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Héctor T. Zetina Vega

Queremos autoridades que trabajen para el pueblo y no que vendan nuestros territorios para hundirnos en la miseria.

Cristian Aguinda. Nación Kichwa-Ecuador

El territorio de Morelos está enclavado en una región de transición entre dos ecozonas terrestres denominadasneártico y neotrópico. El neártico revienta en la sierra volcánica del Chichinautzin, y el neotrópico se abre hacia el sur del continente, inicialmente a través de la selva baja caducifolia morelense, y luego cruzando cordilleras, playas, bosques templados y selvas húmedas; océanos, ríos y lagos, hasta que el hielo de los inmensos glaciares de la Patagonia detiene su caudal de vida tropical. 

Morelos, entonces, a pesar de ser chico en tamaño se encuentra en una condición geográfica peculiar que representa el fin y el inicio de vastas regiones ecosistémicas continentales. Esta peculiaridad se expresa comocaleidoscopio natural enmarcado en un territorio breve en tamaño, pero denso en biodiversidad e historia humana. En él se han desarrollado comunidades políticas desde hace al menos diez milenios. Sin embargo, a partir del primer avance colonial del imperio español, 500 años atrás, con la imposición de la agroindustria cañera y el posterior proceso de articulación definitivo a la economía mundial durante la era industrial, la dinámica de la acumulación capitalista ha fragmentado el hábitat, aumentado la temperatura promedio anual y amenaza la reproducción de servicios ecosistémicos fundamentales para las vidas presentes y futuras.

Al observar las características de los intensos procesos del metabolismo social que suceden en el territorio en cuestión (flujos de energía, materiales y recursos extraídos; transformados, utilizados y desechados) fustigados por actores económicos e institucionales codiciosos, no queda más que reconocer que todo el sistema metabólico colapsará más pronto que tarde. ¿En diez años?, ¿en veinte? No sabemos con exactitud cuándo sucederá el punto de inflexión de ese colapso, pero sí sabemos que los niños nacidos en laúltima década lo vivirán en su vida adulta, y que los costos los sufrirán los más vulnerables. 

Desde la llegada de los europeos al continente americano, denominado Abya Yala por los pueblos originarios del Sur, del Centro y del Norte, la historia se repite: despojo, racismo, muerte y sacrificio ambiental de los territorios. Necropolítica, la denominó el pensador camerunés Achille Mbembe, refiriéndose al ejercicio del poder centrado en el control y la gestión de la muerte y la violencia. El estado de Morelos, como todo México, no escapa a esta condición de una realidad política que al menos ha durado cinco siglos.

Además del creciente control del crimen organizado, la violencia del estado patriarcal, en su fase neoliberal y neocolonial, contra los territorios ancestrales y la madre tierra se presenta como la Hidra mitológica de la que hablan los zapatistas. Así, una cabeza del monstruo es la excesiva e injusta demanda de agua y energía fósil para el funcionamiento de la industria en detrimento de la milpa, la salud y el delicado equilibrio térmico del planeta; otra, lacaótica expansión inmobiliaria en detrimento de la vida silvestre, el suelo de conservación y los espacios de convivencia públicos y gratuitos; otra más, el nulo interés en regular la movilidad urbana para avanzar a modelos más seguros y sostenibles; también la agricultura intensiva que usa agrotóxicos aniquilando la biodiversidad; y otras más, entre muchas, como la pésima gestión de residuos sólidosurbanos que incluye rellenos sanitarios criminalmente ubicados como el de Loma de Mejía, o que operan con indolencia, como el de la Perseverancia, en Cuautla, o ya en el ecocidio descarado de tiraderos clandestinos como el de Tezontepec, que actualmente enferma a los vecinos del lugar; también la tala ilegal, como la que está destruyendo elBosque de Agua y el tejido comunitario en los pueblos del norte de Cuernavaca y el municipio de Huitzilac, y la contaminación multifactorial del agua y del aire. Todo esto que se enlista tiene responsables y nombres.

El denominado Proyecto Integral Morelos (PIM), promovido originalmente por la empresa de vidrio Saint Gobain y otras trasnacionales, del capitalismo fósil principalmente, junto con el presidente Calderón, se ha impuesto con la fuerza militar en contra de la voluntad e interés de los pueblos de raigambre zapatista de la región y ha dividido a las comunidades del oriente del estado. Mientras que en el poniente, la empresa minera canadiense Zacatecas Silver pretende horadar el sagrado Cerro del Jumil, a escasos metros del sitio de Xochicalco, para extraer oro y otros minerales metálicos en cantidades que el conquistador Pedro de Alvarado y sus huestes jamás soñaron. Y por si fuera poco, la cementera Porter-Moctezuma incinera residuos plásticos en el corazón de la sierra de Montenegro mientras destruye el paisaje, prometiendo restaurar en menos de diez años el desastre ambiental provocado sobre los últimos reductos de selva baja caducifolia intacta en el estado. Promesa imposible comprada por científicos y ambientalistas de ocasión que antepusieron su beneficio a la verdad y el bien común. 

Esta combinación de despojo, crimen y corrupción desde arriba está contribuyendo a la desesperanza de la población en la entidad, mientras el hábitat se degrada de manera alarmante, amenazando la diversidad de especies, otrora abundantes, y la provisión de servicios ecosistémicos clave para la reproducción de la vida. Pero los pueblos lo saben, por eso resisten. Les va su futuro en ello y a la vez el ánimo de redención con sus antepasados que alimenta la memoria de su deber sagrado: ¡La tierra no se vende, se ama y se defiende!

* Profesor universitario y educador popular ambiental.Agradezco a Flora Guerrero, ejemplar e incansable ambientalista, el ofrecimiento de este espacio.

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