así es que el apoyo que pudiera dar la Iglesia Católica a un candidato a un cargo de elección popular es muy relativo, pues no podrían imponer a la grey el sentido de su voto, aunque “ciertamente tratamos de iluminar, tratamos de sacar adelante realidades que consideramos fundamentales e importantes para el mejoramiento de la sociedad. Pero hasta ahí”.

En cuanto a las próximas elecciones “no tengo candidato, lo único que quisiera es que hubiera gente que ame a Morelos, de verdad, que sea de Morelos, sobre todo, que se preocupe por él. Es un estado con un gran potencial y sin embargo ha sido saqueado. A menos en la vivencia que yo tengo en diez años, Morelos es un estado saqueado por la corrupción y por todos aquellos que se deberían entregar a amar y a servir a Morelos, solo se han servido de Morelos y eso me duele mucho”.

¿Qué piensa del actual gobernador?

“Lo único que puedo decir del gobernador es que por sus frutos se reconoce. Con eso digo todo. ¿Qué frutos hay? Y ahí vemos cómo ha sido como gobernador y lo dice Jesús por sus frutos los conoceréis

Por otro lado, dice el Obispo que prefiere ser un hombre libre y no deberle nada a nadie, ni a título personal ni a nombre de la Iglesia. “Yo no recibo un peso del gobierno municipal, no recibo un peso del gobierno estatal, ni del gobierno federal. Ni siquiera lo que debería ser como es la reconstrucción de los templos antiguos, he insistido e insistido, y siguen ahí esos templos que son tesoros de Morelos y ¿qué se ha hecho? La misma Catedral, su torre, y ahí está: no la han reparado”.

Y desconfía del acercamiento con la gente de poder. “El Obispo, como pastor, está siempre dispuesto a acercarse a todos y yo recibo aquí a todos, el que recibe a todos, el que me pide cita, pobre, rico, pecador o no pecador, aquí en esta mesa recibo a todos, sobre todo en domingo y la gente sabe que estoy dispuesto a recibirla”, pero las citas con los gobernantes, que nunca solicita él, son otra cuestión: “cuestan muy caras esas citas, después se las quieren cobrar carísimas. No digo nada más. Prefiero ser un hombre libre, no tener deudas con nadie”.

El Tesoro Público de Plancarte y Marcela del Río

Por la diócesis de Cuernavaca han pasado notables personajes pero pocos como el segundo obispo,  Francisco Plancarte y Navarrete que, como monseñor Castro Castro, también fue Obispo de Campeche.

“Francisco Plancarte fue un hombre reconocido nacionalmente como una de las mentes más brillantes de su tiempo, finales del siglo XIX -nos comenta Castro Castro- y él tuvo la biblioteca más importante de su tiempo, la más valiosa de todo el estado de Morelos, pero que desgraciadamente, con la persecución religiosa se perdió lo más valioso. La persecución religiosa hizo que se perdieran los volúmenes más importantes”.

No obstante, los restos de la biblioteca de Plancarte se conservaron almacenados durante 80 años, hasta que llegó un nuevo Obispo a la diócesis “cuando yo llegué como Obispo me di cuenta que eso era un crimen cultural y que teníamos que hacer algo de inmediato y convocamos a toda la comunidad para que se sumaran a una causa buena que era hacer libreros y limpiar todos esos libros para rescatarlos; el esfuerzo tuvo un buen eco y se juntaron 250 mil pesos, dinero con el cual se mandó a hacer el librero de la biblioteca antigua, limpiar los libros y hasta ha dado para clasificar y rescatamos un tesoro verdaderamente único en el estado, que es la parte vieja de la biblioteca”.

La parte nueva se originó por la donación de alguien que se asumía “no muy católica ni mucho menos practicante” pero que profesaba un profundo amor por sus libros, atesorados a lo largo de una brillante y fructífera vida: la poeta y dramaturga Marcela del Río Reyes, quien falleció a principios del año pasado a los noventa años.

El narrador y poeta Adolfo Castañón describió a Marcela del Río como “alta mujer de letras, dueña del arcoíris de la escena y de la pintura, infatigable, generosa e independiente, digna heredera de la estirpe alfonsina”.

A pesar de haber nacido en la Ciudad de México, la creadora siempre amó Morelos, y, ya mayor, visitó al Obispo Castro Castro para proponerle que se hiciera cargo de su biblioteca cuando ella ya no estuviera.

“Ella quería dejarla en un lugar en donde la valoraran y en donde pudiera ser útil. Vino a hablar conmigo y me advirtió que no era muy católica ni practicante, pero que sí amaba la ciencia y a sus libros, por lo que quería dejarlos en un lugar adecuado y pensó en la Catedral, en la diócesis, pero con algunas condiciones: que se cuidara, que fuera pública y que llevara su nombre. Y así lo hicimos.”

El acervo nuevo está especializado en historia, literatura y teatro. Y, junto con el acervo viejo de Plancarte, ya es parte de este tesoro de la biblioteca de Catedral que está abierta al público pero solo con cita previa, pues es ahí en donde monseñor Castro atiende a las personas que lo van a consultar.

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