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Roberto Abe Camil

En Tlalpan, al sur de la Ciudad de México, se yergue el imponente Heroico Colegio Militar, la instalación lleva con orgullo el nombre de “Héroes de Chapultepec” para honrar a los alumnos caídos por México en 1847. Es un plantel de educación superior de primer orden, los alumnos egresan como Subtenientes y Licenciados en Administración o Seguridad Pública. Su prestigio se ha consolidado como la escuela insignia del Sistema Educativo Militar del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos.

Los Alumnos se preparan conforme a un plan general de estudios de excelencia, donde se hace énfasis en la calidad académica, la ética, el don de mando, y las cinco principales virtudes militares que están representadas en los rayos de su escudo: Honor, Lealtad, Patriotismo, Valor y Abnegación. A lo anterior se complementa evidentemente una intensa actividad deportiva, una férrea disciplina y por supuesto la instrucción militar, táctica y estratégica que hará de los cadetes, los generales de las próximas generaciones.

La soberbia arquitectura, obra del arquitecto Agustín Hernández, se inspiró en la gloria del México precortesiano para lograr que los cadetes se conectaran con el pasado en un sitio de estudio, adiestramiento y practicas militares, es marcada la iconografía prehispánica en cada uno de sus edificios.

El Colegio fue fundado en 1823, hace dos siglos, su primer Director fue el General Brigadier Diego García Conde, distinguidos militares le han sucedido como Sóstenes Rocha en 1880, uno de los militares más destacados del siglo XIX y Felipe Ángeles entre 1912 y 1913, ambos a su vez, fueron hijos del Colegio Militar. No pocos Directores han sido Secretarios de la Defensa, su actual Director el General de Brigada DEM Jorge Antonio Maldonado Guevara, coincidentemente previo a ser Director del Colegio fue Comandante de la 24 Zona Militar en Cuernavaca. La primera sede del Colegio fue la Fortaleza de San Carlos en Perote Veracruz, de ahí le han seguido en la Ciudad de México: el Antiguo Edificio de la Inquisición en Santo Domingo, la Capilla de Bethlemitas, el Convento de las Recogidas, el Castillo de Chapultepec en tres ocasiones, el Cuartel del Rastro, el Colegio de San Ildefonso, el Cuartel Arista en Palacio Nacional, el Convento de Santa Catalina de Siena, el Arzobispado de Tacubaya, la magnífica Escuela Normal de Popotla y desde el 13 de septiembre de 1976 ,Tlalpan al sur de la Ciudad de México.

Pero el Colegio no solo ha sido un crisol de virtudes o excelencia académica, sino que a lo largo de doscientos años fiel y congruente con sus principios ha aportado su cuota de sangre por México. En 1828, ante uno de los tantos levantamientos de Santa Anna, los cadetes ofrecieron sus servicios al gobierno establecido de Guadalupe Victoria, en 1841 batieron a los rebeldes que se pronunciaron contra el presidente Herrera, posteriormente el 13 de septiembre de 1847 con la defensa que hacen de su plantel en Chapultepec se da el momento estelar de la juventud militar mexicana y la gesta más heroica de la guerra contra los Estados Unidos. Con el porfiriato llegó un periodo cumbre de excelencia y formación académica, el golpe contra Madero supuso otra notable intervención del Colegio, cuando los cadetes escoltaron al presidente el 9 de febrero de 1913 en la “Marcha de la Lealtad” y posteriormente se incorporaron a las tropas leales. La traición de Huerta derivó en el cierre del Colegio mismo que fue reabierto por el presidente Carranza a principios de 1920 en Popotla. Sin embargo, a los pocos meses, los cadetes de nueva cuenta concurren a su cita con la historia, y en masa se unieron voluntariamente escoltando a Carranza, cuando abandonó la Ciudad de México por la rebelión de Agua Prieta. Ahí los Dragones del Colegio Militar escribieron una página de gloria en la historia militar mexicana cuando realizaron el 9 de mayo de 1920 en Apizaco, Tlaxcala, la última carga de caballería al sable de nuestra historia, salieron victoriosos y derrotaron al enemigo. Poco después Carranza debió abandonar los trenes, los muchachos estuvieron prestos a seguirlo, pero el presidente, anticipando su propio destino, ordenó que volvieran a Popotla para preservar el futuro de la juventud militar mexicana.

Con la pacificación del país, el Colegio Militar reabrió sus puertas en Popotla, constituyéndose en el semillero del ejército más leal e institucional de Iberoamérica, sus referentes de defensa de la patria y las instituciones le valieron en un justo y obligado reconocimiento que por decreto presidencial del 29 de diciembre de 1949 se ordenó, se le antepusiera la denominación de “Heroico”. Hoy el Heroico Colegio Militar cumple su bicentenario siendo manifestación de lo mejor de México, que vengan muchas centurias más para honrar nuestro pasado, pero también para preservar nuestro porvenir.

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