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Miss Nepal

 

He perdido la inocencia. Cada vez que me sumerjo en el vasto mundo de YouTube, TikTok, Facebook o Instagram, la fe en la autenticidad de los videos se desvanece automáticamente. Y es que la Inteligencia Artificial y la tecnología han democratizado la capacidad de manipular imágenes y tejer fantasías con apenas unos clicks en nuestro teléfono. Cada día que pasa, la tarea de distinguir entre la realidad y la ficción se vuelve más compleja.

El jueves pasado, después de cenar, me dispuse a disfrutar de mis preciados 30 minutos destinados a revisar mis mensajes privados. Siempre me enfrento a una avalancha de por lo menos 500 mensajes, lo cual suscita dudas acerca de si mis amigos y familiares están realmente ocupados trabajando o simplemente se dedican a vivir de sus rentas.

La mayoría de estos mensajes no pueden considerarse auténticos; es decir, la comunicación tradicional entre seres humanos ha sido eclipsada por la marea de memes y videos. En este nuevo lenguaje digital, la frase «pensé en ti» va implícita cuando te envían memes de gente haciendo desfiguros, mensajes motivacionales o al ya trillado “negro de WhatsApp”.

Entre video y video, me enviaron uno de una chica vistiendo un traje de baño plateado. La chica no era la típica modelo de pasarela, esbelta con piernas interminables. Más bien, era de estatura media y con muchas curvas. El título del video era “Preliminares de Miss Universo”.

«Otro video falso», pensé, y salté al siguiente.

De repente, comencé a notar que varias personas me habían enviado el mismo video de esa chica. Opté por abrir otro video esta vez, el título decía: “Por fin, una mujer real’”. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que quizás no se trataba de un video manipulado, sino que era auténtico.

La chica que insistía en aparecer en mi pantalla era Jane Dipika Garrett, Miss Nepal. Una mujer de 22 años que ganó el concurso de Miss Universo Nepal 2023 no solo por su belleza, sino por su carisma, por visualizar la salud mental y por ser talla plus. Algo que le viene bien al concurso de Miss Universo, que finalmente se ha subido al carro de la diversidad.

No voy a mencionar todo lo que está mal con ese concurso de belleza ni su enfoque estrecho y limitado que reduce a las mujeres a meros objetos de exhibición, perpetuando la nociva noción de que su valor se basa principalmente en su aspecto físico.

En mi infancia, encontraba placer en el glamour y la emoción que estos concursos ofrecían, formando parte integral de la cultura popular latinoamericana. No obstante, a medida que crecí, ser consciente de la percepción distorsionada de la belleza, los trastornos alimenticios y los desafíos de salud mental han puesto al descubierto en mi cabeza la perspectiva simplista que subyace en las reglas de Miss Universo. Su enfoque ignora por completo otras facetas de la feminidad, enviando un mensaje erróneo tanto a las mujeres participantes como a los espectadores donde se subestima el valor de la mujer a su aspecto físico como si fuera lo más importante.

El jueves, me emocionó ver a Miss Nepal, no solo porque es una chica de talla grande ocupando espacio en un concurso destinado a cuerpos normativos, sino porque irradiaba determinación y seguridad sobre el escenario. Esa chica creía en ella misma, en su poder y su belleza, y eso se le notaba al desfilar. Miss Nepal estaba rompiendo paradigmas.

Jane ha generado críticas, incluso de mujeres, quienes expresan que no es apropiado que participen «mujeres gordas». Esos comentarios negativos resaltan la urgencia de promover una educación que fomente la aceptación de la diversidad y, especialmente, nos insta a reconocer que muchas de estas participantes sufren desórdenes alimenticios para cumplir con los estándares impuestos comprometiendo así su salud física y mental.

Miss Nepal no se llevó la corona, pero nos ha recordado que la belleza está en todas partes y que no deberíamos necesitar un concurso para celebrarla o validarla.