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Andrea Álvarez Sánchez

Al practicar yoga por la mañana me acerco a mi verdadero yo, no al ego, sino al yo inhibido que emerge en un estado místico de iluminación donde se producen revelaciones. Me coloco en la postura del parado de cabeza, Sirshasana, y miro de cabeza el nuevo poster de El hijo del hombre de Magritte, que traje desde Bélgica y finalmente enmarqué. El título del cuadro es tan enigmático como la imagen misma. Desde mi postura invertida tejo pensamientos sobre la intrigante obra del artista.

Conozco la obra de Magritte desde que el maestro de Estética,en la preparatoria, nos enseñó las vanguardias artísticas del siglo xx.¡Cuántos sueños se asomaron en aquellos lienzos colmados delibertad e imaginación desbordada! Viajamos a desiertos con relojes derretidos, conocimos mujeres de dos cabezas, volamos en mares y nadamos en cielos, vimos espejos que reflejaban la espalda y conocimos a ese extraño hombre de traje y bombín cuyo rostro oculta una manzana verde.

René François Magritte nació en 1898 en Lessines, Bélgica. Es uno de los artistas más representativos del movimiento surrealista. Fue a la Academia de Pintura, en la ciudad de Châtelet, pero la dejó porque le parecía una pérdida de tiempo. Lo que más llamó miatención en su biografía es la muerte de su madre: en 1912 ella se suicidó arrojándose al río Sambre, cuando René tenía apenas 14 años. Se dice que tuvo una complicada relación con su madre. Su padre la encerraba en una habitación para contenerla de su desequilibrio mental. Me identifico con esta situación, entiendo qué se siente tener una madre depresiva que vive envuelta en una sábana durante días, semanas, meses. Lamentablemente no existían los antidepresivos que tenemos hoy en día. Seguro que por eso mi madre se ha salvado del río Sambre. 

Cambio de postura, me coloco en Halasana y me pregunto si tendrá algo que ver el suicidio con la temática de su obra. Algunos críticos interpretan que Los amantes, donde un hombre y una mujer se besan con el rostro cubierto por una tela, está influenciado por la imagen de la madre ahogada con su vestido envuelto en la cabeza.Magritte lo negó. No le gustaban las elucidaciones psicoanalíticasque le daban a su obra. Como fiel gestaltista, me alío a la resistencia de Magritte, intento ver lo que él veía de sí mismo: cuadros carentes de explicación, con imágenes que no ocultan nada, pero que evocaban misterio.

Hay un elemento mágico en sus cuadros que está vinculado a temas filosóficos trascendentales. En la cosmogonía de Oriente las culturas iniciáticas hablan de la fusión del hombre con la divinidad.El yoga es la unión del uno con el todo, una gota de agua que se disuelve en el océano. La noción hindú de que el universo es un ser único, constituido por una sola energía, se logra percibir al aquietar el pensamiento, cuando se desvanece el ego. ¿Acaso Los amantes se funden en el beso de la unicidad cuándo no tienen rostro, cuando dejan de ser ellos para ser parte de un todo y alcanzan la ausencia de pensamiento? 

En la intrigante obra de Magrite hay un significado más allá de lo literal, pero el ego no lo ve y queda insatisfecho, quiere ver a los amantes, al hombre de bombín detrás de la manzana verde, a la dama de blanco oculta tras el ramo de flores. El ego lamenta que nunca los conocerá, le desagrada la idea de tener que extinguirse para ser uno con el todo… Sin embargo, ese es el camino, subconsciente y místico, que toma Magritte para representar el misterioso mundo en que vivimos. Y es el mismo camino que los yoguis, con sus técnicas de respiración, de ayuno y de ascetismo, recorren para llegar al lugar donde los sueños y la realidad se fusionan en la unicidad del todo.

*Adaptación del libro Magritte: Esto no es un ensayo, de Andrea Álvarez Sánchez.

Exvoto a René Magritte. Taller de exvotos de Andrea Álvarez Sánchez, 2023.

https://www.andreaalvarezsanchez.com/

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