loader image

 

“No donaré a la reconstrucción de Acapulco porque mi dinero no irá a campañas políticas”. Palabras más, palabras menos, es lo que dijo un espectador de un noticiero matutino que escuchaba en días recientes. La frase, desde luego, es fuerte pensando en la clara situación de vulnerabilidad en la que se encuentra alrededor de un millón de personas que vive en Acapulco y Coyuca de Benítez.

Lo ideal sería que todas y todos nos aboquemos en ayudar todo lo que podamos según nuestras posibilidades, pero, como muestra la frase citada al inicio del artículo, la desconfianza hacia quienes ostentan el poder político institucional lo vuelve más complicado.

Tengo el enorme placer de impartir la materia Antropología de las emociones en El Colegio de Morelos, la cual es cursada por un grupo de brillantes estudiantes de posgrado que siempre me generan muchas reflexiones con sus preguntas y comentarios. El curso se basa en discutir la importancia de las emociones en las dinámicas del mundo social. Una de las bases de las que partimos es que lo que sentimos guarda relación con lo que pensamos y, por lo tanto, con cómo nos relacionamos con las y los otros. No propongo que discutamos si esto es “positivo” o “negativo”; el argumento inicial es más sencillo y concreto: se trata de aceptar que esto sucede y plantear reflexiones alrededor de ello.

Por ejemplo, si sentimos confianza hacia alguien, es más fácil que nos identifiquemos con él y colaboremos de forma propositiva en sus proyectos. James Jasper (sociólogo estadounidense especialista en el tema de las emociones) utiliza el concepto de “vínculos afectivos” para analizar este tipo de relaciones entre lo que sentimos, lo que pensamos y cómo actuamos, tres facetas de lo social que se encuentran más interrelacionadas de lo que solemos aceptar.

Como mencionamos en la última sesión del curso Antropología de las emociones, en el caso de la actual situación en Acapulco es deseable que exista un vínculo afectivo marcado por la confianza entre quienes dirigen las acciones de reconstrucción y aquellas y aquellos que podemos ayudar de alguna forma. No podríamos decir que la desconfianza es absoluta, pero tampoco podemos negar que existe. El problema es que ello termina por mermar la capacidad de acción de las instituciones estatales.

Esta desconfianza no inició durante el mandato de las autoridades actuales. Se trata de un fenómeno con varias décadas de historia (de hecho, más de un siglo). Lo que sí compete a las autoridades contemporáneas es poner todo su empeño para que la desconfianza desaparezca.

Es verdad que tal posibilidad tiene sus límites. Hay personas que, por sus principios políticos e ideológicos, difícilmente les tendrían confianza a gobiernos emanados de Morena o de cualquier otro proyecto político de izquierda. En esos casos los límites son claros. Sin embargo, no todo pasa por las diferencias ideológicas.

Existen errores y decisiones políticas que colaboran en la permanencia de un vínculo afectivo marcado por la desconfianza entre gobernantes y gobernados. Personalmente, no acepto y no me gusta la centralidad de las fuerzas armadas en las labores de reconstrucción de Acapulco. Pudiera entender que, en un contexto de emergencia como este, participen en términos operativos, pero no tomando decisiones administrativas.

Se trata de las mismas instituciones que torturaron, violaron y desaparecieron a miles de personas en Guerrero durante la campaña contrainsurgente de la segunda mitad del siglo pasado; las mismas que hoy en día ocultan información que podría ayudar a esclarecer esas violaciones graves a derechos humanos.

Por desgracia, las evidencias nos muestran que lo sucedido en Acapulco y Coyuca de Benítez es producto del cambio climático y se seguirá repitiendo. Construir vínculos afectivos positivos no es la única manera de ayudar en esos casos, pero sin duda aporta. Las emociones influyen en todo lo relacionado con la vida social, incluida la administración pública.

*Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora.