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En una carta de 1789, Benjamín Franklin escribió “En este mundo, nada se puede decir como cierto, excepto la muerte y los impuestos”: A partir de entonces, se ha parafraseado de distintas maneras para subrayar que, así como la muerte es natural y obligatoria para cualquier ser humano, pagar impuestos también lo es para los integrantes de una sociedad civilizada.

Los impuestos sirven para redistribuir la riqueza, para financiar los servicios públicos; fomentan la estabilidad económica, sirven para regular la economía, financiar la deuda pública y, en resumen, son el motor de cualquier economía y el sustento de cualquier gobierno. Todo eso lo entendemos bien y lo aceptamos de buena gana. Debemos pagar impuestos.

Pero, mal usados por quienes deberían cobrarlos y administrarlos en beneficio de la comunidad, funcionan al revés: originan inequidades, frenan el crecimiento, ahuyentan la inversión y pueden representar una injusta carga para quienes invierten su dinero para mover la economía a diversas escalas.

Uno de los elementos que más llamaron la atención del reciente Paquete Presupuestal del Ejecutivo es la propuesta de duplicar el impuesto sobre la nómina, pasarlo del 2 por ciento al cuatro por ciento, y los primeros en llamar la atención son los empresarios de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo (Canaco-Servytur), quienes advierten que tal medida podría ser la lápida para los pequeños comercios que suelen vivir al día.

Recuerdan que la Iniciativa Privada ha sufrido una serie de aumentos en el último año, como el salario mínimo, los periodos de vacaciones y la propuesta de duplicar el aguinaldo para reducir las horas laborales y obtener más días de descanso al año, medidas que las empresas simplemente ya no pueden soportar.

Pero, más allá de los posibles efectos de tal medida, es difícil de comprender la razón que tiene, pues la economía estatal lleva estancada varios años. De acuerdo con el INEGI, en el último año, las actividades primarias en Morelos como la ganadería, la agricultura, la pesca, la minería y la explotación forestal reportaron un crecimiento del 0.1 por ciento; mientras que en las actividades terciarias como el comercio, el transporte, la educación y los servicios, el crecimiento apenas fue del 2.4 por ciento. En el 2022, Morelos aportó únicamente el 0.10% a la variación nacional del crecimiento económico, quedó en penúltimo lugar nacional. También, según el INEGI, en el tercer trimestre 2022, la economía de 7 estados disminuyó y 12 entidades aún está por debajo de su nivel prepandemia; Morelos se encuentra en ambos casos.

Asimismo, según el indicador “Ánimo para Invertir” de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), solo al veinte por ciento de sus afiliados se les ocurriría invertir en nuestro estado, mientras que otras entidades tienen las preferencias de casi el 80 por ciento de ellos.

Es decir, en Morelos se ha hecho nada o muy poco para generar la riqueza que sus ciudadanos podrían compartir con su gobierno vía impuestos. Este aumento del 100 por ciento del impuesto sobre la nómina que propone el gobierno estatal difícilmente será utilizado para fomentar crecimiento económico y, más bien, se parece a una vuelta más al pescuezo de la gallina de los huevos de oro para tapar malas administraciones y preparar un cómodo cierre de la administración. Mientras tanto, que los empresarios e inversionistas continúen pagando los platos rotos y buscando otros lugares para poner sus negocios.