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El pasado jueves se llevó a cabo en el icónico Hotel Moctezuma de Cuernavaca, la más reciente presentación de “Entre Sotanas” magnífico trabajo de crónica de la autoría de Julián Vences Camacho, auspiciado por el ayuntamiento de Jojutla. Es mucho lo que Julián, colaborador habitual de este diario, ha bregado por Morelos. Vences es un hombre recto, de esos que dignifican las mejores causas progresistas y de la izquierda que si vale la pena. Connotado luchador social, escritor, periodista, cronista y político, ha sido diputado local y candidato a gobernador.

Pero, sobre todo, es un testigo puntual de la historia reciente de Morelos, no en vano funge como cronista de su natal Jojutla. En “Entre Sotanas” el autor aclara que no pretende escribir su biografía ni mucho menos la de Don Sergio Méndez Arceo, el VII Obispo de Cuernavaca, sin embargo, a través de una pluma amena y ágil nos comparte vivencias personales que dan cuenta de la vida de una familia suriana, la suya, así como de sucesos de la Diócesis de Cuernavaca y su VII Obispo, epicentros de la Teología de la Liberación.

Vences narra la vida cotidiana en Jojutla, tierra feraz y paradisiaca a la vez, también como se conocieron sus padres, un avezado sastre de la Ciudad de México y una diestra tablajera, mujer de una pieza como lo son nuestras surianas, que se sobrepuso a más de una tormenta a través de una fortificada Fe, cuyo mayor y frustrado anhelo fue ver a su hijo Julián convertido en presbítero.

Vences ingreso aún niño al Seminario Conciliar de San José, conoció a Don Sergio y vivió intensamente esa etapa de una iglesia comprometida con profundas causas sociales. Al final no se ordenó sacerdote, desilusionado ante la falta de congruencia de miembros de la curia, pero siempre ha manifestado un enorme reconocimiento al VII Obispo a quien no solo trató, sino denomina un gigante universal.

El libro fue presentado por Jesús Zavaleta experto en nuestra memoria histórica y documental, Gabriela Videla, intelectual y exiliada chilena cercana a Méndez Arceo, así como por Silvia Elena Gutiérrez Rojas, talentosa abogada y escritora morelense con hondas raíces en Jonacatepec. Zavaleta, claridoso como suele ser, pero oportuno, hizo mención de las sombras del polémico obispo, particularmente su talante aristocrático contrario a los postulados de pobreza de su corriente, la destrucción del patrimonio artístico e histórico de la Catedral de Cuernavaca ejecutada por Fray Gabriel Chávez de la Mora y bajo la muy particular interpretación episcopal de los preceptos del Concilio Vaticano II y el asombroso silencio de Don Sergio con respecto al asesinato de Rubén Jaramillo y su familia el 23 de mayo de 1962 en Xochicalco.

En el libro y en la presentación, fueron recurrentes las alusiones a Gregorio Lemercier en Ahuatepec, la expulsión que hizo Don Sergio de Marcial Maciel quien pretendió asentarse en la Diócesis de Cuernavaca, el orden impuesto por el VII Obispo sobre un desbalagado clero diocesano, así como la publicación y tiraje del mítico “Correo del Sur” que fue en términos prácticos el órgano de difusión de la diócesis. Entre el público se contó con históricos sacerdotes cercanos a Don Sergio como el padre Baltazar López Bucio, también con el destacado cineasta morelense Francesco Taboada Tabone quien recién concluyó un trabajo sobre Méndez Arceo y con Mario Oliveros, decano de los cronistas morelenses, que nació justo frente a catedral de Cuernavaca, en la calle de Hidalgo y conoció al afamado obispo. La narración da cuenta de la transformación de un joven sacerdote, formado en Roma y quien fungió como director espiritual en el seminario de Tlalpan a un prelado de ideas progresistas que llegó al extremo de justificar la lucha guerrillera en casos como el de Camilo Torres en Colombia. No lo menciona el libro, pero alumnos del Colegio Cristóbal Colón de Cuernavaca, han narrado como en la primera etapa de su trayectoria de tres décadas como Obispo, un ortodoxo Don Sergio llegó a prohibir bailes de graduación en el mencionado colegio por considerarlos libertinos.

Al tener en la misma mesa de presentación a Julián Vences y a Chucho Zavaleta, es de destacar la pluralidad y urbanidad que distingue a los cronistas de Jojutla, algo que sería impensable en el inactivo Consejo de Cronistas de Cuernavaca, Julián y Chucho no necesariamente piensan igual, pero son amigos y nutren unidos desde sus personales trincheras, la identidad de su terruño.

Vences concluye sus líneas con una buena noticia, al plasmar en letras mayúsculas: “CONTINUARA”, lo cual no solo fortificará la memoria del pasado de nuestra entidad y de la presencia de la Iglesia de Roma por casi cinco centurias en Morelos, sino también el trabajo prolífico de un jojutlense congruente y comprometido.

*Escritor y cronista morelense.