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 Cafeólogo®

El café proviene de bosques. Crece bajo la sombra de árboles que le dan, además de sombra que regula la cantidad de luz y reduce la temperatura creando un ambiente fresco, también le proveen la nutrición que necesita para vivir, florecer, fructificar y reproducirse. Sin los árboles, cultivar café sería como desarticular el corazón del cuerpo. Y eso hemos hecho, cultivar café como un órgano aislado del organismo llamado bosque.

Para mantener un órgano separado del cuerpo, del organismo, hemos debido implementar una estrategia costosa para que el órgano siga vivo, como haríamos para mantener un corazón fuera del organismo. Sobre todo en cuanto a su nutrición se refiere; y para que dicho órgano produzca lo más posible, hemos creado la nutrición sintética o artificial, que todos sabemos no es comparable con la nutrición integral y orgánica que un organismo vivo necesita. Pero así lo hemos hecho. Fertilizar intensivamente ha sido la solución.

Esos fertilizantes no se crean de la nada: se obtienen de otros lugares o se sintetizan a partir de otras materias primas (como el petróleo, por ejemplo). Así, la caficultura se vio en la necesidad de vincularse y depender de la minería, para asegurarse sobre todo sus principales nutrientes: nitrógeno, fósforo y potasio. Se minan territorios para obtenerlos, ya sea de forma directa (minas) o indirecta (como cuando se sintetizan a partir del petróleo). La caficultura entonces se ha convertido en un excelente cliente de la minería. La caficultura se ha convertido en una fuente de explotación minera, directamente.

Todos sabemos lo que eso significa… pero creo que en realidad no nos lo imaginamos. Como sociedad estamos poco expuestos al significado claro y real de la minería intensiva, y si asomáramos la mirada a ella sospecho que terminaríamos más preocupados que aliviados. Por sus efectos en el territorio, en los recursos naturales, en las sociedades, en la salud de las personas, la minería intensiva no es una perita en dulce.

Hicimos un intercambio costoso: dejamos de lado la nutrición que proveen los bosques de manera sana, limpia y gratuita, para arrojarnos a los brazos de la minería, con todos sus desencantos y costos, de todo tipo. ¿Es que acaso no había de otra? ¿Es que acaso al café le gusta más la nutrición que proviene de la minería que la nutrición que proveía su ecosistema natural? La respuesta ya la intuye usted mismo. Por eso, aunque no nos guste, debemos hacer frente a la verdad: la caficultura se convirtió en una minería gigantesca, y eso no puede dejarnos indiferentes a los del café, ya sea porque disfrutamos producirlo, tostarlo, prepararlo o consumirlo. Y esta es solo la primera parte, hay una segunda parte que compartiré en mi próxima entrega. ¡Feliz domingo!

Imagen: La Jornada Morelos

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