loader image

 

Son las 3:00 de la mañana. El silencio de la madrugada es roto abruptamente con gritos de una mujer: ¡suéltame!, ¡me haces daño!, ¡nooo!, ¡por favor! Los vecinos del edificio de enfrente llaman a la patrulla. Dos jóvenes mujeres, al igual que otras personas, se dirigen al lugar de donde provienen los gritos. De manera inusual dos patrullas llegan casi inmediatamente; descienden dos patrulleros quienes se dirigen a la pareja que se encuentra al interior de un local comercial: ¡abran! Después de un rato de insistir, finalmente sale un joven que apenas se sostiene en pie de lo alcoholizado que se encuentra, pero la chica que gritaba no lo hace y se encierra. Los policías reiteran en que abra la puerta sin recibir respuesta y señalan que no pueden hacer nada, pues la afectada debe presentar la denuncia. Las dos jóvenes vecinas les insisten en que deben entrar, ya que la persona podría estar herida. Llega el dueño del local y abre. Efectivamente, la mujer se encuentra herida y lastimada, pero no quiere proceder en contra de su pareja.

Lo narrado ocurrió en una colonia clasemediera de la ciudad de México, pero no es algo exclusivo de esas zonas, pues se presenta prácticamente en todas las ciudades y poblados de México. No es una situación anormal ni extraordinaria. La violencia contra la mujer no se detiene y no cede. A veces parece que se agudiza y se vuelve imparable. Los feminicidios dan cuenta de ello. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, desde el 2015 se viene incrementando, año con año, el número de feminicidios en el país.

Quiero reflexionar sobre la actuación de los policías, a quienes dentro del procedimiento penal se les identifica como primero respondientes, por ser quienes llegan primeramente al lugar en que ocurren los hechos. Es claro que deben atender de inmediato a la víctima de violencia. La pregunta por dilucidar en el caso narrado es ¿debían entrar al interior del local, para verificar el estado de salud de la joven agredida?

En el Protocolo Nacional para la Actuación Policial ante casos de violencia contra las mujeres y feminicidio se prevén diferentes escenarios. Se contempla la posibilidad extrema de irrumpir en un domicilio cuando hay flagrancia de delito o existe el riesgo de que la víctima sufra daños en su integridad física. Esto implica que hay una zona de percepción y de sensibilidad a cargo de los policías. Es importante que tomen la mejor decisión y no cometer un error. Igualmente, deben buscar establecer contacto con la mujer para orientarla respecto a su derecho de acceso a la justicia a través de la denuncia.

Es cierto, se ha avanzado en protocolos de actuación. Pero, es necesario que los policías los conozcan y los apliquen adecuadamente. Es preciso reciban capacitación permanente para que sepan lo que deben hacer en este tipo de situaciones.

En estos tiempos escuchamos: “es tiempo de las mujeres”. Se trata de un slogan meramente electoral. Habría que preguntarle a quienes lo pregonan, acerca de la situación de la violencia en contra de las mujeres, ¿es tiempo de las mujeres? Claro que lo es, pero lo debe ser para acabar tan atroz situación que padecen muchas de ellas.

Considero que no todo es una cuestión de normas o de procedimientos o de capacitación a servidores públicos o de avanzar en la cultura de la denuncia. El enfoque se ha centrado en la atención a ellas, pero el problema radica en ¡los hombres! ¿Qué se hace al respecto? Es el flanco que se debe abordar con mayor énfasis. Somos los hombres el origen del problema y debemos ser parte obligada de la solución.

Se deben establecer programas en los centros de trabajo, con los padres de familia en las escuelas, en que hubiera pláticas y cursos de prevención y de inducción al respeto irrestricto a las mujeres. Debe ser un esquema generalizado. Se requieren políticas públicas para enfrentar la problemática.

En el tema de violencia contra las mujeres no hay otro camino: mayor prevención a su favor, mejor reacción y acción de las autoridades, más convicción de la sociedad y, sobre todo, ¡el convencimiento de los hombres! de que la situación requiere erradicarse. ¡Basta ya!

* Investigador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM.

eguadarramal@gmail.com