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(Parte 1)

Andrés Uribe Carvajal

Me gustaría empezar una miniserie en honor a los lugares/espacios que con más afecto frecuento en la ciudad de Cuernavaca. Quizá alguno de ellos te re-suene.

Si te lo piensas, un espacio es un lugar al que asistes mientras no estás en casa, nuestra rutina consiste en ocuparlos aunque sea momentáneamente, y moverse de unos a otros: de la casa al trabajo, del trabajo al restaurante, del restaurante quizá a un café o al gimnasio y después de vuelta al nido.

Cuando depende de nosotros, hay algunos espacios que hacemos nuestros, son lugares donde nos sentimos cómodos y que poco a poco se vuelven una prolongación de nuestro espacio privado. Lo mismo ocurre en las cafeterías o restaurantes, que pueden tener la peculiaridad ser lugares que sentimos propios, pero al mismo tiempo también de otros. De alguna manera los compartimos en muda complicidad, es como una plaza privada y a la vez expuesta el público. Nos sabemos solos, pero de alguna manera también acompañados.

Como cuando cada quien en la iglesia se hinca y reza para sus adentros, rodeado de otros/otras que hacen sentir que no está solo, que confirman su fe. Nuestra fe.

Libreria Gandhi/Cafetería Carajillo

Siempre es el mismo ritual, vengo a esta librería / cafetería desde hace 10 años. Lo primero es orillar el coche, al bajar de él me acerco al valet parking y lo saludo con afecto, siempre son mis amigos, nos contamos las nimiedades de la vida, cosas que repites no por aburrimiento, sino porque es una rutina que configura la seriedad de tus días, son un un check en tu lista. A veces le pregunto si está muy atareado o no, o si va mejorando en el ajedrez (el tío se aficionó al juego y le sirve para matar el tiempo entre coche y coche) Hace tiempo estaba Rick, otro valet, un gran amigo mío, un día salió en motocicleta por la noche a cargar gasolina y al salir de ella un perro se le lanzó a la pierna sin tregua alguna, él por tratar de esquivarlo dio un volantazo y salió volando por el aire, al caer su pierna se deshizo en el asfalto y quedó mal. Desde entonces le ha costado regresar. Es una pena, me gustaría volver a platicar con él, pasar revista cómo antes, ahora lo veo muy poco.

Una vez pasada esa primera parada me recibe Yaredh, Mau, o Deivid (cómo yo le digo) y con el cual siento una complicidad muda, anda con el pelo sobre los hombros y sé que le gusta la música quizá tanto como a mí, me parece un gran tipo. Atravieso ese primer umbral y dejo descansar mi mochila en alguna de las mesas disponibles, casi siempre ocupo la que da a la ventana. Pero si no cualquiera me va, siempre y cuando no le robe el espacio a alguien más.

Me acerco a la barra y saludo a los baristas, sacerdotes del café. Quizá a la que conozco de más tiempo es a Mabe, de alguna manera hemos crecido juntos. Es curioso como esas personas se vuelven parte de tu vida o de tu historia, si mañana ya no estuvieras aquí, aquellas personas podrían decir: Sí, él o ella, venían aquí todo el tiempo. Y tú dirías: Siempre me sentí recibido aquí por esta persona, porque los lugares y tu interacción con ellos a menudo son configurados en relación con las personas que los habitan. Por ende esas personas también se vuelven tus lugares: substancia de la vida.

Por cortesía más que curiosidad me siguen preguntando ¿qué te vas a tomar hoy? y yo siempre les doy la misma respuesta: Un café pasado por la chemex, un método de extracción de goteo lento que ya expliqué en otra entrega. (Si te interesa te dejo al final el link) Me siento, y con el café en mano saco un libro, o a veces la computadora y me pongo los audífonos:

Artista: Apparat disco- The Devils Walk – canción: Ash black.

En ese momento, ya no me encuentro más, es como si pusiera en off todo, los pendientes, las conversaciones, las preocupaciones, el campaneo de la vida que no deja de resonar afuera y que tanto distrae. Leo para acceder a otro mundo, uno ajeno que poco a poco necesito más y más. Leo, rodeado de libros, con una taza de café, y con música. ¿Qué más podría yo pedir a la vida?

Estos últimos días me he leído: Las mujeres de Adriano de Héctor Aguilar Camín. Un gran libro, lleno de desfachatez pero escrito magistralmente. Avanzo en ello un rato, y después organizo un poco mis días. Al terminar, me levanto, miro un poco los libros por si veo algo que me interese para después. Pido la cuenta, y en tanto hablo un poco con los baristas, les agradezco, pago y al salir me despido de Mau, Yaredh o Deivid.

Vuelvo a ver a mis amigos del Valet, me entregan las llaves le paso una cuota nos contamos cualquier cosa y nos despedimos con un hasta pronto hermano! hasta la próxima, hermano.

Cada que parto y dejo de verlos por un momento algo en mí se apaga, porque al final todo lo que sucede donde vivimos en en nuestro interior donde sucede. Esa cafetería significa más que un lugar para mí. Es la relación de los gestos inútiles que nos acercan a lo que somos, aunque sea sólo por los accidentes de la convivencia.

Hasta mañana Mabe, buen día Mau. ¿Cómo va ese ajedrez?

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