loader image

Andrea Álvarez Sánchez

Hace poco presenté la canción «La baronesa Dadá» en un inolvidable performance dadaísta que realicé en una galería de arte. Por medio de un «trance mediúmnico» en escena, me convertí en Elsa von Freytag-Loringhoven, mejor conocida como la baronesa Dadá, una artista alemana-polaca que perteneció al movimiento dadaísta en la Europa de los años veinte.

Desde que descubrí a esta singular artista, me fascinó su estilo único y provocativo. La baronesa Dadá tenía una personalidad excéntrica y un estilo de vida bohemio, su imaginación desbordada se expresaba con formas fuera de lo tradicional. Tomaba objetos cotidianos, los resignificaba y los convertía en esculturas. De ahí que hoy se le considere la madre del ready-made.

En mi presentación salí al escenario vestida con un sombrero hecho de colador de pasta y adornado con fibra para lavar vajillas, aretes de cuchara, una gargantilla de tenedores, brazaletes de pinchos de coctelería y un brasier hecho de flaneras de hojalata. El conjunto es una obra de arte basada en el vestuario original que usó la magnífica artista dadaísta.

Desafortunadamente, por falta de gestión de su propia obra, muchas de sus creaciones quedaron en manos de otros artistas. La escultura Dios, hecha con una tubería puesta sobre un pedestal de madera fue atribuida por décadas a Schamberg, quien la había fotografiado. Lo mismo sucedió con La fuente, de Marcel Duchamp; muchos afirman que ella es la autora primigenia del orinal que se volvería la obra más famosa del arte conceptual.

Lo que más me intriga de la baronesa es cómo alguien tan brillante fue deslizándose por el tobogán de la soledad hasta terminar quitándose la vida envenenada por gas en su departamento de París. ¿Qué la llevó al suicidio?

Me adentro en la historia de su infancia. Elsa describe a su padre como insensible, alcohólico y violento. Su madre, en cambio, era una elegante pianista que le dio una educación cálida con un toque artístico que marcaría su vida; pero que, con el pasar de los años, terminaría retirada en un manicomio elaborando collages, murió cuando Elsa tenía 18 años. Poco después, la joven, tras un pleito con su padre quien la arrastró por el piso jalándola del cabello, se fue del hogar para nunca jamás volver. En la maleta sólo se llevó, por un lado, la afición a lo profano, a la exageración y a lo escatológico heredados de su padre; y, por el otro, la sensibilidad, la cultura y la experimentación visual, legados de su madre.

De esta manera, emprendió la búsqueda de sí misma y desplegó las alas de su imaginación para dar vida a la futura baronesa Dadá. Fue una figura controvertida que vivió una vida sin fronteras y rompió códigos culturales. Sin embargo, esto no bastó para salvarse de la tragedia. Quedó marginada por el poder de la elite en los circuitos de difusión del arte. A mi parecer, Elsa, sola y sin apoyo familiar, fue cavando su propia tumba al no saber integrarse a los círculos sociales adecuados y luchar por hacerse de un lugar en el medio.

Guardo mi vestuario de baronesa Dadá en una caja. Me siento orgullosa de haber representado a este personaje. Quizá la justicia divina me permite mostrar quién fue y darle el reconocimiento que nunca tuvo. Al hacer esto busco crear una memoria histórica que incluya a aquellos que han sido olvidados.

Exvoto a la Baronesa Dadá. Taller de exvotos contemporáneos de Andrea Álvarez Sánchez, 2023.

https://www.andreaalvarezsanchez.com/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *