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La rebeldía de Sor Juana

El patriarcado tiene raíces antiguas que se remontan a las civilizaciones de Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma. En estas culturas, las mujeres tenían un estatus legal y socialmente inferior al de los hombres, se esperaba que cumplieran roles domésticos y de crianza de los hijos únicamente. Esto ha cambiado gracias a las rebeldes. Gracias, a esas mujeres cuyo pensamiento y voz han permeado irreverentemente en la humanidad.

Durante el siglo de oro español, hubo un florecimiento cultural, artístico y literario, pero obviamente en el que únicamente los hombres sobresalían. A pesar de eso, hubo damas e ilustres heroínas cuyas contribuciones enriquecieron la cultura, a veces en silencio y en ocasiones desafiando a sus contemporáneos.

Este periodo floreció también en México, o como antes era llamado, la Nueva España. Cuando era apenas una niña, Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, encontraba la biblioteca de su abuelo un sitio fascinante del que casi nunca salía. La familia, preocupada, decidió introducirla en la corte virreinal de Antonio de Toledo y Salazar. Pero obstinada, su deseo era claro: «No tener ninguna ocupación obligatoria que obstaculizara la libertad de mi estudio ni ninguna distracción comunitaria que perturbara el apacible silencio de mis libros«, afirmaba con determinación.

Aun así, su familia esperaba que ella siguiera los roles asignados en aquel momento, debía casarse y ser una buena madre. Pero todo esto se desmoronó cuando Juana Inés eligió tomar los hábitos. Como afirmó Octavio Paz, «se convirtió en monja para poder pensar». La rebelde pensaba que, a pesar de sus varios pretendientes, que el matrimonio limitaría su desarrollo en el campo de las humanidades. Su pasión exclusiva por las letras la llevó a hacer votos religiosos, pero también fue rebelde ahí porque no se consagró completamente ni se sometió a las restricciones de la vida monástica, que en ese entonces estaba bajo la autoridad de la Santa Inquisición. Su única razón era «llamado literario», no la religión. Las hermanas jerónimas la comprendieron y respaldaron sororalmente en su vocación artística. Gracias a este apoyo, que le permitió ser auténtica, pudo crear la producción más representativa de la época novohispana.

Por supuesto que sus escritos desbordaban rebeldía. Sor Juana abogó por la educación de las mujeres en un momento en que las oportunidades educativas para las mujeres eran extremadamente limitadas. De hecho, estableció una pequeña escuela en el convento donde vivía, donde enseñaba a las niñas y las instruía en diversas materias. A través de su obra y su correspondencia, defendió la capacidad intelectual de las mujeres y cuestionó la discriminación de género. Escribió extensamente sobre la importancia de que las mujeres tengan acceso al conocimiento y puedan participar activamente en la vida intelectual y cultural de la sociedad.

Sorprendentemente, a pesar de vivir en una sociedad misógina tuvo aceptación y protección por hombres poderosos de la realeza. Pero esto no duró demasiado cuando una controversial carta le jugó en contra gracias al pacto patriarcal, ella criticó a un amigo cercano del arzobispo de México, Francisco de Aguiar y Seijas quien ya alucinaba con la rebeldía de Sor Juana por sus versos considerados indecentes, mantenía una comunicación activa con el mundo exterior. Por supuesto que era necesario tomar medidas para controlarla.

Sor Juana se defendió de las críticas, escribiendo y defendió los derechos de las mujeres, especialmente los de las niñas y las ancianas, a enseñar y aprender, desafiando el precepto religioso. Pero en secreto se confabuló un proceso en su contra por infracciones morales y fue despojada de todo con una gran crueldad.

Fue castigada por ser mujer y por ejercer su inteligencia en un mundo que no la comprendía ni respetaba.