loader image

El amor a los animales

Gabriel Millán*

Dieciséis años después de encontrarla en un terreno baldío, Alethé murió. Alethé es el nombre de la gata que, como ya dije, llegó a mi vida hace 16 años, un día que caminando por Avenida Universidad escuché un maullido y vi un pequeño gatito blanco con negro (en ese momento no sabía que era hembra). Lo llevé a casa y de ahí la historia es historia, con muchos días, noches y aprendizajes.

Después de 16 años Alethé comenzó a tener insuficiencia renal. Los gatos viejos suelen tener problemas renales. Las estimaciones de qué tan frecuente es la insuficiencia renal en los gatos van de 1 de cada 5, hasta 5 de cada 10, muy alta en cualquier escenario. Como el fallo renal es progresivo, puede ser imperceptible. Un día alguien te dice que tu gata está más delgada, otro día notas que vomita, en algún momento identificas que hay más orina que excremento en el arenero y así varios pequeños indicadores. Al final, como cualquier enfermedad crónica, sigue su curso hasta ese punto en el que la muerte es inminente. Solo queda esperar o decidir la eutanasia.

En el caso de Alethé, después de horribles días agónicos lo más ético me pareció sacrificarla. ¿Lo más ético? La verdad es que no lo sé, pero quiero creer que sí lo fue; de cualquier forma, lo que pasó es irreversible. Con su agonía vinieron a mí muchos pensamientos y sensaciones: desde los más obvios hasta otros que no había tenido. Me pregunté qué es eso que sentimos por los animales que viven con nosotros, si es amor y si lo es, de qué tipo y por qué lo sentimos. Pensé hace cuánto que en la historia de la humanidad empezamos a desarrollar ese vínculo emocional con los animales que domesticamos, un vínculo que va más allá del utilitarismo para nuestra alimentación o beneficio de algún tipo; finalmente me pregunté si la presencia de los animales domésticos con los que convivimos y que son incluso parte de nuestras familias, tiene alguna repercusión positiva en nosotros.

Seguramente la mayoría de quienes, por voluntad, hemos compartido la vida con animales podemos decir que su presencia nos aporta compañía, calma y un cierto tipo de felicidad. Pero más allá de lo anecdótico ¿hay evidencia sobre esto? Es decir, ¿se han realizado estudios con un método que nos dé luz sobre esto? La respuesta es que sí, aunque algunos de los estudios parecen llegar a resultados poco contundentes; me explico.

De acuerdo con los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. interactuar con animales reduce los niveles de cortisol (hormona relacionada con el estrés) y disminuye la presión arterial. También explican que otros análisis han encontrado que los animales pueden reducir el sentimiento de soledad, mejorar el estado de ánimo y aumentar los sentimientos de apoyo social; algo que, por cierto, ya nos habían dicho Los Simpsons en el capítulo donde Bart y Martín fabrican unas tiernas focas bebés que reparten en el asilo, mejorando el bienestar de todos.

Por otro lado, un estudio realizado entre personas adultas mayores y publicado en 2018, encontró una asociación entre tener una mascota y una mayor probabilidad de haber tenido depresión alguna vez, siendo los dueños de mascotas más propensos a haber experimentado depresión. Sin embargo, tener una mascota no se asoció con haber experimentado depresión en la última semana. Estos resultados hay que leerlos con cuidado, porque una asociación no quiere decir causalidad. En otras palabras, es imposible determinar la direccionalidad de esa relación porque puede ser que las personas que están en riesgo, o que ya han desarrollado depresión, puedan adquirir un animal de compañía como una forma de controlar los síntomas depresivos. Otra posibilidad es que tener una mascota ponga a una persona en mayor riesgo de desarrollar depresión, cosa que se antoja muy poco probable.

En contraste, la encuesta mensual de la Asociación Americana de Psiquiatría publicada en marzo de este año, se asegura que los dueños de gatos eran más propensos que los dueños de perros a decir que sus mascotas ofrecen compañía, brindan una presencia tranquilizadora y ayudan a reducir el estrés y la ansiedad. Los dueños de perros tenían el doble de probabilidades que los dueños de gatos de decir que su mascota los alienta a ser físicamente activos.

También publicado este año, un metaanálisis (que de 11 389 estudios localizados solo analizó 49 que cumplieron con todos los requisitos) encontró que las mascotas tienen un efecto positivo moderadamente significativo en la actividad física de los dueños en comparación con los que no tienen mascotas.  Curiosamente este metaanálisis no encontró que los animales de compañía influyeran sobre la salud mental de las personas que los tienen, pero sí en la frecuencia de la actividad física.

Es evidente que se requieren hacer más estudios desde enfoques diferentes para entender mejor qué es eso que nos ocurre cuando amamos a nuestros animales de compañía y, sobre todo, qué es eso que se rompe cuando mueren, de dónde viene el dolor por su partida y por qué sentimos una insondable oquedad en el pecho cuando volteamos y ya no están ahí.

*Comunicador de ciencia Twitter: @Desertius

Para ilustrar:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *