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Cuando Agar y su hijo se fueron de la familia de Abraham y Sara, quienes originalmente no habían creído a Jehová que en su ancianidad podría concebir al hijo de la promesa, cuenta la historia bíblica que surgieron dos culturas: la hebrea con la descendencia de Isaac, hijo de Sara, y la árabe con la descendencia de Ismael, hijo de Agar. Después, esas culturas darían paso a dos religiones, la judía y el Islam. También, esas dos razas muy parecidas, junto con su propia cultura y religión, se diseminarían por todo el mundo. Pensar en el conflicto Árabe-Israelí, que ha perdurado por siglos y no logra tener fin, es concluir que los seres humanos, por intereses políticos y usando nuestras ideas religiosas, no tenemos la capacidad de saber vivir en paz.

Sin tocar tambores de guerra, -o posiblemente porque estos nunca han dejado de tocar-, estamos al borde de una guerra regional en Medio Oriente que impactará a todo el mundo. De manera sorpresiva, terroristas que no buscan reivindicar la creación del estado palestino sino crear un caos social y político con componente religioso, atacaron a la población civil de Israel, violando todos los acuerdos de paz signados para la cohabitación en la región. Además de las decenas de kibutz que fueron atacados, llama la atención que un concierto de jóvenes donde convivían jóvenes israelíes y palestinos fue otro de los objetivos de los inhumanos terroristas. Los jóvenes demostraban que están por encima de religiones y conflictos históricos, ellos están por la música y la convivencia. Decenas fueron asesinados y muchos más tomados como rehenes, entre ellos se encuentran dos mexicanos. El mensaje de Hamas está mandando quieren que la cultura del odio religioso permanezca en Medio Oriente.

Pero este conflicto tiene dimensiones históricas, políticas, religiosas y territoriales. A principios del siglo 20, una ola migrante de judíos a Palestina se convertiría en el Movimiento Sionista que pretendía regresar a la tierra que fue de sus antepasados. Este crecimiento demográfico en la región crecería aún más cuando después de la Primera Guerra Mundial, la Liga de las Naciones otorgó a Inglaterra el protectorado de Palestina. Se habían repartido el mundo principalmente entre ingleses y franceses en esos tiempos de colonialismo puro y descarado.

Para quien no conoce la historia, el verdadero problema en la región es la disputa territorial milenaria donde ambas partes se disputan el derecho sobre la misma tierra, ambos palestinos e israelíes, tienen conexiones culturales, históricas, pero sobre todo religiosas en toda la región. Principalmente Jerusalén, que tiene un inmenso significado para judíos y musulmanes e incluso para los cristianos, es la ciudad joya de la corona y será siempre punto central en el conflicto.

El plan de 1947 de las Naciones Unidas para solucionar este conflicto partió Palestina en dos territorios, uno árabe y otro israelí. Israel ocupó militarmente territorios palestinos y después buscó su reconocimiento como Estado. En 1948, tras la acción militar de Israel, se originó una crisis de refugiados por el desplazamiento de miles de árabes palestinos que, 75 años después, permanece sin resolverse. A partir de ese momento ya no hubo paz en la región. En 1967, se dio la llamada “guerra de seis días”, que con la victoria de Israel, ocupó el este de Jerusalén, el oriente de Bank y la franja de Gaza, y el extremismo palestino se exacerba.

Después, en 1993, los acuerdos de Oslo entre el gobierno de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OPL), liderado por Yasser Arafat, que estableció el auto gobierno de Palestina, parecía una luz de esperanza para la región. Después de una lucha de décadas, que le valió el premio Nobel de la Paz para él y para su homólogo israelí Shimon Peres, la OPL ganó el gobierno derrotando a los extremistas palestinos. Sin embargo, poco después de la muerte de Arafat en el 2004, nuevamente la región se descompone y los conflictos provocados por grupos radicales de Gaza en 2008-2009, 2012 y 2014, y la reacción de Israel, han causado un inmenso sufrimiento a ambos pueblos.

En la actualidad, el grupo extremista en control político de la llamada “franja de Gaza” es Hamas, que significa en árabe Movimiento Islámico de Resistencia. Este grupo radical opuesto a la OPL surgió en 1987 y busca el establecimiento de un Estado Islámico, un Estado Religioso y liberar todos los Territorios Palestinos del control de Israel. Tiene apoyo internacional de Hezbollah (el Partido de Dios también en árabe) del Líbano, quienes a su vez surgieron a principios de los 80 buscando también construir un Estado Islámico. Uno de sus objetivos es crear un Eje de Resistencia que incluye a Irán y a Siria. Ambas organizaciones tienen dos brazos, uno político y otro militar, este último con prácticas acreditadamente terroristas.

Está claro que los recientes ataques tienen como objetivo crear y alimentar el odio. No pueden permitir que una nueva generación de palestinos y de israelíes se fundan y convivan. Hacía años que, a pesar de las tensiones permanentes, no pasaba nada en la región. Era lógico que un ataque de tal magnitud tendría una respuesta radical por parte del ejército de Israel. Aquí, las respuestas simplonas de que también Israel viola de manera permanente los derechos humanos de palestinos no caben. Este es un acto bárbaro de provocación que está lleno de intereses políticos y religiosos, así de simple.

En México, primero se condenaron los actos terroristas, pero después se dio marcha atrás a la acertada acción en términos diplomáticos de la Cancillería. Como nación, nuestro gobierno debe mantenerse en la posición de condena; no hacerlo sería un error. Además, no atenta contra los principios históricos de la diplomacia mexicana que debemos seguir manteniendo; ese es un legado histórico. La condena es para los terroristas de Hamas y a Hezbollah, no es tomar partido por Palestina o por Israel, es tomar partido por ambos pueblos. Alguien debería informarle al presidente de la República que Hamas no es Palestina y que este grupo violento atenta contra la frágil paz de Medio Oriente por motivos políticos y usando como siempre las creencias religiosas. México debe condenar la violencia de Hamas y Hezbollah porque está atentando no solo contra el pueblo de Israel sino también contra el pueblo palestino.

Mientras tanto, nosotros como cristianos: Oremos por la paz de Jerusalén.