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Ictus Danza

(Primera parte)

 

En el diccionario la palabra ictus tiene dos significados; el primero vinculado a la medicina: se define como un acceso morboso que se manifiesta de modo súbito y violento, como producido por un golpe, la otra acepción se relaciona con la poesía. En la versificación, ictus se considera un apoyo rítmico sobre una sílaba larga o acentuada. Su etimología es latina y significa “golpe”, algo que aparece de manera repentina. La compañía morelense de danza contemporánea Ictus Danza, utiliza este mismo vocablo no solo para bautizarse, sino para definir su propuesta creativa. “Llamamos Ictus al instante del primer impacto. Partimos de ese golpe génesis, del pulso que nos mueve y la intensidad que nos diferencia, de ese momento efímero y poderoso que modifica el continuo vital y que alberga todas las posibilidades de ser y hacer, de crear y danzar”, puede leerse en su página web. Pienso que en esa definición se encuentra la relación más poderosa entre la experiencia estética y una pieza artística. Todo ocurre en ese primer momento, que súbitamente nos atrapa.

El ictus puede ser intenso, por ejemplo, cuando inicia “Pájaro de fuego” de Ígor Stravinski con ese golpe inesperado, pero también puede ser contemplativo, como el opening de 2001 A Space Odyssey de Kubrick, en la que de fondo se escucha Así habló Zaratustra de Richard Strauss, mientras desde la perspectiva de la Tierra, en el espacio exterior, observamos a la Luna y al Sol aparecer en el horizonte, alineados y majestuosos.

Precisamente Ictus Danza busca en cada pieza coreográfica generar ese golpe iniciático, ese chasquido de dedos que el hipnotizador usa para introducir de golpe al mundo de los sueños. Y eso es precisamente lo que ocurre en cada presentación de Ictus, un proyecto dirigido por los coreógrafos y bailarines Beatriz Dávila y Gerardo Sánchez, un repentino choque con el universo onírico.

En Concerto Grosso por ejemplo, a la manera de Fellini en Ensayo de orquesta, nos invitan a experimentar metafóricamente un concierto barroco. A través de una experiencia surrealista los cuerpos de los bailarines se transforman en violines, pianos y violoncellos y los movimientos de la orquesta se transforman cada vez más en movimientos limítrofes, potentes y expresivos (ora irónicos, ora asombrosos). En Bailacuentos enfrentan a través de distintos códigos de la literatura infantil, la narración oral, el teatro y la escenografía, las nociones de infancia y vejez, como si vistas a través del espejo nos mostraran sueños, recuerdos y juegos en donde la fantasía tocan los opuestos de la vida.

Actualmente Ictus Danza no sólo es una compañía de danza imaginativa y profesional que se ha encargado de representar a Morelos en festivales tan prestigiosos como el Encuentro Nacional de Danza en Mazatlán y el Lila López de San Luis Potosí (en el que fueron encargados de inaugurar), es también un espacio en el que todo su elenco se desarrolla creativamente como coreógrafas, bailarinas y artistas escénicos, además de sumar en muchas de sus producciones a talentos como el del artista Lalo Lugo, quien en una de sus muchas facetas creativas, podemos citar la exploración del diseño de vestuario. La agrupación actual está conformada por las y los bailarines morelenses Maco Viveros, Jairo Ortiz, Fernanda Simental, Bereniz Pantle, Vladimir Kémpiz y Beto Mora, quienes colaboran en distintas áreas de producción además de ser creadores escénicos. También forman parte del núcleo de la compañía el artista sonoro Rodrigo Gallegos y la productora y fotógrafa Devora Rodríguez.

 

Podría hablar durante muchas entregas del talento de cada uno de los integrantes de Ictus, decir por ejemplo, que tanto Beatriz Dávila como Gerardo Sánchez tiene experiencia de más de 10 años como creadores escénicos, pero lo sorprendente es cómo con cada presentación se renuevan y siguen proponiendo piezas con las que todos podemos conectar y recuperar la capacidad del asombro. Lo sorprendente es verlos en conjunto en un mismo espacio y como en una sesión espiritista, invocar lo más profundo de la danza, su vínculo con el cuerpo, el ritmo, la música, la risa y la poesía, y que con esa amalgama total, sean capaces de fulminar a los espectadores en un instante e invitarlos a dejarse conducir al mundo simbólico de los sueños, donde todos los objetos y las experiencias se nos presentan como si los viéramos por primera vez.

Foto: Ictus Danza