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El proceso electoral del año entrante motiva un sinfín de reflexiones. En el estado de Morelos, será intenso, no solo por la histórica carga política y social que ha caracterizado a la entidad a partir de la etapa postrevolucionaria, sino porque aquí votaremos simultáneamente por autoridades locales y federales. Entonces, como ocurre cada tres años, Morelos se vuelve tierra fértil para politólogos, encuestadores, publicistas, imprentas, expertos en “marketing político”, comunicación social e imagen, empresarios de medios de comunicación, “community managers” e “influencers” que ofrecen sus servicios a los distintos aspirantes a cargos de elección popular. Las nuevas tecnologías se han adaptado a los tiempos actuales, y a la par de bardas pintadas, camisetas, sombrillas para el sol, mandiles y tortilleros con el nombre o la foto del flamante candidato se añaden las cuentas en redes sociales y las transmisiones en vivo. Hemos llegado al extremo de ver a candidatos compartiendo pegajosos bailes y melodías, que poco les favorecen en cuentas de Tik Tok,

Sin duda alguna el bombardeo de información es masivo y no existe un solo espacio físico o virtual que no sea cubierto por la promoción de quienes aspiran a ser o ya son protagonistas de las elecciones del 2024. Una muestra contundente se palpa en el trayecto del antiguo libramiento ahora llamado “paso exprés” en Cuernavaca tapizado a ambos lados del camino de espectaculares de gran formato donde los candidatos hacen trampa y se promueven anticipadamente al mostrarse en la portada de una revista desconocida o bien publicitando su participación en algún programa de radio o portal de noticias.

Pero en contrapartida es justo también reconocer que las redes son fundamentales para los candidatos, cualquiera que carezca de un buen manejo de estas, no solo está en la prehistoria, sino en franca desventaja frente a sus oponentes políticos. Sin embargo, es aquí donde los asesores deben manejarse no solo con pericia y echando mano de su capacidad sino con la mesura que evite que un despliegue masivo de propaganda pueda interpretarse como una manifestación de arrogancia logrando un efecto contrario al deseado. Los candidatos deben explotar su carisma sin caer en actitudes que un electorado lastimado por las condiciones actuales del país y el estado, interpreten como gestos arrogantes. Dicen los expertos y dicen bien, que, a pesar de la importancia de las redes sociales, las elecciones no necesariamente se ganan en internet y que un “like” o “me gusta” en Facebook, no es un voto en la urna.

Hay infinidad de ejemplos que dan cuenta que la contienda se define el día de la elección, también que las encuestas las más de las veces son trajes confeccionados a la medida de quien las paga. El caso de la reciente elección presidencial en Guatemala nos muestra que dos meses antes de la celebración de los comicios, el hoy presidente electo Bernardo Arévalo no figuraba en los sondeos.

En la historia reciente de Morelos, aun antes de que la tecnología representara una herramienta fundamental en los procesos electorales, se dieron casos muy concretos de candidatos que a pesar del derroche y dispendió de recursos y poder no pudieron materializar sus aspiraciones. Aunque no fue una contienda electoral, fue muy marcado como Juan Salgado Brito aun con el manejo draconiano de un PRI bajo su control, no pudo lograr el consenso para ser gobernador en 1998. Ya durante el gobierno de Marco Adame, Adriana Vieyra, intentó en un excesivo y ostentoso despliegue de recursos ser diputada local panista por el IV Distrito, no lo logró a pesar de que su marido Javier López fue el poderoso coordinador de asesores y de comunicación social y política de Adame. Recientemente, Rodrigo Gayosso hijastro del gobernador en turno y con todo el aparato y recursos del estado tras su proyecto, no lo pudo suceder y poco más tarde Jorge Arguelles tampoco alcanzó la alcaldía de Cuernavaca después de una millonaria campaña.

Al final del día, la cuestión es clara, una danza de millones y de encuestas hechas a la medida, no siempre son garantía de un triunfo electoral, ojalá los próximos contendientes lo consideren no solo para aprender de las lecciones del pasado sino para librarnos de la contaminación visual a la que nos someten cada tres años.

*Escritor y cronista morelense.