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Juan Antonio Siller Camacho

Los principales itinerarios culturales o rutas que hemos identificado en el actual estado de Morelos, bajo los criterios generales definidos por la UNESCO., son los siguientes en una secuencia histórica a partir del siglo XVI al XX.

La primera que podemos identificar es la ruta de los monasterios del siglo XVI en las laderas del volcán Popocatépetl en los estados de Morelos, Puebla y Tlaxcala.

Estas primeras rutas fueron creadas en las diversas provincias de las ordenes mendicantes de los franciscanos, dominicos y agustinos, para llevar a cabo la evangelización. Fueron las primeras rutas que comunicaron a los distintos conjuntos de monasterios y a los nuevos asentamientos de las poblaciones indígenas y españolas.

La ruta externa más importante de tierra fue el antiguo camino real de la ruta de mar que tuvo el Galeón de Manila, entre Manila y Acapulco hasta la ciudad de México, a través de su paso por la ciudad de Cuernavaca. Que fue utilizado de 1565 hasta 1815.

La feria comercial que se realizada en el puerto de Acapulco de manera anual en los primeros meses del año, convocaba a un gran número de comerciantes que acudían a este sitio por un par de semanas, para posteriormente introducir las mercancías a diversos parianes y mercados existentes en el virreinato de la Nueva España.

Uno de las rutas o itinerarios culturales más importantes fue el camino real que partía de Acapulco hacia la capital de la ciudad de México, cruzando por el actual estado de Morelos.

Era un camino de arriería de mulas, angosto y empedrado en parte, con puentes estrechos en los puntos de cruces de los ríos. Había mesones y postas para el descanso, alimentación de los animales y el resguardo de las mercancías.

Se conoce actualmente en la salida de Cuernavaca, como el Camino Nacional, empedrado en parte y que conecta con la antigua carretera México-Cuernavaca. Así como la plaza del Zacate en el centro de la ciudad en donde estuvieron localizados los mesones y lugares de resguardo de las mercancías y animales de carga.

El Ferrocarril hace su aparición a final del siglo XIX en dos líneas la del llamado ferrocarril de Morelos, que fue el primero y el más antiguo. Su construcción se realizó de 1877 a 1881. La línea fue inaugurada el 18 de junio de 1881.

Era de vía angosta y cubría una distancia de 137 kilómetros, partiendo de la ciudad de México desde la estación de San Lázaro hasta la ciudad de Cuautla en la estación del antiguo convento de San Diego.

El objetivo era integrarlo al Ferrocarril Interoceánico y establecer en un futuro una comunicación entre el puerto de Veracruz y el de Acapulco.

Este estuvo dividido en tres secciones: la primera de México a Morelos (Cuautla); la segunda Cuautla a Cuernavaca; y la tercera de estas dos ciudades hasta la orilla del río Amacuzac.

El ferrocarril México-Cuernavaca-Balsas, fue una obra para comunicar a la ciudad de México con Cuernavaca y el Pacífico en su terminal del Balsas.

Se inició en 1892 y estuvo a cargo del ingeniero estadounidense J. H. Hampton, quien partió de la estación central de Buenavista en la capital del país para inaugurar su primer tramo en el año de 1893 a Tacubaya; luego seguiría hasta contreras para llegar a Tres Marías y, finalmente a Cuernavaca, donde fue inaugurado el 11 de diciembre de 1897, por el entonces presidente de la república Porfirio Díaz.

Fueron realizadas importantes obras de ingeniería, como túneles, puentes, contrafuertes, cortes y ademes a lo largo de la vía y de las estaciones de paso, carga, y terminales en algunas de las ciudades.

Muchas de ellas estuvieron trazadas para conectar a las haciendas e ingenios de caña de azúcar y transportar la producción a los mercados y comercializaciones principales en el país.

En la región de Cuautla, algunas de estas estaciones de carga contaban con grandes patios, que eran usados como “asoleaderos de arroz” en estas haciendas dedicadas a este cultivo.

Las estaciones principales como la de Cuernavaca y Cuautla, contaban con espacios de estar para los pasajeros, administración, bodegas de mercancías, un pequeño hotel en la parte alta de la estación y el servicio de telégrafos que acompaño siempre al ferrocarril.

Entre los trabajadores que hacían funcionar adecuadamente este complejo ferroviario y estaciones, se contaba con trabajadores que desempeñaban los puestos de superintendente, despachador, telegrafista, operador de trenes, oficinista, mecánico, encargado del taller, operario, maquinista, conductor, patiero, almacenista, oficial, garrotero, estibador, maletero y portero.

Foto: Archivo JASC

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