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Enfrascado como está en un debate que se antoja un tanto desigual, pues tiene a la Presidencia y a la Fiscalía General de la República sobre la espalda, el Fiscal General del estado de Morelos se dio tiempo ayer para reconocer, por fin, que pudiera haber policías involucrados con las bandas delincuenciales que operan en Huitzilac.

Sobre el debate en relación al fuero constitucional que ratificó la Suprema Corte de Justicia de la Nación -que tampoco vive sus mejores momentos en cuanto a su relación con el Poder Ejecutivo Federal, por diversas razones- un especialista local afirma que la SCJN hizo lo que tenía que hacer, que es interpretar las leyes vigentes sin ir más allá, y eso implica la legislación estatal cuando sea el caso, como lo es tratándose del Fiscal General del estado de Morelos, un alto funcionario estatal en activo.

Esperemos se zanje pronto la controversia originada por las distintas interpretaciones de la ley, que deberá imperar para que todos puedan hacer su trabajo.

Regresando a Huitzilac -municipio satanizado por propios y extraños y del que se ha llegado a afirmar que la delincuencia es parte de la forma de ser de un sector de su población-, a raíz del hallazgo de varios vehículos robados y que incluso algunos de ellos habían sido utilizados para cometer diversos ilícitos, el Fiscal General tuvo que reconocer lo que ya sabíamos todos: que la delincuencia no operaría tan libremente si no tuviera la colusión de por lo menos algunos agentes de la policía.

No es un tema menor que el Fiscal reconozca lo anterior y abre la posibilidad de que se facilite la investigación de la criminalidad en Huitzilac, pues investigar a los efectivos policiacos del municipio -que suman 40, según nos lo informó el propio presidente municipal- podría ser más fácil que investigar a toda la población del municipio.

Muchos sostenemos que Huitzilac, y su población, son víctimas directas de la inseguridad y la violencia que hacen imperar unos cuantos, algunos de los cuales podrían ni siquiera ser del lugar, pero, para hacerlo, necesitan amedrentar o corromper a quienes tendrían la obligación de detenerlos.

La inseguridad no es una enfermedad y los delincuentes no son seres con poderes extraordinarios; entonces, quizá no sea tan difícil seguir el rastro del dinero, que es la verdadera causa y el fin del crimen. Y el dinero en serio no lo obtienen los criminales de Huitzilac o de Topilejo por asaltos en la carretera, sino por la tala clandestina, los secuestros y las extorsiones.

Esperemos que los operativos en Huitzilac no se limiten a recuperar algunos vehículos, sino que estos últimos sirvan para desarrollar verdaderas investigaciones (uno de ellos mostraba impactos de bala, por ejemplo) que lleven un poco de tranquilidad a los vecinos y a quienes transitamos por la región.

Ahora que el Fiscal General esté más tranquilo, esperemos que nos regale mejores, y más frecuentes, noticias.

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