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Leyendo a Alberto Blanco en un centro de detención juvenil

 

Di un recital de poesía en octubre, en un centro de detención para hombres menores de 18 años de la Ciudad de México. No menciono sus nombres ni el nombre de la prisión, para proteger su privacidad. Dicen centro de detención y no cárcel, porque a diferencia de un penitenciario los jóvenes sólo pueden permanecer ahí por un lapso de uno a cinco meses, hasta que un juez les de una sentencia: los declare “libres o “culpables”. Sin embargo, es palpable la privación de su libertad. Tienen oportunidades de disfrutar del jardín, acceso a actividades académicas y recreativas, sus tutores están desarmados, pero viven rodeados de policías, que sobre los muros vigilan la posibilidad de una fuga. En el confinamiento también ríen, juegan básquet, tejen cruces, disfrutan poemas.

En mis presentaciones leo mi obra, pero también los poemas de otros poetas que admiro. En esta ocasión, “Mi tribu” de Alberto Blanco fue el mas taquillero y por eso, aunque la lectura fue larga y diversa, esta crónica se enfoca del efecto que se produjo al compartir “Mi tribu” tras barrotes. He aquí fragmentos del poema, de manera aleatoria y desordenada, por no tener el lujo de citarlo entero:

Pero si he de pertenecer a alguna tribu

-me digo-

que sea a una tribu grande,

que sea a una tribu fuerte,

una tribu donde nadie

quede fuera de la tribu,

donde todos,

todo y siempre

tengan su santo lugar.

El autor comienza reconociendo su necesidad, una necesidad muy humana, de pertenecer a una tribu y simultáneamente nos invita a crear esa tribu en lugar de esperar a que exista.

Hablo de una tribu de la que no se puede hablar.

Una tribu que ha existido siempre

pero cuya existencia está todavía por ser comprobada.

Una tribu que no ha existido nunca

pero cuya existencia

podemos ahora mismo comprobar.

Alberto Blanconos advierte también que no se refiere a una tribu que se transforma en un dogma, en una ideología, en un mecanismo de separación:

Tal vez pertenezco a la tribu

de los que no tienen tribu;

o a la tribu de las ovejas negras;

o a la tribu cuyos ancestros

vienen del futuro:

una tribu que está por llegar.

Le pedí a los jóvenes que recitaran “Mi tribu” en coro. Yo decía un verso y todos lo repetían. Durante la lectura se formó, por unos instantes, una misa ecléctica, una religiosidad sin una denominación específica. Resonó en el espacio, evidenciando la tribu que somos, que en cada momento es una frágil posibilidad y fuente de fuerza.

Después de la lectura de poesía abrí un breve espacio para la creación literaria. Me impresiona la claridad desgarradora de los versos producidos en unos cuantos minutos por aquellos jóvenes. Cito uno:

Poema de un niño

Andaba un niño soñando

De pronto esos sueños se fueron/

Y su alma se volvió negra y sin sentimientos/

Estaba atrapado/

en un río de problemas/

Y no sabía cómo salir.

Me conmueve el contraste entre el “alma negra y sin sentimiento” y su titulo “poema de un niño”, señalando la sombra y la inocencia, dualidades que viven dentro de todos.

Al concluir mi intervención, la directora del centro me dijo que quería colgar ”Mi tribu” en la pared y con letra grande. En su oficina me habló mas del contexto de los jóvenes: “Muchos tienen problemas con el abuso de alguna sustancia. O vienen de familias que también las distribuyen. Otros se ven obligados a trabajar para bandas criminales. Les damos todo lo que podemos, pero cuando les dan su libertad, a menudo no tienen a donde ir y regresan a la misma violencia que los llevó al crimen. Nuestros corazones se rompen cada vez que escuchamos que alguno, ya en libertad, aparece de pronto asesinado. Su entorno, con frecuencia, los entrena para ser duros y aguantar todo. Por eso, es clave que sepan que está bien sentir, expresar y calibrar sus sentimientos. Por eso, es vital buscar y crear una tribu y una comunidad amorosas, y eso es lo que la poesía puede ofrecer: una forma de sentir y sobrevivir”.

Los filósofos, literatos y académicos debaten si la poesía es útil o no lo es, si puede o no cambiar algo. Tales preguntas se desvanecen cuando un poema resuena con tal fuerza en una prisión. Libertad bajo palabra es el beneficio, por unos instantes o unas horas o una vida: El rayo de la imaginación volando mas allá de los barrotes.