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Cuitláhuac Alfonso Galaviz Miranda*

Durante los últimos días, los libros de texto gratuitos han estado en el centro de las discusiones públicas. No son pocas las polémicas generadas a raíz de los nuevos materiales educativos y las opiniones al respecto han sido tan numerosas como dispares. En estas líneas me centraré en un aspecto del debate: la inclusión de las guerrillas de los años sesenta y setenta en un material de apoyo para profesoras y profesores de nivel secundaria.

El tema es claramente complejo. Es importante que se toque, pero hay que ver las formas. Según la nota principal del 9 de agosto en el periódico Reforma, lo que hace la SEP es enaltecer secuestros y guerrillas. La nota reprocha particularmente la forma en la que es tratado el intento de secuestro y la muerte del empresario Eugenio Garza Sada por parte de un comando de la Liga Comunista 23 de septiembre (LC23S). Para Reforma, en el libro que sirve de material de apoyo para profesoras y profesores de nivel secundaria, el tema se encuentra “tergiversado”. Más aún, señala que “la SEP instruye a los maestros de Secundaria a seguir su legado”.

Veamos qué dice el libro al respecto:

“El secuestro como arma político-militar no fue una estrategia en donde la LC23S lograra alguna victoria. El primero de sus descalabros ocurrió el lunes 17 de septiembre de 1973 al intentar retener en Monterrey a Eugenio Garza Sada, ícono y leyenda del empresariado mexicano, en cuya acción perdieron la vida el empresario, su chofer y dos elementos del comando guerrillero”.

La lectora o el lector tendrá una mejor opinión, pero no veo nada de enaltecimiento en la forma de relatar los hechos. Lo que sí me parece es que a quienes dirigen Reforma les molesta que las acciones guerrilleras no sean abiertamente criticadas y que tampoco se ensalce y se le rinda homenaje a Garza Sada. Yo creo que ambas cosas son un acierto. Criticar de antemano la violencia guerrillera es lo más fácil; tratar de entender sus razones es más difícil, pero sería benéfico para la sociedad mexicana, no tengo duda.

A todas y todos los mexicanos nos convendría discutir cómo y por qué un grupo de jóvenes llegó a la conclusión de que había que cambiar drásticamente el México del periodo y que los métodos violentos eran la mejor forma de hacerlo. ¿Qué estaba pasando durante esos años para que tal conclusión—ciertamente radical— se anidara en la mente de cientos de jóvenes (no sólo en México, no lo olvidemos)?

Yo tengo mis propios argumentos al respecto, aunque creo que no es el momento de compartirlos. Por ahora, lo que más deseo resaltar es que, desde mi perspectiva, la discusión sería valiosa e incluir el tema en el libro de apoyo para profesoras y profesores podría ayudar a fomentarla. Incluso, el trato editorial de Reforma sobre la temática me parece perjudicial. Es claro que quienes dirigen el periódico tienen su idea, pero pareciera que no quieren que las y los demás sepamos sobre el tema, lo discutamos y podamos tener opiniones diferentes.

Creo que inclusive sería benéfico que la difusión sobre esos procesos fuera más amplia y llegara a más sectores de la población mexicana. Es indudable que durante la segunda mitad del siglo XX hubo todo un conjunto de organizaciones armadas que quería instaurar el socialismo como forma de organización social en nuestro país; quienes militaban en tales organizaciones mantenían que la violencia política organizada era el mejor método para conseguirlo (en ocasiones utilizaron esa misma violencia contra sus propios compañeros). También es indudable que la política estatal para contrarrestar las guerrillas de la época llegó a niveles extremos, como, por ejemplo, la práctica de “tierra arrasada”, táctica que busca acabar con todo lo que pueda ser de utilidad para la lucha guerrillera (así implique violentar de manera generalizada y sistemática a poblaciones enteras).

Esos procesos forman parte de nuestra historia reciente, está claro. La pregunta relevante entonces es ¿qué hacer con ellos?; en otras palabras, ¿qué lugar asignarles como parte inevitable de nuestro pasado? Durante décadas se utilizó una estrategia: echarlos debajo de la alfombra, hacer como si no hubiera pasado nada. Por ello celebro que por primera vez formen parte de un material educativo elaborado para escuelas públicas.

Para finalizar, no quiero dejar de mencionar un aspecto: seguramente la muerte de Garza Sada fue dolorosa para sus seres queridos; no obstante, en esas historias de violencia las víctimas fueron muchas. Silvia Valdez (esposa de Javier Rodríguez Torres, uno de los militantes guerrilleros caídos durante el intento de secuestro) fue brutalmente torturada después de los hechos, con todo y que no tenía que ver con las acciones políticas de su esposo. La querida Silvia también era totalmente inocente y aún tiene secuelas físicas y psicológicas a causa de las torturas; ha sido mucho dolor durante mucho tiempo. Ese es el tipo de historias que obscurece la visión preestablecida y sin debate que se quisiera desde Reforma.

*Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora.

Posible entrecomillado:

Es indudable que durante la segunda mitad del siglo XX hubo todo un conjunto de organizaciones armadas que quería instaurar el socialismo como forma de organización social en nuestro país; quienes militaban en tales organizaciones mantenían que la violencia política organizada era el mejor método para conseguirlo

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