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SENSIBILIDAD

Hélène BLOCQUAUX*

El 1ero de enero de 2084, Shawn XO1 y Joy ZF2 encargaron su primogénito en BlueBorn en lugar de IAbirth para festejar el día en que recibieron su aviso de match sentimental por parte de TamaConnect, la empresa certificada responsable de definir la relación perfecta entre dos personas durante el evento mundial bianual en el que todos los inscritos pueden concursar previa aceptación de las condiciones: no haber participado en menos de cinco años, haber presentado la prueba de entereza en la exclusa de aire para detectar cualquier riesgo de contaminación infecciosa o psicológica.

Los futuros padres tenían programada la entrega de su bebé 100% humano para el 1ero de julio junto con el instructivo de vida exitosa proyectada hasta su desconexión. La concepción natural había sido declarada impropia para la humanidad avanzada desde hace dos décadas. En cuanto a la asignación de su nombre, iba a ser sorteado por el fabricante al activarse el sistema de vida natural del nuevo ser.

Los padres acogieron con regocijo a su bebé. Escribieron enseguida una nota breve pero masiva a sus contactos para anunciar la feliz noticia. Recibieron no obstante una respuesta automática de un sensivity reader: la palabra “bebé” fue sustituida por “ser sin número asignado” y la palabra “alegría” por “satisfacción”. Shawn y Joy recordaron entonces algunos comentarios de sus abuelos respecto de la asepsia del lenguaje humano, tanto escrito como verbal, iniciada en 2020 con la contratación masiva de aseptizadores lingüísticos destinados a proteger la sensibilidad extrema de la generación de cristal educada por padres de algodón. Shawn se detuvo, volteó para cerciorarse de que ninguna alarma se hubiera activado. Le recordó a Joy, dibujando con el índice en su mano la palabra “contratación”, cuyo sentido recordaba por sus padres pero que había sido borrada de la lista de palabras autorizadas por el Comité Mundial por la Nueva Normalidad Democrática instaurada en 2050. Moderando su entusiasmo, la pareja contempló a su bebé. Era momento de activar su nacimiento por cincuenta años. En efecto, el estatus bajo de la pareja no les permitía acceder a la vida sin límite de tiempo. Habían hecho un intento al momento de juntarse, pero la solicitud les había sido denegada por motivos no explícitos que Shawn asumió como una intrusión del sistema en su vida: su relación consensuada no podía convertirse en amor oficial por sus nombres de pila.

El instructivo los guió paso a paso. Sin embargo, al momento de arrancar el proceso, el bebé se quedó callado. Joy exclamó: “! ¡Nos mandaron un clon de celuloide robotizado!”. Contuvo su tristeza y su mirada buscó respuestas en los ojos igual de decepcionados de Shawn. “Lo vamos A devolver, ¿verdad?, yo no quiero alimentar y criar un Tamagochi como les tocó jugar a mis abuelos de niños”. Mira Joy, contestó Shawn, “como todas las expresiones genuinas con LAS que fuimos educados ya no son posibles, ni siquiera te puedo decir…-se acercó al oído de Joy para pronunciar un “te amo”-, creo que es conveniente quedarnos con el bebé robot. Tendrá inmunidad biológica y nuestra vida será más fácil. Además, un bebé de verdad implica actualizar cada mes su sistema de desarrollo integral. Joy quitó el dedo del botón para el mensaje automático de devolución que se encontraba por oprimir.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM

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