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Hablar de la muerte pareciera un tema siniestro y escabroso, pero sin tener plena consciencia hablamos de ella con más frecuencia de lo que pensamos. Venimos de la pandemia del Covid-19 que dejo más de 14 millones de muertes en el mundo y aún sigue habiendo muertes por la causa de este flagelo. En México se registraron más de 600 mil muertes. Parece que estos muertos han quedado en el olvido y reducidos a simples estadísticas. Se nos ha olvidado que son seres humanos y dejaron dolor y tristeza en sus familiares.

La muerte se placea a todas horas y por todo el mundo. Solo es cuestión de tiempo. Tenemos noticia de ella por los muertos de la guerra de Ucrania y ahora por la guerra entre israelitas y palestinos. A los mexicanos ya no nos asusta ni asombra, nos hemos acostumbrado a ella. La violencia que vive nuestro país producto de la guerra entre narcotraficantes ha dejado más de 150 mil muertes en lo que va de este gobierno y; ahora atrae nuestra atención la devastación y muerte que ha traído en el puerto de Acapulco el huracán Otis.

Ante estas tragedias cabe pensar y repensar en la muerte, porque al parecer la muerte es hermana siamesa de la Vida. No hay vida sin muerte, ni muerte sin vida. En esta relación antípoda debe haber un sentido más profundo.

Para nuestros ancestros del mundo Prehispánico la muerte era una festividad para recordar y honrar a sus muertos, para convivir con ellos, que estaban de regreso con su alma durante el último día de octubre y los tres primeros días de noviembre. La muerte significaba el inicio del gran viaje para ir al Mictlán (lugar de muertos). Lo bello de este sincretismo es la convivencia con los que ya se han ido en torno al altar o en su tumba, ahí se convive y se come con ellos. Los muertos no se olvidad y es un recuerdo que algún día tendremos que iniciar nuestro viaje para ir al rencuentro con ellos.

Pero hoy en día, ya no se honra a los muertos es una fiesta de disfraces y coloridos, para bailar, salir de vacaciones, beber y disfrutar de lo vivo. Los muertos ya están muertos y el olvido cada día se apodera de ellos. Hoy hay fiesta de Halloween, pero ya no hay rencuentro con los que ya se han ido.

El tema de la muerte la han abordado filósofos, religiosos, místicos, científicos, pero no han encontrado una respuesta al enigma de la muerte. Tal parece que la muerte es una experiencia única y no se puede compartir ni contar.

Comparto con ustedes algunos puntos de vista de pensadores que me han interesado: Epicuro decía que la muerte es una quimera, y por tanto no hay que temerle, pero sí disfrutar de los placeres de la vida; cuando estoy vivo, la muerte no está y cuando la muerte está, ya no estoy.

Martin Heidegger, decía que la muerte es la posibilidad de todas las posibilidades, a donde uno se encuentre siempre estará presente la muerte. Por lo tanto, no hay que temerle hay que pensare en ella, porque así podremos valorar mejor la vida y de esta manera podremos ser seres más auténticos.

Hay muertes que se pueden evitar o prevenir para que el daño no sea tan mortífero, como las guerras, las epidemias y enfermedades, la violencia causada por los criminales, los efectos devastadores de los huracanes o terremotos, pero, sobre todo, la muerte que genera la ignorancia.

Nuestra propia muerte la podemos enfrentar con nuestra propia dignidad y con el sentido del privilegio de estar vivo.