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Una preocupación que incumbe tanto a nivel global como local es el cambio climático. Las evidencias las tenemos a diario en manifestaciones de diversa índole. Y la reciente Cumbre sobre la Ambición Climática en Nueva York, realizada el 20 de septiembre pasado alertó sobre esta situación. En su apertura ante una treintena de representante de diversos países, pero con la ausencia de China y Estados Unidos, los dos países más contaminantes del planeta Antonio Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), advirtió: “La humanidad ha abierto las puertas del infierno, el exceso de calor esta teniendo efectos devastadores para el planeta. Agricultores angustiados ven como las inundaciones se llevan las cosechas. Temperaturas sofocantes que generan enfermedades. Miles de persones huyen despavoridas debido a incendios históricos. La acción climática se ve eclipsada por la magnitud del desafío. Si no cambia nada, nos dirigimos hacia un aumento de la temperatura global de 2’ 8 ºC hacia un mundo peligroso e inestable”.

En gran medida los grandes cambios se atribuyen a la deforestación y a la destrucción del suelo por la acción humana un papel activo en el cambio climático junto al incremento del dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera.

La destrucción del suelo por el hombre y su impacto hidrológico en el ciclo del agua son así mismo causa del cambio climático a tener en cuenta al igual que el incremento del carbono en la atmósfera y el efecto invernadero al calentar constantemente el planeta de forma lenta pero implacable tanto a nivel local como global. La urbanización masiva asfaltando y pavimentando gran parte del territorio acumula y acelera los cambios años tras año. Es decir, resumiendo las causas con mayor o menor intensidad son harto conocidas.

Sabemos que, si se tala un bosque, inmediatamente se destruye el ciclo del agua en ese lugar, y con ello el mecanismo de enfriamiento de la atmosfera que genera la vegetación, al transformar el agua en vapor, generando las lluvias.

Así es que el fenómeno de las grandes sequías que azotan cada vez más nuestros territorios es la consecuencia de la desaparición de humedales y bosques que aportaban suficiente humedad a la atmósfera para generar lluvias. Cada vez más fueron aumentando las temperaturas de los mares y disparando el calentamiento global.

De ahí las palabras del secretario Guterres, que “el problema ya no es el calentamiento global sino su ebullición”

Ante este desolador panorama no queda más que interrogarnos si ¿podemos hacer algo desde lo local, desde nuestro territorio? En otras columnas hemos planteado el problema de los bosques y la deforestación en el estado de Morelos, la carencia de agua y la necesidad de tomar medidas urgentes de estos bienes comunes. Hoy de manera propositiva, me atrevo a poner sobre la mesa algunas medidas de fácil ejecución no por ello negativas para disminuir nuestra contaminación diaria. Se presenta como urgente mejorar nuestro sistema de transporte público, para que los ciudadanos puedan cada vez hacer un uso adecuado y seguro de los mismos. El orden en el tráfico, y la circulación permitiría el uso de medios alternativo como la bicicleta, hoy un medio casi imposible de ser usado en ciudades como Cuernavaca.

Controlar el uso de artefactos que consumen energía sobre todo para enfriar o calentar nuestros ambientes. Los aparatos electrónicos deben ser apagados cuando no se usan.

También podemos contribuir comiendo menos carnes rojas, responsables de mayores emisiones de gases de efecto invernadero que el pollo, frutas, verduras y cereales. Comprar y consumir sobre productos locales para evitar los transportes y los gastos que conllevan. Son cambios pequeños, pero realizados todos los días por muchas personas sumará para alcanzar un mejor desarrollo sostenible.

*Investigador de tiempo completo en el CRIM-UNAM. Coordinador del Grupo de Trabajo Investigación, Capacitación y Difusión del NODESS Morelos solidario y cooperativo.

Foto: National Geographic / Ole J Liodden