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En medio de tantos brincos y sorpresas, algunas de las cuales continúan en desarrollo, aunque sea muy de vez en cuando, resulta esperanzador recibir una buena noticia.

Tenemos que agradecer al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Morelos y a su delegado, Víctor Hugo Valencia, la gran noticia de que los monumentos históricos del estado dañados hace cinco años por el terremoto que aún recordamos muy bien, serán entregados en su totalidad a la población morelense en este mismo año.

El mismo terremoto que casi despareció a Jojutla, dañó 259 inmuebles históricos y la primera intervención de rescate que experimentaron fueron medidas de emergencia para evitar que colapsaran completamente o que se ahondara más el daño de las estructuras.

Ha sido un trabajo largo y atado constantemente por las limitaciones presupuestales, pero, aunque el rescate ha sido prolongado, parece que valdrá la pena, sobre todo después de apreciar el espléndido trabajo de restauración que el Instituto llevó a cabo en el Palacio de Cortés, que ahora alberga el Museo Regional de los Pueblos de Morelos que, a prácticamente semanas de abrir sus puertas, ya se perfila para ser un poderoso atractivo turístico para el estado.

En el Palacio de Cortés se realizaron trabajos que asombran por su sutileza y efectividad, parece cosa de ciencia ficción, por ejemplo, que al emblemático torreón del reloj no solo lo hayan apuntalado y consolidado, sino que le quitaron de encima una gran parte de su peso original y así, más ligero y reforzado, seguramente seguirá adornando a la ciudad durante generaciones.

Sin embargo, entre los 40 trabajos de rescate que aún quedan por entregarse hay varias de importancia similar al Palacio de Cortés: el templo de Santiago Apóstol en Jiutepec -cuyo presidente municipal, Rafael Reyes, anunció hace un par de semanas que ya se habían reanudado las obras de rescate-, y la Catedral de Cuernavaca, que, por sí misma, representa una invaluable parte del patrimonio cultural del estado.

Como se recordará, tras el sismo de 2017, la Catedral tuvo que cerrarse al público por más de año y medio pues tuvo graves afectaciones en las cúpulas y el área del campanario.

La Catedral se llenó de andamios para apuntalarla, se cosieron los cañones, se reforzó la fachada principal y se repararon múltiples grietas que comprometían su integridad estructural, pero, después de que se volvió a abrir al culto en 2019 parece ser que las obras se ralentizaron, por decir lo menos. Todavía hace unos meses, el Obispo comentó a La Jornada Morelos que la suspensión de actividades en el principal templo en uso del estado era una muestra del descuido en el que se tenía el patrimonio histórico y cultural del estado por parte de las autoridades estatales y federales.

Así que la buena voluntad del delegado Víctor Valencia debe tomarse con optimismo, somos muchos los morelenses que queremos volver a enorgullecernos del esplendor de nuestra historia y olvidarnos, de una buena vez, de las pesadillas del pasado.

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