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Por lo menos 30 cadetes de la Academia Estatal de Estudios Superiores en Seguridad Pública se quejaron porque, tras una quincena, se les suspendió el pago que se les había prometido como apoyo a su capacitación.

Son siete mil quinientos pesos al mes lo que deberían recibir los estudiantes durante seis meses, según la convocatoria que se publicó formalmente en el diario oficial del estado.

A pesar de su monto, desde luego que ese apoyo económico debe haber sido un aliciente de importancia para los jóvenes que aceptaron formar parte de una de las carreras más vilipendiadas en la actualidad no solo en el estado, sino en todo el país.

Aun cuando las autoridades repiten constantemente la dificultad para “enganchar” a nuevos agentes de policía por lo poco atractiva que es esta labor, negarles el pago parece autosabotaje. Y cabe preguntarse en qué se está invirtiendo ese dinero.

Los salarios de los policías en nuestro país dejaron de reflejar desde hace años la responsabilidad que les pedimos que asuman. En promedio, a nivel nacional en 2023, en México el sueldo de un policía es 16 mil 293 pesos por mes, de acuerdo con la página Glassdoor, estimación obtenida a partir de 370 reportes de sueldos enviados anónimamente por policías de todo el país, es decir, con el talón de pago en la mano. Ahora, consideremos lo que les exigimos que hagan –por ejemplo, que no se corrompan y que arriesguen la vida para defendernos— y nos daremos cuenta de que algo no concuerda del todo.

En todo el mundo se sabe que el salario y la capacitación de los oficiales de policía juegan un papel fundamental en su desempeño eficaz, honesto y confiable. Un salario competitivo y adecuado es esencial para atraer a individuos calificados para el trabajo policial y retener a oficiales con experiencia. Si el salario es insuficiente, puede ser difícil atraer a candidatos adecuados o mantener a los oficiales en el departamento a largo plazo, es decir, un salario adecuado puede ayudar a reducir la tentación de los oficiales de ser parte de la corrupción para compensar ingresos legales, pero insuficientes.

Así es que ¿aguantar los incumplimientos de las autoridades y buscar alternativas de ingreso serán parte de lo que se les enseña en la Academia de Policía en Morelos? Por lo menos la CES debería ser consecuente, primero, con lo que ofrece y, segundo, con las expectativas que todos tenemos de nuestra policía.

Este tipo de descuidos elementales hace pensar en la profundidad con la que esa institución capacita a los policías en temas como ética y legalidad; la profundidad que se abordan los derechos humanos, la comunicación asertiva con la ciudadanía, el fomento de las relaciones positivas con la comunidad y, desde luego, el manejo de armas, de situaciones de crisis y del uso de la fuerza.

Lo preocupante sería que, así como desatienden lo más elemental, se obvie la verdadera formación de genuinos agentes de la paz y la seguridad que le urgen a nuestro estado.