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Los años pasan y la convocatoria a releer 68 nos hace comprender que está vivo. Como dice Rosario Castellanos en su poema “Memorial de Tlatelolco”: “Mas, he aquí que toco una llaga; es mi memoria. Duele, luego es verdad…” 68 no se olvida.

Gracias a trabajos como los de Óscar Menéndez 68 se actualiza en documentos, fotos, fotogramas, textos, crónicas, voces que se suman al mundo vivo el movimiento estudiantil.

¿Qué hace tan potente al 68? No la matanza del 2 de octubre, pues desgraciadamente padecemos hoy masacres terribles: Acteal, la Guardería ABC, los 43 y un largo etcétera que no termina. Lo que hace único al 68, no es la muerte, la tragedia, sino la potencia libertaria que se desplegó en los meses que duró el movimiento. Días de libertad, rebeldía, organización popular y lucha.

La efervescencia rebelde estaba de nuestra parte: la revolución cubana, los hippies contra de la guerra de Vietnam, la emblemática figura del comandante Guevara, la lucha de Mater Luther King, Ángela Davis, el rock, el uso de la marihuana, los jipitecos mexicanos, las comunas, la liberación sexual. Todo eso llega a la memoria cuando se toca el 68.

“Memorias del 68” de Óscar Menéndez ofrece voces, testimonios, gráfica, fotos, imágenes, consignas, cantos, poemas que nacieron en el movimiento estudiantil popular, en que las mujeres jugaron papel relevante.

Algunas fotos del libro son de mujeres protagonistas en marchas, elaboración de gráfica en la Academia de San Carlos; presentes en manifestaciones, zócalo, UNAM, Poli, Tlatelolco. Con minifaldas, pantalones anunciando una nueva forma de ser mujer. Fueron muchos los prejuicios que las compañeras rompieron. Rebeldes y sin permiso se metieron a auditorios a discutir política, tomar acuerdos, formar parte de las brigadas que informaban en mercados, banquetas, camiones, puertas de fábricas, la lucha estudiantil. Realizaban teatro guerrillero. En los mercados se dividían en grupos, unas a favor y otras en contra del movimiento. Simulaban acalorada discusión, pleito que provocaba que la gente participara en pro o en contra. La actriz Telma Nava destacó en teatro callejero de agitación y propaganda. Las brigadas en que concurrieron muchas mujeres pintaban camiones, repartían volantes, elaboraban consignas, forma eficaz de romper el cerco canalla que controlaba el Estado donde se criminalizaba a los estudiantes calificándolos de delincuentes pagados por el oro de Moscú.

Las brigadas regresaban con botes llenos de monedas que la gente aportaba al movimiento y con fruta y verdura que las marchantas les regalaban. Las brigadas llegaban a los auditorios de escuelas o facultades en huelga para verter información.

En los auditorios se realizaban asambleas permanentes que discutían las noticias de la calle. Se tomaban acuerdos que iban al Consejo Nacional de Huelga formando por compañeros y pocas compañeras. El CNH analizaba la información fresca, tomaban decisiones y acciones a seguir.

La UNAM desde agosto que se funda el CNH, se transformó en casa de los estudiantes. Los auditorios se convirtieron en dormitorios y bajo el cobijo rebelde las mujeres se quedaron a dormir, ellos y ellas, sin que se dieran violaciones ni agresiones sexuales. En esas largas noches nació la palabra compañera: No hija, madre, esposa, amante sino compañera, la que está, la que es en lucha.

Triunfo de las mujeres construirse rompiendo con la moralina burguesa y machista que las confinaba al papel de casadas, solteronas o putas. 68 vio nacer formas nuevas, frescas, libres de ser mujer. Fotografías y documentales de Óscar Menéndez, testimonian la transformación de las mujeres.

Un cartel, que se reprodujo en volantes muestra a una joven gritando potentemente con la boca abierta. Es el despertar de la libertad de participar, luchar, mentarle la madre al presidente, a los granaderos, los soldados. En 68 nació la dicha de ser mujer.

Muchas estudiantes engañaban a sus papás, salían de sus casas arregladas y de tacones diciendo iban a una reunión, en la calle se quitaban los tacones y avanzaban coreando y pintando consignas que alegraron al movimiento, que Óscar rescata en su libro.

En “Memorias del 68” las miramos con pancartas, en la marcha del silencio, la noche que el Ejército ocupó C.U, o en Tlatelolco, aparecen brincando, cantando, gritando, activas, rompiendo moldes morales de su época.

Una de las causas del descontento fueron las ideologías castrantes que padecían los jóvenes. De manera más absurda las mujeres, que cargaban el mito de ser culpables de seducir a Adán y perder el Paraíso, en ellas recaía la decencia de la familia preservándose vírgenes hasta merecer el santo matrimonio, tener hijos, ser amas de casa. Parafernalia familiar que ahogaba principalmente a ellas.

Contó para su liberación, la píldora anticonceptiva, ¡por fin!, liberar sexo de embarazo. Posibilidad de ejercer una sexualidad compañera. La aventura de ser dueñas de su cuerpo.

Pocas compañeras nos llegan con nombre, la mayoría son anónimas. Queda en la memoria: Alcira Soust Sacaff, quien el 18 de septiembre, se encontraba en una torre de la facultad de filosofía, desde donde escuchó la entrada de tanquetas y soldados a la UNAM, se escondió en el baño. Allí permaneció hasta en 30 de septiembre, comiendo papel de baño y bebiendo agua de los excusados. Alcira, después de muerta, fue recuperada como una gran poeta uruguaya.

Se guarda memoria y son referencia del movimiento la “Tita” Roberta Avendaño y “Nacha” Ignacia Rodríguez de las pocas mujeres que pertenecieron al CNH. Ambas fueron presas dos años.

“Memorias del 68” rescata a las mujeres que trabajaron en la Brigada Marilyn Monroe, poetas y artistas que dieron voz al movimiento: Rosario Castellanos, Telma Nava, Margarita Paz Pardes. Carmen de la Fuente, Elsa Cross, Aurora Reyes, Elba Macias, Adela Palacios, Concha Michel, Yamilé Paz Pardes, Norma Bazúa.

Ha quedado en la memoria, afortunadamente en discos las canciones de la compositora y cantante Judith Reyes, corridista de las luchas populares de México y América Latina. Sus canciones forman una narración imprescindible de los sucesos del 68.

El libro rescata a Oriana Falacci, periodista italiana, que estaba en el país con el motivo de las olimpiadas. Asistió a la Plaza de las Tres Culturas, vio caer luces de bengala, le recordaron el anuncio de bombardeos, como en Vietnam. Su testimonio en Tlatelolco enriquece la memoria del movimiento estudiantil.

Toco mi memoria y duele, luego es verdad ¡2 de octubre no se olvida! Óscar Menéndez, “Memorias del 68, Fotos y Fotogramas”