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Esta no fue una buena semana para las instituciones morelenses. Más alá de los funcionarios que ocupan los cargos, las instituciones son las que le dan cohesión al Estado y su articulación las debería hacer funcionar como se espera: en el beneficio de la comunidad.

Las instituciones no son las omisas o las mal intencionadas, esos sí son los personajes que están al frente de ellas, que terminan creyendo que son ellos, en carne y hueso, los que tienen las atribuciones y el poder que en realidad les confiere el cargo.

Esta semana se cuestionó fuertemente al Poder Judicial, pero en realidad el daño que se le pudo o no haber causado a esta Institución es responsabilidad de personas con debilidades, ambiciones e intereses particulares, vicios que por su propia naturaleza no puede tener una institución.

De la misma forma, si el gobernador del estado no puede encontrar en la agenda espacio para acudir por lo menos para enterarse de cuál es la situación de la seguridad en el estado que gobierna, la culpa no la puede tener la institución de la gubernatura, el omiso es la persona.

Vale la pena recordar lo anterior antes de que nos derrumbe el pesimismo y pensemos que el estado ya no tiene remedio, sobre todo cuando vemos que los estigmas del feminicidio, el secuestro y el despojo siguen señalando a Morelos como el peor del país y como el segundo más peligroso en cuanto a homicidio doloso y robos.

Los niveles de violencia e inseguridad son desproporcionados para un estado como el nuestro y ese hecho parece indicar que los crímenes en la entidad son fomentados por algo que va más allá que los grupos de delincuentes organizados. No hay que perder de vista que la misma situación se vive en otros estados de la República con mayores recursos, más territorio y más población y hasta con contextos más peligrosos como podrían ser los pasos fronterizos y, aún así, Morelos los supera a todos ellos -o rebasa a la mayoría- en cuanto a incidencia de delitos de alto impacto, como los mencionados anteriormente.

Sin ser necesariamente las causas directas, la indolencia, apatía o mezquindad de quienes ocupan las instituciones podrían ser una de las causas de la alarmante condición de inseguridad que se vive en el estado.

Las instituciones se crearon para hacer funcionar al Estado, no para servir de coartada para las debilidades y ambiciones personales, ni para crear feudos temporales.

Así, ante la desazón que puedan causar las noticias y revelaciones, en Morelos todavía tenemos nuestras instituciones y nuestras leyes y con ellas podríamos solucionar muchos de nuestros problemas. Lo que quizá no hemos podido encontrar es a gente que esté a la altura ni de aquellas, ni de Morelos.

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