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La vivienda como patrón de relaciones

 

Como en ocasiones anteriores, en donde hemos rendido homenajes póstumos a personajes de gran relevancia en el ámbito espacial, toca el turno al urbanista inglés John F. C. Turner (1927-2023) fallecido hace apenas un par de semanas y quien analizó la emergencia de los llamados asentamientos irregulares, que empezaron a caracterizar las ciudades en América Latina desde los años 1950s.

Turner inició su carrera estudiando arquitectura en la Architectural Association en Londres y desde joven tuvo contacto con las ideas anarquistas de Peter Kropotkin y Herbert Read, para después explorar las ideas de Lewis Mumford y Patrick Geddes. De este último aprendió que los objetos materiales adquieren relevancia a partir de las relaciones entre sí, lo que más adelante se traduciría en la revaloración de los vínculos comunitarios entre los habitantes de la ciudad.

La relevancia de esto es que la gente valora no tanto su casa por su forma y estructura sino por su proximidad al trabajo, escuelas, familiares y amigos. Comentaba al respecto “No estamos hablando de gente, no estamos hablando de edificios, estamos hablando de la relación entre ellos. Ahí es donde está el significado […]”. Lo anterior implica además que las ventajas de las ciudades se traducen en las relaciones de proximidad que se encuentran en ellas.

Con este bagaje de ideas a cuestas, Turner llega invitado a trabajar en algunas de las barriadas populares autoconstruidas en Perú, en donde quedó impresionado de que los habitantes de dichos asentamientos contaran con una capacidad financiera, organizativa y el oficio para responder activamente al problema de la vivienda informal. Además, partiendo de que las relaciones son dinámicas, refería que la vivienda respondía a situaciones cambiantes en la vida de los individuos en cuanto su posición en la escalera de la movilidad social, su localización geográfica en la ciudad y la evolución de su trayectoria familiar.

El análisis de las ciudades latinoamericanas le permitió entender la función instrumental de los asentamientos irregulares dentro del proyecto de modernidad –que venía gestándose desde las décadas previas–, en donde los inmigrantes pasaban de inquilinos de las vecindades centrales, a optar por una parcela irregular en las afueras de la ciudad en la cual construir un asentamiento a donde llevar a vivir a su familia. Aun cuando esto representaba largas horas de traslado a las fuentes de trabajo, las periferias crecieron exponencialmente y se convirtieron en el modo de construcción prevaleciente para la población de bajos recursos durante la segunda mitad del siglo veinte.

En colaboraciones anteriores hemos tocado el tema de la vivienda de interés social y de la manera en que desde la primera década del siglo actual, el Estado mexicano promovió desarrollos masivos a cargo de grandes constructoras como Geo, Urbi, Homex, etc. Sin embargo, queda por abordar la formación de los asentamientos irregulares –convertidos después en colonias populares– en donde la población que nunca ha tenido acceso a un crédito hipotecario ha tenido que recurrir a ellos para cubrir sus necesidades habitacionales.

Así como Turner veía en estos asentamientos una expresión de la lucha de las comunidades por un lugar donde vivir, también creía que para ello sería necesario asegurar la propiedad o la seguridad de tenencia a los residentes para mejorar sus condiciones de vida y con ello promover la inversión comunitaria en infraestructura y servicios. Además, consideraba que era imprescindible la participación activa de las comunidades en la toma de decisiones para desarrollar así soluciones efectivas y adecuadas a las necesidades de sus habitantes. Para ello, buscó desmitificar la economía informal, argumentando que esta surge como una respuesta lógica a las limitaciones económicas y de empleo que enfrentan las poblaciones urbanas marginadas.

Morelos tiene un sector informal importante en todas sus áreas urbanas y los asentamientos irregulares han servido como un recurso de supervivencia para la población de menores recursos. Es así que, en lugar de considerar a este sector como algo que deba ser eliminado, deberíamos explorar la posibilidad de su reconocimiento e integración a la economía formal en la medida de lo posible, para mejorar con ello sus condiciones de vida y sus perspectivas económicas, en donde los trabajadores informales tengan derechos laborales básicos, promoviendo así lo que Turner llamó la creación de comunidad.