loader image

Juan Antonio Siller Camacho y Marie Regina Siller Boucher

La aventura siguió su recorrido hacia la región del Istmo de Tehuantepec en Oaxaca, que tiene una gran biodiversidad y es rica en recursos como petróleo, madera, minería, y… viento. Guiados por el soplo constante en las velas del Galeón llegamos hasta la legendaria localidad La Ventosa que debe su nombre a los huracanados vientos generados principalmente por el “efecto Venturi” de dos cadenas montañosas en el Istmo. Esta zona es la más angosta del país entre los dos océanos, lo cual provoca que los vientos corran del Océano Atlántico al Pacífico sin obstáculos a más de 90 km y provocan hasta volcaduras de vehículos de carga pesada en la carretera, volviéndola la región más ventosa de México y la principal planta de generadores eólicos del país. Al estilo de Don Quijote, empezamos la cuenta de estos gigantes de viento, pero perdimos el conteo al poco rato, pues son 32 mil hectáreas con 1564 aerogeneradores operando en el Parque Eólico La Ventosa

Lo mejor sucedió a la mañana siguiente cuando decidimos visitar la mítica Guiengola, zona arqueológica zapoteca del periodo posclásico, ubicada entre el río y el cerro de mismo nombre. Accedimos por instrumentos cuesta arriba por un imponente cerro en medio del valle, guiados por nuestro instinto ya que no había ningún tipo de señalización y parecía un lugar abandonado, donde sólo se oían los sonidos del silencio de vientos corriendo entre la montaña. Ni un alma había por el diminuto sendero que parecía llevar a ningún lado, pero eso sí, había un profundo desfiladero cuesta abajo de nosotros. Cuando ya no pudimos avanzar más por lo estrecho del camino, nos bajamos de la nave e intentamos llegar a pie, pero era un árido desierto de matorrales y rocas. Ningún guía ni cuidador acudió a los gritos, y tras una mañana entera de incansable exploración por laberínticos senderos montañosos, no conseguimos llegar al misterioso sitio perdido.

Guiengola, que en zapoteco significa “Piedra Grande” fue una fortificación con murallas defensivas de 3 a 5 metros de alto y 2 metros de espesor, ubicada en la cumbre del cerro. Los zapotecas supieron aprovechar las características del relieve e hicieron del lugar, hasta la presencia española, un sitio inexpugnable de construcción orgánica y planeada, donde incluso se pueden encontrar trincheras amuralladas con conglomerados de cantos de río que pudieron ser usados como proyectiles. En el siglo XIX, el capitán Guillermo Dupaix, nacido en Vielsalm, Bélgica y el Sr. Luciano Castañeda, artista ilustrador, visitaron el sitio durante su expedición a Palenque en 1807. Realizaron las primeras representaciones gráficas de las estructuras y basamentos en litografías y láminas a color por encargo de Carlos IV en lo que fue su tercera comisión en la Nueva España, con el fin de inventariar las ruinas y otros recursos. Dupaix documentó el buen estado de conservación de Guiengola, pero actualmente muchas de las estructuras arquitectónicas que este viajero conoció del sitio ya no están en las mismas condiciones de conservación.

Continuamos la ruta expedicionaria atravesando el Nudo Mixteco de las Sierras de Oriente y Occidente, para finalmente llegar triunfales a la región de los Valles Centrales y a la Ciudad de Oaxaca. La UNESCO ha declarado como Patrimonio de la Humanidad el Centro Histórico de Oaxaca y la zona arqueológica de Monte Albán en 1987, así como las Cuevas Prehistóricas de Yagul y Mitla en 2010 y el Geoparque Mixteca Alta en 2017. Asimismo, su inconfundible gastronomía fue reconocida desde 2008 e incluida más tarde en la declaratoria de la gastronomía mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010.

El día de la Tierra lo celebramos visitando el MUFI, Museo de Filatelia de Oaxaca, un museo-tienda especializado en todo lo relativo al arte del correo postal. Restaurado por la fundación Alfredo Harp Helú, organización altruista que impulsa la recuperación de monumentos patrimoniales para proyectos culturales. El MUFI conserva en su bóveda nuestra colección postal de los ferrocarriles de la revolución mexicana, elaborada por los ferrocarrileros pensionados de Morelos en una edición especial para el bicentenario de 2010. Fue presentada y donada en uno de los congresos mexicanos de tarjetas postales en los que hacemos parte como Sociedad Filatélica de Morelos.

El viaje continúa…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *