loader image

Cuentan que Carl Sagan, fascinado por la inmensidad del cosmos, solicitó a los ingenieros de la NASA virar un poco la cámara fotográfica de la nave Voyager hacia la Vía Láctea. La potente cámara pudo captar la galaxia y, en un extremo, un pequeño punto azul pálido, el planeta Tierra. Sagan no pudo menos que describir su emoción algún tiempo después de ver la imagen. Aquel punto, al parecer irrelevante en el universo, escribió Sagan “es nuestro hogar, donde están todos los que amas, todos los que conoces, todos los que alguna vez escuchaste, cada ser humano que ha existido”. El reputado astrónomo y divulgador de la ciencia, expresó en la frase una profunda reflexión llena de humanidad y humildad, aunada a un sentimiento de soledad ante el vasto número de cuerpos celestes, en donde quizá en más de uno, la vida florece.

Si en nuestra vecindad galáctica o más allá, existieran mundos habitados por seres vivos, curiosos e inteligentes, quizá también verían ese punto azul pálido motivo de la emoción de Carl Sagan. A lo mejor hasta desearían explorarlo si tuvieran una tecnología capaz de romper la velocidad de la luz, y poseyeran una fuente de energía casi inagotable, para trasladarse en una nave a un planeta como la Tierra a años luz de distancia. Alfa Centauri, la estrella más próxima al sistema solar se encuentra a 4.2 años luz. Algunos exoplanetas considerados habitables están a poco más de 30 años luz, fríos y solitarios aparentemente. Hasta ahora las evidencias de vida extraterrestre son nulas.

Extraterrestres y ovnis son mitologías modernas, como les llama el físico de la UNAM, Shahen Hacyan, en su libro “Ovnis y viajes interestelares, ¿realidad o fantasía”; son una manifestación del inconsciente colectivo como lo señaló el psicólogo Carl Jung.

Hace varias décadas, nos impactó ver a los astronautas regresar de la Luna tan débiles que no podían sostenerse en pie. La gravedad mínima dentro de la nave espacial les causo atrofia y pérdida del tono muscular, pérdida de minerales de los huesos, alteraciones cardíacas y del metabolismo. No es trivial ser astronauta. Si los extraterrestres nos visitan ¿cómo le harán para viajar desde tan lejos, ser inmunes a las infecciones de microorganismos, respirar en nuestra atmósfera, y ocultarse astutamente de la gran masa humana? Es improbable que un cuerpo vivo como lo conocemos pueda resistir los efectos de la gravedad, radiación, y falta de nutrición durante un viaje interestelar. Claro, son extraterrestres, podrían invernar, pudieran tener una constitución física superior, pero sería poco probable su sobrevivencia.

El mito de los extraterrestres ha pasado de los simples avistamientos de ovnis a los secuestros o abducciones de personas, y relativamente hace pocas décadas, al descubrimiento de esqueletos humanoides que los promotores del mito arguyen que son de extraterrestres. Ninguno de estos hallazgos resiste un análisis científico. J. Allen Hyneck reconocido astrónomo que participó en un proyecto de la NASA para encontrar evidencia sobre el fenómeno ovni, concluyó que la gran mayoría de los casos tiene una explicación natural: clima, globos sonda, aviones, y que algunos de ellos son inexplicables, pero no prueban ni refutan el fenómeno.

En 2003 se reportó el hallazgo de un pequeño cuerpo de 15 centímetros de longitud, cráneo alargado, con las cuatro extremidades unidas al tronco. Dada la inusual anatomía y conservación del esqueleto se especuló que pertenecía a un primate no humano y para algunos, al de un extraterrestre. El caso llamo la atención de un grupo de científicos norteamericanos expertos en genómica humana. La secuencia completa del genoma y análisis de los restos del cuerpo descubierto en Atacama, Chile, fue publicada en la revista de investigación científica Genome Research en 2018. La investigación reveló el ADN de un humano, una niña con ancestros de origen andino. La desafortunada niña vivió solo unas horas pues múltiples alteraciones en el genoma se encontraron asociadas con deficiencias en el desarrollo de los huesos y la formación ósea prematura, ocasionando su extraña apariencia. Esta historia resalta la importancia del análisis riguroso de la ciencia ante hechos inusuales, para dejar de lado las especulaciones y fantasías. Bien lo expresaron Sofía Liberman y Bernardo Wolf en su libro “El oficio científico”, el asunto de los platillos voladores es un pantano ocupado por charlatanes y fanáticos, además de un negocio. Un espectáculo distractor que ahora en estos tiempos ha llegado a la Cámara de Diputados.

vgonzal@live.com