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En Morelos estamos tan acostumbrados a los gritos y sombrerazos y a los escándalos que frecuentemente no llevan a nada y que terminan como empezaron sin que nada cambie, que solemos perder de vista las cosas más importantes, algunas de las cuales terminarán por impactarnos a todos de una u otra manera.

Ayer asistió a la Cámara de Diputados el encargado de despacho de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario (Sedagro) y reclamó que en el actual ejercicio fiscal solamente se hayan destinado 100 millones de pesos para el sector agropecuario; tal cantidad, dijo, representa una limitación significativa para abordar las necesidades del campo, entre las que se incluye al apoyo a contingencias como sequías. «Para abordar las consecuencias de la sequía en nuestro estado, solo contamos con un fondo de seis millones de pesos. Esta suma se revela insuficiente para atender a los más de 20 municipios donde las cosechas se perdieron casi por completo”.

A la sede del Legislativo acudieron también miembros de la organización Productores Unidos del Sur, quienes nos informaron que ya daban por perdida casi en su totalidad su producción de maíz y, de sorgo, si acaso, podrían salvar un 15 por ciento; por falta de agua también se han afectado sus siembras de cacahuate, jamaica y frijol, entre otros productos. Los campesinos vaticinaron un 2024 con grandes dificultades para nuestro estado por la falta de productos locales, “puede que ahorita no se vea así, pero es probable que el próximo año sea extremadamente difícil para el estado”. Y asistieron no para respaldar los dichos de nadie -de hecho reclamaron que el gobierno estatal haya hecho oídos sordos a sus peticiones de ayuda- sino para señalar un problema que debería atenderse de manera urgente.

Por locales y fuereños, Morelos siempre ha sido considerado como un vergel en donde casi cualquier cosa se puede producir gracias a un excepcional clima, tierras ricas y abundante agua. La madre naturaleza parece coincidir con eso y lo confirma el INEGI en su Censo Agropecuario 2022 -que se presentó hace unos meses- pues, a pesar de ser una de las entidades más pequeñas a nivel nacional, Morelos ocupa el cuarto lugar nacional de superficie con uso de suelo de vocación agropecuaria.

La superficie total en Morelos es de 487 mil 890 hectáreas, de ellas casi todas (420 mil 333) son área rural y, a su vez, poco más del 55 por ciento de las áreas rurales tiene vocación agropecuaria. ¿Por qué entonces, se ha dejado languidecer de manera tan deplorable el que debería ser el principal productor de la riqueza en el estado?

El INEGI también nos puede orientar en eso: además del envejecimiento de los campesinos (el 29.1 por ciento tiene 65 años o más) las generaciones más jóvenes han preferido buscar opciones más rentables para ganarse la vida. Adicionalmente, están los principales problemas que enfrenta el campesinado morelense, en orden de importancia: los altos costos de insumos y servicios; la baja de los precios o disminución de las ventas a causa de la pandemia; factores climáticos y la inseguridad.

Desde luego, hay otros factores como un excesivo intermediarismo, dificultades de traslado y almacenaje de la producción, falta de claridad en cuanto a la propiedad de los terrenos que ocupan, invasiones de tierra y varias más, en la mayoría de las cuales podría intervenir la autoridad y empezar a solucionarlos con programas de gobierno.

No toda la culpa la tiene la sequía, pero las soluciones difícilmente se van a encontrar si todo se limita a la pugna por el control del presupuesto entre los Poderes y a mantener una política agropecuaria asistencialista, en lugar de ayudar a los campesinos a solucionar los problemas de fondo.