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Andrés Uribe Carvajal

Abro los ojos en Helsinki, trato de poner en orden los pensamientos, y reviso las cartas del día, la baraja de tareas. Me quedo mirando la pizarra como si fuera un mapa incomprensible, como quien busca el infinito o su futuro en el techo de su cuarto, de fondo suena guitarra y voz de Andrés Cepeda pienso: carajo, qué pedazo de guitarrista, y de pronto recuerdo de golpe ¡Miro! hoy quedé de ver a Miro, bajista finlandés que conocí un año atrás.

Cuando conocí a Miro llevaba un bajo a rayas blancas con negro parecido a como lucen los pisos de esas cafeterías americanas donde venden hamburguesas y malteadas, yo jamás me compraría un instrumento así, me da vértigo esa combinación, pero en Miro sentaba bien, él tenía mucho estilo, hablaba perfecto inglés y su entonación era fresca y joven, usaba una arracada en la oreja, y unos lentes vintage, el tipo parecía sacado de una película de Wes Anderson.

Nos llevamos bien de golpe, lo primero que me dijo fue: dime que no eres uno de esos músicos que sólo quiere tocar jazz todo el tiempo a lo que le respondí: qué va, yo quiero tocar surf todo el tiempo, era mentira, pero igual nos reímos. Ese día encontré a Miro en un café cerca del puerto, justo cuando planeábamos ir a comer recibí un mensaje: Estoy en Helsinki. Encuéntrame. – Era K.

K era una amiga muy especial que curiosamente también había conocido a Miro, trabajamos una temporada juntos los tres, quedamos de ir a buscarla en el coche, ella también estaba acompañado de dos amigos en común. El mundo es un pañuelo. -¿Qué estamos haciendo todos en Helsinki?

Cuando me encontré con K, corrió hacia mí y me abrazó como quien abraza el calor del sol tras un mes de sombra, como los soldados que vuelven a casa con el horror del mundo en sus espaldas y encuentran a su perro en la entrada de su casa, un fragmento de ternura después de tanto. En mi mente More than this de Roxy Music sonaba o por lo menos así recuerdo que sonó en ese momento. There was no way of knowing/Like a dream in the night/Who can say where we’re going? No le pregunté a K qué estaba haciendo ahí, no era mi tema si ella no quería contarme. Sólo agradecí verla.

Fuimos a comer a un mercado donde había diferentes opciones de cocina internacional, le pedí a Miro que me recomendara algo local, me dijo que debía probar el Karjalanpiirakka que consiste en una pasta hecha con una mezcla de harinas de centeno con un relleno de arroz con leche. Se come con una mezcla de mantequilla y huevo duro colocada encima de la tarta. Pedí un un par de esos pastelillos, y lo acompañé con un jugo de naranja, nada mal para amainar el hambre.

El tema no salió de mis labios, pero durante la comida fue inevitable dejarlo pasar, Miro y los demás empezaron a preguntar, ¿qué haces aquí K? Resulta que K había tenido un desencuentro amoroso de lo peor, una historía trágica y ahora había quedado atrapada en Helsinki esperando salir de ese país, y de esa persona que tanto la había lastimado, y que de alguna manera la había llevado hasta ahí. Básicamente estaba perdida en esa ciudad finlandesa por unos días más en lo que esperaba su vuelo de regreso a casa, la conversación se llenó de nubes, y para romper con ello, propuse ir a tomar algo, por lo menos nos soltaría a todos un poco, especialmente a K.

Entramos a un local, y notamos como el silencio reinaba en el espacio a pesar de tener gente, es algo muy de aquí me dijo Petre, otro amigo finlandés que estaba con nosotros, no nos importó. Todos teníamos algo que soltar ahí, quizá nuestras incertidumbres y con ello acortar la distancia y el tiempo.

Como un cuchillo sobre mantequilla el tiempo avanzó cortando las nubes, y mejorando el clima de la conversación entre risas y bromas. Cada tanto K y yo nos mirábamos sonriendo como diciéndonos el uno al otro; hey, todo va a estar bien. Afuera la lluvia seguía, parecía nublar otros destinos, en nosotros el sol se asomaba. Lo importante es sentir calor dentro.

Me despedí de Miro y Petre en un café frente al parque Esplanadi, donde una banda de jazz empezaba a tocar, Miro curiosamente miraba entusiasmado. Cuando me despedí de K, volvimos a sonreír en silencio, para ella y para mi ese silencio era una manera de hablar, así se había fundado nuestra amistad, era nuestro código porque yo entendía cada gesto suyo, era un silencio cómodo y reconfortante que susurraba un -buena suerte en tu vida, para ella y para mí.- Todo ese encuentro me recordó el filme de Sofia Coppola: Perdidos en Tokio, donde Bob Harris (Bill Murray) se encuentra con Charlotte (Scarlett Johansson). Es una película de dos seres a la deriva perdidos en sus propias vidas que se encuentran en una ciudad ajena a ellos.

De alguna manera nosotros también estábamos perdidos.

«No sé quien soy», le dirá Charlotte a Bob en una de esas largas noches de insomnio. «Ya lo vas a descubrir —él le contesta—. Cuánto más sepas quién eres y qué quieres en la vida, las cosas te van a doler menos».

Me hubiera gustado decirle eso a K en ese último abrazo.

Cuánto más sepas quién eres y qué quieres en la vida, las cosas te van a doler menos.

Foto: http://lucesdelnortefinlandia

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