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El cine de Wes Anderson (Segunda parte)

Davo Valdés de la Campa

El cine de Wes Anderson utiliza estrategias del lenguaje cinematográfico para crear un estilo que ha encontrado eco en las tendencias virtuales de las imágenes aesthetic. Es curioso que películas hiper intelectualizadas, nostálgicas e hiper cargadas de referencias, hayan encontrado en las nuevas generaciones un público tan contrastante y tan entusiasmado con su sello visual. Son películas hechas por un cineasta que añora el pasado con una una estética que resuena en una estética contemporánea a veces banalizada pero hiper replicada e imitada por los millennial.

Brenden Gallagher en su artículo “A Brief History of Wes Anderson’s Influence on the Runway” (2017) publicado en la revista Grailed, ahonda en el impacto del cine de Anderson en el mundo de las pasarelas, en donde diversos diseñadores de moda han retomado dicha estética para proponer prendas y colecciones, como por ejemplo la colección de otoño de Gucci en el 2015, en donde se citó al cineasta como fuente de inspiración.

Algo todavía mucho más interesante ha sucedido en plataformas como Instagram o Pinterest, cuyos feeds están inundados de fotógrafos que imitan esta estética minimalista, simétrica, ordenada, meticulosa y con predilección por los colores pastel. El ejemplo más paradigmático se puede observar en la cuenta @accidentallywesanderson en la que se reúnen fotografías de todo el mundo inspiradas en la estética de Wes Anderson, que, como su nombre lo indica, son tomadas accidentalmente. Esto sin contar el gran número de usuarios que deliberadamente busca replicar dicha estética o se la apropian para definir sus personalidades virtuales. 

​Otro suceso que llamó mi atención en torno a la estética de Anderson ocurrió en 2022, cuando los hermanos Russo compartieron en sus redes sociales cómo se verían Los Vengadores en una película dirigida por Wes Anderson. Las imágenes fueron creadas por el artista visual Adam Hall, quien se apoyó en una IA para ofrecer a una versión estilizada, con estética ochentera con planos con perfecta simetría. Desde entonces cientos de internautas han explorado con inteligencias artificiales como Mid Journey cómo se verían películas como Harry Potter, Rápidos y furiosos, Alien si hubieran sido dirigidas por Anderson.

​En la entrega anterior me pregunté sobre si acaso Wes Anderson había sido devorado por su propia forma. Más allá de cómo lucen sus fotogramas habría que preguntarse qué cuentan sus películas, qué inquietudes explora y cuáles son sus posicionamientos artísticos. 

​Existen reiteraciones en sus películas, los mismos actores y actrices, repartos enormes que conforman personajes excéntricos, patéticos, pesimistas, adultos inmaduros y niños genios, mesurados y maduros, personajes con rasgos autistas, ermitaños, hipsters, artistas incomprendidos. 

​También hay una imbricación excesiva de elementos tanto decorativos como en el dibujo de los personajes. Intenten contar, por ejemplo, de manera resumida alguna de sus películas. Hay tanta información, características y singularidades, que incluso sintetizar sus tramas resulta un tanto reduccionista, pero al mismo tiempo parece que el mismo Wes Anderson no está interesado en contar historias entendibles y convencionales. Con recursos cercanos a la novela o al teatro, al absurdo, al periodismo de fondo y a las estrategias televisivas de los años 50, sus películas más que contar una historia, recrean épocas, atmósferas que re imaginadas a través de su lente particular. 

​No cabe duda de que Wes Anderson es un cineasta que ha logrado desde el sello de autor, convertirse en un marca completamente rentable, desde la imposición de su estética y sus guiones nada ortodoxos. Podrá gustarnos o no su estilo y podremos acusar a sus seguidores de simplificar su cine a una forma, pero mientras Anderson no caiga en la autoparodia y siga explorando sus obsesiones a través del lenguaje cinematográfico, podemos esperar una pronta reinvención o una refinación de su propuesta cinematográfica. 

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