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¿Llegó el fin de la “flor cadáver”?

 

El olor de esta flor no es dulce ni delicioso: huele a cadáver. Conocidas como “Flor cadáver”, las Rafflesia son un género de plantas distribuidas en bosques húmedos de las islas del sudeste asiático, con 42 especies reconocidas. La más famosa es Rafflesia arnoldi, descubierta hace más de 200 años por Thomas Stamford Raffles y Joseph Arnold.

Antes de abrir sus pétalos, esta gigantesca flor (de hasta 1 metro de diámetro) es ―literalmente― invisible. ¿Cómo puede pasar desapercibida una planta que tiene una flor que puede pesar 10 kg? Porque Rafflesia no tiene tallos, raíces ni hojas; es un parásito que al más puro estilo de los xenomorfos de Alien, vive dentro de los tallos de una enredadera del género Tetrastigma, alimentándose de sus nutrientes hasta que, llegado el momento de emerger, brota un pequeño bultito en uno de los tallos. Este capullo crece hasta alcanzar un tamaño descomunal para luego abrir sus cinco enormes pétalos y despedir ese característico olor a carne putrefacta, lo que atraerá a moscas y escarabajos. Estos insectos, embelesados por el aroma, se llenarán de polen de la planta y, como hacen las abejas, lo depositarán en otra Rafflesia en flor para polinizarla. Una vez fecundada, la flor producirá frutos con semillas que serán dispersadas por mamíferos pequeños (como las musarañas) y hormigas. Estas semillas germinarán e infectarán otras enredaderas de Tetrastigma, pudiendo mantenerse en latencia durante años hasta que, nuevamente, sea momento de emerger.

No solo el ciclo de vida de las Rafflesias es fascinante, también lo es su genética. Un estudio publicado en 2014, que el genoma usando semillas de esta planta, encontró que Rafflesia parece haber perdido los genes responsables de desarrollar cloroplastos (esa parte de las células de las plantas responsable de hacer fotosíntesis), convirtiéndola en “el primer grupo de plantas para el cual no existe genoma de plastidio reconocible”. El artículo, encabezado por Jeanmarie Molina, científica de origen filipino de la Universidad de Long Island en Brooklyn, Nueva York, también encontró “evidencia de transferencia horizontal de un gen potencialmente involucrado en eludir las defensas del huésped”, en otras palabras, Rafflesia incorporó genes de la enredadera que parasita para evadir sus defensas (la transferencia horizontal de genes es frecuente en otros organismos, p. ej. bacterias).

La compleja biología de la “flor cadáver” la hace casi imposible de cultivar. Hay muy pocos casos de éxito de cultivo en laboratorio o jardines, uno de ellos, es el de Joni Hartono, un jardinero de Sumatra que ha colectado frutos maduros de esta planta para parasitar artificialmente enredaderas de Tetrastigma, logrando obtener flores de Rafflesia en el jardín de su casa.

A pesar de su enorme tamaño y de la fascinación que causan (dos Pokemon y una carta de Yu gi oh se inspiran en ella), la gigantesca y pestilente Rafflesia podría desaparecer en el futuro cercano.

De acuerdo con un extenso estudio publicado hace apenas dos semanas, más de la mitad (60%) de las especies conocidas de Rafflesia están en grave peligro de extinción. El artículo, liderado por Pastor Malabrigo de la Universidad de Filipinas Los Baños, también asegura que algunas especies podrían extinguirse incluso antes de que sean conocidas, debido a la desaparición del hábitat y a la ausencia de estrategias de conservación. Los resultados de este artículo también muestran que solo una de las 42 especies de Rafflesia se encuentra en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza cuando al menos 25 están en un riesgo crítico. Además, los autores estiman que “al menos el 67% de los hábitats conocidos se encuentran fuera de áreas protegidas, lo que exacerba su vulnerabilidad”.

Para responder a esta alarmante situación, los científicos hacen un llamado a hacer de las Rafflesias un ícono de la conservación en la región, como en su momento lo fue el panda, con un enfoque que combine una mayor investigación para describir las especies desconocidas, la propagación fuera de los hábitats (ex situ), el ecoturismo y una extensión de las áreas protegidas; además de resaltar la importancia de la acción de las comunidades locales y las campañas de concientización vinculadas a las redes sociales.

El futuro de esta flor, como el de muchas especies de plantas y animales es incierto. Puede ser que, sin saberlo, estemos orillando a que Rafflesia abra sus pétalos por última vez.

*Comunicador de ciencia. Instagram: @Cacturante