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El perro “Chéster” lo debe saber: cayó en excelentes manos. Primero lo rescataron de la calle y, ahora, sus amos han organizado una campaña urgente para reunir fondos y operarlo de la vesícula, una intervención que no sale barata, pero que, de no realizarse, podría costarle la vida a esta mascota, un perrito café con lomo negro, de patas cortas y de raza indefinida, como lo son la mayoría de los canes que nacen y viven en la calle.

A “Chéster” -o, “El Gordo”, como lo apodan- un grupo de humanos le salvó la vida, primero, al adoptarlo y generosamente hacerlo parte de la familia, y ahora buscan repetir la hazaña y salvarle la vida de nuevo buscando, como sea, el dinero para operarlo.

No todos tienen la suerte de “Chéster”. Aunque en México se calcula que el 70 por ciento tienen algún tipo de mascota, nuestro país es el tercero a nivel mundial en cuanto a maltrato animal por el número de animales que anualmente son abandonados, pues de un hogar, cada año pasan a las calles por lo menos medio millón de animales de compañía, entre perros y gatos.

Hay un lema entre los veterinarios: “no hay animales callejeros, hay amos irresponsables” y las estadísticas le dan la razón. Como lo demuestra el típico caso del regalo de cumpleaños que crece y se convierte en un estorbo en unos cuantos meses y que, sin deberla ni temerla, se ve abandonado en la calle o en la carretera u olvidado en una azotea.

Y a pesar de su irresponsabilidad, los mexicanos adoptan cada vez más mascotas: en diez años -2008 y 2018- la población de perros domésticos aumento 20 por ciento en nuestro país y, aunque no hay un censo animal, la Asociación Mexicana de Médicos Veterinarios Especialistas en Pequeñas Especies (AMMVEPE) estima que hay alrededor de 28 millones en México, pero solo el 30 por ciento viven bajo los cuidados humanos, el resto está en situación de calle. Y de los callejeros, el 70 por ciento de los perros y gatos sufrieron abandono o son crías de animales abandonados sin esterilizar.

En efecto, los humanos somos los causantes de la existencia de la mayoría de los perros que se ven deambulando por la calle, generando no solo un problema de salud, sino dolor innecesario para todos esos animales que, en las manos adecuadas, pueden tener incluso funciones terapéuticas.

Por eso son encomiables los esfuerzos que varios municipios realizan para rescatar, vacunar, esterilizar y fomentar la adopción de estos animales de compañía -Cuernavaca, Jiutepec y Jojutla, por ejemplo- a pesar de las críticas que algunos desinformados les han dedicado.

Aprovechando que es domingo, saque a pasear a su perro y, si aún no tiene uno -o no tiene tampoco a un gato- y tiene las posibilidades, el espacio y la voluntad, busque un albergue para adoptar una mascota que, seguramente, enriquecerá su vida de formas que quizá usted ni se imagine.

O, por lo menos, busque la novela “Los perros duros no bailan” de Arturo Pérez Reverte, una odisea protagonizada por perros en la que un par de canes concluyen que no siempre los humanos merecen la lealtad de los perros, aunque “hay amos estupendos. Todo es cuestión del número que te salga en la rifa”. A “Chéster” o “El Gordo”, le salió un número ganador. Ojalá lo salven de nuevo.