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Raúl Silva de la Mora

Bruno Montané Krebs (Valparaíso de Chile, 1957). Vivió en México entre 1974 y 1976 donde fundó junto a otros poetas como Mario Santiago y Roberto Bolaño, el movimiento poético Infrarrealista. Desde 1976 reside en Barcelona.

En 2018, la editorial Candaya publicó El futuro, poesía reunida (1979-2016), con prólogo de Ignacio Echevarría. Su obra ha sido traducida al catalán y alemán, e incluido en diversas antologías y revistas de México, Chile, Francia y España, como Revista de Bellas Artes, Berthe Trépat, Correspondencia Infrarrealista, Rimbaud vuelve a casa, Trilce, La zorra vuelve al gallinero o Litoral. Actualmente es editor de Ediciones Sin Fin, editorial de Barcelona que ha publicado poetas latinoamericanos como Jorge Teillier, Osvaldo Lamborghini, Carmen Ollé y Mario Santiago Papasquiaro.

I

La albañilería es el arte de construir edificios. Una novela es una obra de albañilería. Construir es una labor que requiere de instrumentos tan plenamente poéticos como la plomada, ese artefacto de plomo que se vale de su peso y de la gravedad para encontrar lo que es verdaderamente vertical. La albañilería requiere de andamios, también, donde lo horizontal es elemental y vital. Levantar edificios, casas, castillos y torres requiere de poleas, cucharas, picos, palas, nivel de burbuja, cemento, cal, arena, piedra, ladrillos, agua y una buena cuadrilla de hombres capaces. Un novelista es un albañil que es un poeta, como Bruno Montané Krebs.

II

Con demasiada frecuencia, la historia no está en lo cierto. La leyenda, casi siempre, suele situarse en territorios de lo verdadero. La historia es una disciplina de lo más indisciplinada, mientras que la leyenda es una oveja negra y no necesita de mayor comprobación que aquella que se esparce a través de la sabiduría popular. Todo esto, lo admito, es un acto de irreverencia hacia nuestro Félix mayor del Modernismo, porque me inspiro en sus palabras para darles un cauce evidentemente distinto. Decía el poeta, en La muerte de Salomé: “La historia, a veces, no está en lo cierto. La leyenda, en ocasiones, es verdadera.” Historia y leyenda son La leyenda simplemente es. Efímera, simplemente es.

III

Cuando leí las primeras líneas de Efímera (“Vine a este país porque me dijeron que vería cosas distintas a las que hasta entonces había conocido.”), fue inevitable que en mi mente apareciera Pedro Paramo (“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Paramo.”). No sólo fue el “vine” lo que me hizo conectar estos dos principios, sino algo más profundo, relacionado con el misterio que propone lo desconocido, y lo que entraña lo otro, lo diferente. Pedro Paramo era un desconocido, es decir: un padre que su hijo no conocía. Félix, un poeta “de temperamento fragoroso pero inclinado a lo más sutil”. Ya sé que a Bruno esta comparación habrá de parecerle excesiva. Pero no pretendo llevarla a otro territorio distinto al de esa empatía que la literatura es capaz de fraguar, apropiándose no de lo que está en los libros sino en la atmosfera, lo que se respira, lo que se huele y lo que se siente en la médula, artífices de la poesía y de la prosa. Pero, claro, cualquier alusión al paralelismo que toda obra tiene, corre el riesgo de regatearle a sus autores su singularidad.

IV

Esta es la historia de un poeta que soñó que la selva de su país le reprochaba actos que él no recordaba haber realizado. ¿Por qué quería ser rico? Lo interrogaba la selva, pero él no se reconocía en ese deseo. La tristeza lo invadía y todo tenía la forma de “un espejo en la mano de un muerto”.

V

Esta es la historia de un poeta migrante que con nostalgia y melancolía recorre otras tierras, comiendo arenques y bebiendo cerveza tibia.

VI

Esta es la historia de un poeta que convierte sus amores en misterios insondables y sabe muy bien que la imaginación es más verosímil que los recuerdos. La poesía, como la música “es tan solo una solitaria voz que se pierde en la oscuridad”.

VII

Esta es la historia de un poeta “que siempre viviría al borde del eterno, manoseado y vapuleado abismo.”

VIII

Esta es la historia de un poeta que se sienta a la mesa de un presidente y lo escucha relatar como fue que rechazó una pequeña locomotora de oro que le ofreció un empresario inglés, por temor a que se tratara de un señuelo, la típica zanahoria para seducir al burro. El presidente le confía al poeta que su intención es tan solo ser un hombre justo y “a veces simple y llanamente no te dejan”. El poeta, a su vez, le narra una pesadilla, donde el miedo es un grito desgarrador que nadie escucha, provocado por un espectro sin ojos ni boca ni nariz ni oídos, que se le aparece mientras lee a Baudelaire en un pasillo, rodeado por gente conocida. Esa rara pesadilla “creo que nos concierne a todos”, le dice el presidente. La vida es un teatro que nos ofrece claves para andar el camino, claves que casi siempre se disuelven en la nada.

IX

Efímera es una visitación onírica, una insistente expedición para liberar los fantasmas que siempre estarán agazapados a la vuelta de nuestras esquinas, en ese caminar que es la vida y su necia obsesión por encontrar nuestra propia libertad. Bruno Montané Krebs pronuncia este “grito eufónico y utópico de un náufrago”. Rubén Darío es su cómplice en alta mar.

Efímera. Ediciones Contrabando. Valencia, España, 2022. 94 pp.

www.edicionescontrabando.com

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