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A pesar de que nuestro estado posee los recursos naturales para ser un importante proveedor agropecuario de México, con la mitad de su territorio con vocación para este sector productivo, por lo menos durante los pasados seis lustros nos hemos alejado de manera consistente de esa posibilidad.

De acuerdo con los resultados definitivos – se comenzaron a liberar algunos desde hace unos meses- del Censo Agropecuario 2022 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en Morelos se ha perdido casi el 18 por ciento de la superficie agrícola productiva que tenía hace 32 años. En 1991, la superficie agrícola que se explotaba en Morelos superaba las 202 mil hectáreas, el año pasado solo eran 175 mil.

Como si lo hiciéramos a propósito, nos hemos encargado de asfixiar un sector que debería ser puntal de la riqueza estatal. La falta de incentivos a la producción agrícola, el olvido de los tres niveles de gobierno, el dejar a los campesinos a su suerte y a expensas de los caprichos del clima o de la inseguridad social, han hecho de la agricultura y de la actividad agropecuaria una actividad muy poco atractiva para las jóvenes generaciones que prefieren aventurarse como migrantes que seguir los sufridos pasos de sus padres.

Este año, con una sequía que se llevó prácticamente la producción total de los campesinos de muchos municipios morelenses, no se sabe qué medidas de emergencia se van a tomar para todas esas familias que invirtieron una buena parte de su patrimonio por cosechas que simplemente no se dieron.

La falta de seguridad, las dificultades de transporte y almacenaje, las invasiones de tierras trabajadas y la usurpación de la propiedad de sus parcelas son problemas que tienen que vivir en solitario los agricultores morelenses, que cada vez son menos y más viejos: más de una cuarta parte de ellos son mayores de 65 años.

Cabe señalar que este panorama no es exclusivo de Morelos, por eso no es de extrañar que, a nivel nacional, la producción agropecuaria se haya mantenido estable, sin crecimientos notables durante los últimos 15 años, a pesar de que su población sí se ha incrementado ni más ni menos que en 25 millones más entre 2007 y 2022.

Así como algunos estados tienen la maldición o la fortuna de tener yacimientos petroleros o playas que atraen al turismo sin mayores requisitos que el sol y la arena, en Morelos deberíamos revalorar a nuestra propia tierra y sus recursos como motor de bienestar para todo el estado, pues al crear cadenas productivas -respaldadas, claro, por el gobierno- en las que intervinieran instituciones bancarias, proveedores de insumos y transportistas, entre muchos otros, no solo se beneficiarían las miles de familias de campesinos que a duras penas subsisten en el campo morelense, sino todos nosotros, que somos sus consumidores inmediatos.

En cambio, de permitir la tendencia que hemos visto en los últimos años, nos acercamos, paso a paso, a depender totalmente de otros proveedores, como los productores de Estados Unidos que en este mismo año lograron su mayor producción histórica de maíz, mientras nosotros vamos exactamente en sentido contrario.