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Conforme se reestablecía la comunicación con Acapulco y con la zona del estado de Guerrero más afectada por el huracán Otis, comenzaron a llegar fotografías y testimonios de la devastación que sufrieron nuestros compatriotas del aquel estado hermano. Son imágenes e historias desoladoras, como siempre ocurre con los desastres naturales, cuya magnitud suele regresar la humildad a la gente, por lo menos durante un tiempo.

Por el aislamiento a que sometió el meteoro a Acapulco y a buena parte del estado de Guerrero -los servicios de internet, la red eléctrica y la telefonía, fueron los primeros afectados- las fotos y videos que empezaron a circular en medios y en redes sociales se captaron antes de que se cortaran las comunicaciones y ya eran impactantes; hoy, lo que se aprecia es desolación y tristeza, asombro y preocupación en los rostros de los guerrerenses y de los visitantes que tuvieron la mala suerte de estar ahí cuando Otis llegó al puerto para desatar su furia.

Los especialistas señalan que los daños pudieron haber sido peores pero que a Acapulco le ayudó estar enclavado en una zona relativamente alta y lo somero de sus aguas, circunstancias de las que no disponía, por ejemplo, Nueva Orleans, cuando fue prácticamente borrada del mapa por el huracán Katrina en agosto del 2005, matando a 2 mil personas y eso que, cuando tocó tierra, era categoría 3.

Ayer empezó el recuento de los daños y se habla de afectaciones en el 80 por ciento de los hoteles de la zona turística del puerto y de la pérdida de por lo menos 27 vidas, aunque los desaparecidos son numerosos. Al cierre de esta edición, la CFE confirmaba que todavía carecían de energía eléctrica aproximadamente 300 mil personas y el gobierno estatal informó que entre las prioridades está la reparación y restablecimiento de las bombas de agua que surten el líquido a la zona más afectada; también 27 sensores de la alerta sísmica están fuera de operación.

Como ha sucedido en ocasiones anteriores, la llamada sociedad civil en todo el país aprestó su solidaridad con el pueblo guerrerense, pues no hay rincón de la nación que no esté expuesto a un desastre natural ni mexicanos que no hayan vivido -o conocido- de ellos y de los efectos que tiene en la gente. Algunos, lamentablemente, habrán perdido su patrimonio o a algún ser querido.

Lo hicimos ayer, pero es necesario volver a reconocer las iniciativas de ciudadanos que no esperaron ninguna convocatoria para organizarse y llamar la ayuda de sus vecinos inmediatos para ayudar a sus vecinos en Guerrero. Margarita González Saravia, Lucía Meza Guzmán, Rabindranath Salazar y Víctor Mercado, han sabido aprovechar los reflectores de los que gozan para estimular la solidaridad y poner el ejemplo organizando centros de acopio.

También están las iniciativas municipales como la de Jojutla -que apenas se está terminando de recuperar del terremoto de 2017- Tlaltizapán, Xoxocotla y Zacatepec. Y también las de la sociedad civil, encabezada por la agrupación Mi Ciudad, que instaló un centro de acopio en el restaurante Casa Manzano, y de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción.

Por supuesto, también están los centros de la Cruz Roja y del gobierno del estado, mediante el DIF-Morelos.

Todos podemos ayudar y, como queda visto, hay voluntad, ahora se requiere organización y logística para que toda la ayuda que los morelenses brindan generosamente de corazón, llegue efectivamente a quienes lo necesitan en estos momentos de urgencia.