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Una ciencia ¿improbable?

 

Reanimar arañas muertas para usarlas como material biomecánico, científicos que les gusta lamer piedras y ocho investigaciones más fueron las ganadoras de los premios Ig Nobel de este 2023, una iniciativa que se realiza desde 1991 para premiar investigaciones “que hacen reír a la gente y luego pensar”. Los Ig Nobel celebran lo inusual, honran la imaginación y estimulan el interés de la gente por la ciencia, la medicina y la tecnología, o al menos eso es lo que dicen estos premios de sí mismos en su sitio web. Lo que es un hecho es que las investigaciones que obtienen estos premios son todo menos aburridas.

Por ejemplo, el artículo sobre de las arañas que menciono al inicio consistió en utilizar el exoesqueleto de una araña lobo (familia Lycosidae) como insumo para crear una especie de pinza. Algo muy llamativo es que el artículo acuña el término “Necrobótica”, una especie de robótica de cuerpos muertos (¡como zombis mecatrónicos!). El texto sobre lamer las piedras, por otro lado, es una interesante disertación (con un delicioso enfoque histórico) sobre esta práctica que facilita identificar fósiles en sustratos.

Para ponernos a tono con las fiestas patrias, en 2009 los Ig Nobel reconocieron a científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México por crear una película de diamantes a partir de tequila… sí, esa bebida que tanto se vende en el mes patrio. Resulta que el tequila tiene una proporción de agua y alcohol ideal para que, mediante un proceso fisicoquímico, se produzcan películas microscópicas de diamante. El texto está disponible en ArXiv googleando “Growth of Diamond Films from Tequila”.

Siguiendo con lo nacional, en 2010, tres científicas, dos de ellas del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional, fueron premiadas por su estudio sobre el perfeccionamiento de un método para recolectar mocos de ballena usando un helicóptero de control remoto, el cual se posaba justo arriba del espiráculo (el agujero por donde lanzan agua) para colectar la muestra. Hoy se pueden usar drones para esto, pero hace 15 años (las muestras se tomaron en 2008) había pocas opciones para contar con dispositivo volador que pudiera controlarse a distancia; y una de ellas era precisamente un helicóptero “de juguete”. Esto fue tan llamativo que incluso la NBC hizo una nota al respecto.

El año 2010 tuvo otras investigaciones interesantes. Un equipo encabezado por científicos japoneses usó un moho limoso de color amarillo (Physarum polycephalum) para determinar las rutas óptimas para las vías del ferrocarril en Tokio. Resulta que este moho crece en un sistema de redes muy eficiente, así que los científicos pusieron una célula de moho en un punto que representa Tokio y hojuelas en 36 puntos que representan las ciudades. El moho creció creando una red de líneas súper eficientes, del punto inicial a los nutrientes. De este estudio hay un reel en Instagram de Pandora Dewan que lo explica muy bien.

Lo anómalo, lo que sale de la norma nos resulta fascinante; eso que ocurre en la periferia es asombroso. Quizá por eso los Ig Nobel nos siguen sorprendiendo no solo por el conocimiento que aportan, sino por llevarnos a los pliegues de lo conocido y cotidiano.

Seguramente habrá quienes consideren que todo, incluida la ciencia, debería tener una aplicación, un sentido utilitario. Contrario a la cuasi hegemónica lógica de la utilidad, las cosas no necesariamente tienen valía por su posible o probable uso. Mucho de lo que experimentamos puede no tener utilidad alguna y no por ello deja de ser importante, al menos a nivel personal. Un profesor de literatura en preparatoria nos decía que tienen razón quienes dice que la literatura no sirve para algo concreto, que no puedo tomar un poema y hacerme una casa, pero… ¿realmente necesitamos un para qué? O podemos pensar, como en ese memorable verso de Angelus Silesius (Polonia, 1624) que “la rosa es sin porqué, florece porque florece”.

*Comunicador de ciencia. Instagram: @Cacturante