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La vida es bioluminiscente

Karime Díaz

Una de las noches más increíbles que he vivido, fue al sur de Morelos. En aquel entonces colectaba Tepeguajes en la Reserva de la Biosfera Sierra de Huautla para mi trabajo de tesis. Íbamos 3 tesistas: Mariana, Josué y yo, trabajábamos con leguminosas. Invitábamos a nuestros amigos que con mucho entusiasmo y de manera voluntaria nos acompañaban a cambio de latas de atún y una cerveza al final del día. Esa noche, como las otras, acabamos fundidos. A pesar de que la temporada lluviosa iniciaba, nos estacionamos a la orilla de un puente, el cielo estaba totalmente despejado el clima muy caluroso. Nos subimos al techo de la camioneta para tomar nuestro último refrigerio y observar la bóveda celeste. Éramos tan jóvenes, pequeños y ligeros que nos acomodaos todos ahí, unos sobre otros, en silencio. Cuando de pronto… “¡Las estrellas se mueven!” Empecé a gritar emocionada. Era una lluvia de luciérnagas que confundían a nuestras pupilas y se perdían entre el manto estelar. Fue un espectáculo asombroso.

Bioluminiscencia es el nombre de una reacción química que produce luz en las luciérnagas. En sus abdómenes tienen órganos especializados en los que hay la luciferina, pigmento que reacciona con el oxígeno para producir, y la luciferasa, enzima que facilita esta reacción. Cuando una luciérnaga quiere comunicarse o atraer a una pareja, controla el flujo de oxígeno a sus órganos emisores de luz. El oxígeno ingresa a los órganos y reacciona con la luciferina en presencia de la luciferasa para producir luz.

La bioluminiscencia no es exclusiva de los insectos, está presente en varios grupos de organismos desde hongos hasta peces. La Dra. Edith Widder estudia la bioluminiscencia en las criaturas que viven en el mar. Ella es neurobióloga, pero la magia de la luz la envolvió luego de que experimentó su primera inmersión profunda en un sumergible, iba sola. Decidió apagar las luces y observó un espectáculo único, como si estuviese en medio de un show de pirotecnia natural. Una de sus más grandes contribuciones fue desarrollar un instrumento que mide la bioluminiscencia en los océanos del mundo y, además, en 2005 ingresó al Salón de la Fama de Mujeres Buceadoras. Ha documentado especies nunca antes vistas, de hecho, fue parte del equipo que logró capturar en video al calamar gigante vivo en 2012, ya que solo era conocido porque cuando mueren, flotan.

La luz emitida por esos organismos ha evolucionado de forma independiente varias veces en la naturaleza y cumple diferentes funciones, incluida la comunicación, la depredación, la defensa y la atracción. Los mecanismos y propósitos específicos de la bioluminiscencia pueden variar mucho entre estos organismos. Más del 50 por ciento de los animales que viven en el fondo del mar utilizan la luz. Pero los animales terrestres también tenemos nuestro propio brillo. De hecho, todos los seres vivos producen cierta cantidad de luz debido a las reacciones químicas de las células. Es un efecto que se produce por la respiración celular, las moléculas reaccionan con fluoróforos y emiten luz.

Y las personas, ¿somos bioluminiscentes? Se sospechaba que sí, pero no fue hasta 2009, que un equipo de científicos japoneses logró captar nuestro brillo en cámara. Registraron que lo más brilloso que tenemos, son las mejillas, la frente y el cuello. Debido a que esta luz que emitimos es mil veces más débil de lo que pueden captar nuestros ojos, se descarta el hecho de que, en términos evolutivos, tenga relevancia, pues no la vemos. Aun así, ya tenemos evidencia científica de que brillamos. Para que digamos con toda seguridad: “Yo brillo donde sea”.

*Comunicadora de ciencia independiente, miembro de la Comisión de Educación y Comunicación (IUCN) y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

 

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