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De memes y propagandas

 

Son tan viejos que desde los primeros pasos de la humanidad se empezaron a ver y registrar y comunicarse oralmente y hasta se registraban en las paredes, pero conforme las tecnologías de comunicación se empezaron a afianzar y se propagaron, por lo que no fue raro verlos reproducirse en los primeros momentos en que se empezó a usar internet de forma masiva.

Nos referimos a los memes, que para muchos no pasan de ser entidades digitales traviesas que se irradian en el ciberespacio, aunque cada uno tiene un propósito diferente, y puede inspirar diversas emociones en quienes los ven y propagan. Para todo usuario de internet es normal ver como los memes inundan las redes sociales; es frecuente que cualquier acontecimiento social, político o deportivo, de paso a la producción de memes, que lo mismo puede servir para apoyar o criticar a alguien. Los memes exitosos alcanzan los rankings de popularidad en las redes sociales y su intercambio ocupa una buena cuota del tráfico en el ciberespacio.

Pero el término meme no es nuevo. Fue en 1975 cuando el reconocido investigador británico, Richard Dawkins dio a conocer el libro El gen egoísta, en donde se refiere a la búsqueda infructuosa del ser humano desde tiempos inmemoriales por alcanzar la inmortalidad, pero en realidad quienes se perpetúan no son los humanos como tal sino sus genes. Él sostiene, en su referido libro, que «toda forma de vida evoluciona por la supervivencia diferencial de los entes replicadores» que son los genes. Donde hay vida están presentes, y en continua disputa, los multiplicadores o replicadores: los genes.

Pero Dawkins advierte que no obstante eso, no hay nada determinado, ya que existe otro tipo de replicador ajeno al mundo de la química y sin relación con la biología; ese replicador ha surgido recientemente en el planeta, se encuentra en su etapa infantil, pero tiene importantes efectos sociales y globales ya que puede propagarse por todos los confines.

Para Dawkins, gracias a ese replicador cultural, es como los seres humanos escapan del determinismo biológico impulsado por los genes. A ese replicador intangible Dawkins lo bautizó como meme, y se convirtió en una invención sumamente exitosa, incluso paradójicamente fue más influyente que sus mismos genes egoístas, que era el elemento central de su mencionado libro. Apuntó que los memes se comunican saltando de un cerebro a otro mediante un proceso mimético. Los memes están en continua competencia, entre ellos mismos se desata una lucha por hacerse de un recurso limitado: el tiempo del cerebro.

Dawkins señaló que cualquier medio de comunicación es propicio para que se propaguen los memes, por eso los memes encontraron en internet el terreno adecuado para irradiarse, para multiplicarse de forma viral. Los memes se transforman constantemente, se adaptan a las modas, las tendencias y los gustos de los humanos. Se mezclan, se combinan, se fusionan, dando paso a nuevas maneras de verlos, de leerlos y de significarlos.

Sin embargo, no se puede pasar por alto el uso irresponsable de los memes. Algunos rayan en lo ofensivo, en la difamación o son vehículos para popularizar desinformación, son un recurso de ataque político que se usa hasta en los momentos trágicos que viven las sociedades para descalificar a adversarios políticos. Los memes tienen un poder de influencia al grado, que para bien o para mal, trastocan las fibras emocionales de las personas.

Pero como dice Susan Blackmore en su obra La máquina de los memes, la imitación es lo que nos hace o define como humanos. Pero no solo eso, meme es todo lo que se transmite de una persona a otra, lo que incluye el vocabulario que usamos, las historias que compartimos, las habilidades que adquirimos gracias a otros. También las canciones que cantamos y las normas sociales que acatamos. Por lo tanto, cuando conducimos un carro, nos sentamos a tomar una taza de café con una rebanada de pastel, cuando silbamos o entonamos la rola que nos gusta o estrechamos la mano a alguien, estamos en un mundo de memes. Todos y cada uno de esos memes han evolucionado a su manera, saltando de mente en mente y transmitidos por nuestra conducta.

Hoy la inteligencia artificial (IA) ha empujado a la gente a elaborar y propagar memes. Existen generadores de memes basados en IA que permiten a las personas crearlos de forma rápida y sencilla; son memes que resultan de algoritmos de aprendizaje automático que analizan imágenes, texto y estilos de memes populares, y a partir de ello dar paso a nuevos; al mismo tiempo la IA ha permitido una mejora significativa para hacerlos atractivos, que tengan una mejor calidad visual; existen algoritmos de procesamiento de imágenes que ajustan el contraste, la saturación y otros aspectos de las imágenes, haciendo que los memes sean más seductores.

Pero al mismo tiempo, la IA ayuda a detectar y filtrar los memes que contienen contenido inapropiado, ofensivo o difamatorio; los algoritmos de aprendizaje automático analizan tanto el texto como las imágenes con el fin de identificar contenidos considerados cuestionables. De igual manera, la misma IA sirve para evaluar si un meme puede propagarse de forma viral y estimar si tiene potencial para popularizarse.

Hoy más allá de consideraciones que tengamos con estos derivados digitales, es una realidad que los memes se han vuelto una cuestión seria, son motivo de estudio que viene desde los años noventa del siglo pasado. Y ese interés de investigación se ha potenciado hoy que circulan de forma desaforada a la menor provocación.

En la actualidad los memes son la evidencia de algo efímero y han perdido su dimensión histórica ya que se propagan y realizan en tiempo real, y su vigencia se finca en el perpetuo presente. Hoy el meme se ha vuelto intenso y volátil, viaja en forma de broma, chiste etéreo, dándole la espalda precisamente a lo que había definido Dawkins como su esencia: ser expresión de un valor de mayor aliento.

@tulios41