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ANGUSTIA

 

Armando se levantó furioso para volver a encender el televisor que Berenice acababa de apagar.

La mujer replicó al acto intempestivo de su pareja: “Estoy mareada por tantas noticias trágicas: otra guerra, las chinches que invaden espacios públicos, pero no viviendas, nada más falta que nos invadan los extraterrestres. ¿Te acuerdas de las profecías mayas de 2012? pues aquí seguimos, por cierto, con el mismo televisor”. Berenice se levantó para irse a servir un plato de ensalada con aderezo supuestamente dietético sin dejar alegar que su vida estaba contaminada por un tsunami incesante de noticias. y ella se sentía ahogada. Colocó sus audífonos para escuchar baladas románticas. Armando la miró comer con ansias, el hambre le había despertado. Intentó distraerse viendo cortes comerciales de comida chatarra, detergentes seguido por calzado deportivo. Fue a su vez a prepararse unos tacos que sacó del congelador para freírlos. Cuando regresó a la sala, Berenice estaba viendo un episodio de una telenovela turca. “Siéntate amor, acaba de empezar” dijo Berenice con voz aduladora “¿Qué hay de mis noticias?” reclamó Armando, nada dispuesto en ceder el control remoto de su aparato favorito. “No quiero ver bombardeos”, insistió Berenice. “Si aún no me repongo de los videos de las torres gemelas, imagínate ahora a dos fuegos con Ucrania e Israel” argumentó Berenice. “En 2001 ¿tenías apenas quince años, ¿cómo es posible que sigas así de traumada? observó Armando. “Precisamente por mi corta edad me acuerdo y tan es así que no he querido subirme a un avión” concluyó su mujer.

Armando asintió finalmente, dando una primera mordida a su taco desbordante de crema y salsa. Una solución para compartir una tarde televisiva juntos se presentó a continuación gracias a un mensaje que llegó en la mensajería instantánea de Berenice por parte de una amiga que le preguntaba si estaba disfrutando del partido de rugby así que empezaron a sintonizar el partido a la mitad del evento deportivo. Un corte informativo se inmiscuyó al poco tiempo provocando otro apagón de pantalla televisiva. Quedan en silencio, (no el mediático que cubre vacíos informativos) sino un silencio clásico al que ninguno de los dos está acostumbrado. De repente un trueno atravesó el espacio, el tiempo y su departamento. Ambos contemplaron la cocina en modo fundido a negros; el apagón nunca falla bajo la lluvia. Berenice prendió velas, Armando calentó un café sin descafeinar y dos quesadillas. Empezaron a contarse chistes y recuerdos. Se llenó la cocina de risas explosivas de las que ni siquiera se acordaban. En cuanto al televisor, quedó fundido por un rayo más fuerte que los otros. Y, según se sabe hasta ahora, no han vuelto a comprar uno nuevo y Berenice sigue firme en su decisión de no volar.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM