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Miguel A. Izquierdo S.

Desde la UNESCO y entre los acuerdos de mayor importancia internacional para promover la paz, está impulsar la ciudadanía, ese conjunto de saberes y prácticas para la convivencia pacífica y el desarrollo de las potencialidades humanas. Entre tales prácticas ciudadanas, se encuentra asumir corresponsablemente con autoridades gubernamentales de todo nivel, el vigilar el cumplimiento de planes y programas de gobierno, con criterios de honestidad, eficacia y oportunidad, entre otros. Hacerlo supone donar tiempo ciudadano, capacidades, y servicios, para la causa común, de beneficio social, dando noticia al público en general, de los hallazgos de su observación celosa, de las acciones gubernamentales. 

Una instancia actual, viva y naciente de organización vecinal con funciones implícitas de “contraloría social”, ocurre en estas semanas, en torno al envenenamiento lento y colectivo, de miles de ciudadanas y ciudadanos vecinos del tiradero ilegal a cielo abierto, ubicado en Tezontepec, centro de Jiutepec, producto derivado de un incendio iniciado el 1 de abril, y continuado por 76 días, vía las humaredas que surgen de lo profundo del predio que hasta hace un par de decenios, fue una extractora de tezontle, y por casi 25 años, basurero a cielo abierto, ilegal.

¿Qué han hecho vecinas y vecinas al ver gravemente comprometida su salud y la de sus familiares? Junto con manifestar los hechos aquí resumidos, han hecho las denuncias correspondientes a las procuradurías ambientales, estatal y federal, como ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Pero no se han conformado con eso: día a día, han ido aprendiendo, coaprendiendo, enseñándose mutuamente, tanto sobre las características del incendio, cómo combatirlo eficazmente, cómo registrar y monitorear el comportamiento de las fumarolas, su contenido, y opinar fundadamente, leyendo vía internet y acudiendo a recursos de inteligencia artificial, para responder las preguntas más delicadas que enfrentan día a día, al reiniciarse los fuegos, la emisión de gases, dada la ineficacia de ciertos tratamientos aplicados hasta ahora. 

Nadie les paga por hacerlo, va su vida de por medio, es auténticamente una coeducación para la vida, la que practican. Algunas ya de madrugada están tomando videos y comentándolos, mostrando las fumarolas, su coloración, su extensión y cantidad. Otras socializan lo observado en redes sociales. Unos más, elaboran bases de datos con lo observado que luego comparten en redes sociales para conocimiento y acción de la ciudadanía y vecinos, procurando que otros aprendan. Unos más, grafican las bases de datos, elaboran tablas y análisis de lo registrado, del monitoreo y lo que con el tiempo se va presentando. También comparten con científicos para que valoren sus observaciones y den orientaciones sobre qué hacer en delante, desde la ciudadanía. 

Diariamente, en variados tonos, hacen conocer vía su Enlace con el Secretario de Gobierno municipal, lo que viven, observan, monitorean y padecen, en espera de urgente acción gubernamental, dada la gravedad de la contingencia que viven. Reciben, también en variados tonos parcial respuesta o valoraciones de lo que ocurre, se hará algún día, o bien, reciben negaciones de lo que en realidad ocurre en el basurero, como si fuera posible ocultar lo que está a la vista. 

En el camino, hacen ciudadanía, se preparan en conocimientos ambientales, en procesos científicos de control de incendios, como de saneamiento y remediación obligada por Ley, de basureros legales e ilegales. 

Al mismo tiempo, se convierten en sujetos sociales, maduros para participar en planes municipales de desarrollo, respetuosos del medio ambiente, como de la vida de cuantos seres humanos hay en su municipio, no sólo sus familiares, sino de todos, todas, pues sí les importan. Han aprendido crudamente, arriesgando sin buscarlo, su vida, sus pulmones, su sistema respiratorio, comprometido por la irresponsabilidad de quienes lucran con un basurero a cielo abierto, en el centro de Jiutepec. En suma, hacen cultura, al cultivar la vida, desde la cercanía de perderla, en su persona o de sus familiares. Por eso estamos con ellas y ellos. Son ejemplares y siguen aprendiendo, incluso las abuelitas, principales entre ellas.

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