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Las catástrofes van a continuar

Luis Tamayo Pérez

No es agradable predecir malas noticias. Si no ocurre lo indicado el prestigio se pierde, y si ocurre lo predicho, ante el sufrimiento popular, no tiene sentido decir “te lo dije”.

Era muy predecible la catástrofe de Acapulco. Lo indicamos en los artículos que publicamos desde junio pasado. (1) Y no hay en ello ningún tipo de brujería o mala fe. Solamente es ciencia.

Los científicos abocados al estudio del clima de la tierra —en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, la Organización Meteorológica Mundial, el Potsdam Institut für Klimafolgenforschung o la NOAA, entre muchas instituciones—, vienen anunciando el imparable incremento en frecuencia e intensidad de los fenómenos hidrometeorológicos como consecuencia del Calentamiento Global.

Además, como este año y el siguiente sufriremos la ocurrencia de la ENSO (El niño-Oscilación del Sur, esa corriente del océano pacífico que sobrecalienta las costas americanas), el incremento de temperatura oceánica ocasionará que los huracanes aumenten su velocidad de giro, ocasionando catástrofes como la referida.

El desastre que sufrió Acapulco no fue natural. Fue el calentamiento global — ese que hemos generado por la enorme cantidad de gases de efecto invernadero que lanzamos desde hace décadas a la atmósfera— el que convirtió un huracán que se estaba debilitando en las primeras horas del 24 de octubre, en un flagelo terrible que alcanzó la categoría 5 en la escala Saffir-Simpson (con vientos superiores a los 270 km/hr y rachas de 330 km/hr) y convirtió al puerto de Acapulco en zona de guerra.

A una semana de la catástrofe, la ayuda llega a cuentagotas. Faltan agua, luz, víveres y medicinas.

Desde mi punto de vista, es un grave error del presidente decretar que sólo las fuerzas armadas entregarán la ayuda a la población. Dado que buena parte de los mexicanos desconfía de su administración, eso sólo frenará la solidaridad. El decreto presidencial ¡sólo impedirá que los afectados reciban la ayuda que urgentemente necesitan!

Desgraciadamente, no me queda sino anunciar que las catástrofes continuarán. El 2023 será catalogado como el año más cálido de la tierra en toda la historia registrada… y el 2024 lo superará. En consecuencia, los fenómenos hidrometeorológicos se agravarán: los huracanes y tifones serán más intensos, las sequías más prolongadas, las ondas de calor más insidiosas, los incendios forestales más devastadores y todo ello ocasionará un descenso en la producción agrícola a cielo abierto.

Me entristece profundamente dar estas malas noticias, pero la ciencia del clima es clara: las catástrofes continuarán y el año que viene serán peores.

No nos queda sino intentar prepararnos construyendo cisternas para agua más grandes, aprendiendo a generar alimentos mediante hidroponia y acuaponia, obligando a nuestros políticos a que detengan el imperio del automóvil que reina en las ciudades mexicanas y a que mejoren el transporte público y construyan vías ciclistas donde bicicletas mecánicas o eléctricas transporten a la ciudadanía. Finalmente, es menester reconvertir nuestras empresas hacia las energías renovables. Los combustibles fósiles deben quedar en el subsuelo. Como bien indican los amigos de El Club de Roma: si no queremos que el clima de la tierra pierda su estabilidad relativa es forzoso que se reduzcan a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo en 7 años… y deben anularse en el 2050.(2)

Es también un grave error seguir pensando que el país mejorará gracias a la producción petrolera. Eso sólo nos llevará a una gran catástrofe.

(1) Tamayo, L. (2023). Cuando el destino nos alcanza: el Niño 2023, La lupa (4.06.2023): https://lalupa.mx/2023/06/04/cuando-el-destino-nos-alcanza-el-nino-2023-luis-tamayo-perez/

(2) Dixson Declève, S. et al. (2022). Earth for All, Canadá: New Society.

*Catedrático del posgrado en Filosofía, FFyL, UNAM.