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El futuro del pasado y el pasado que pudo ser: la ciencia ficción

 

La ciencia ficción es un género maniqueo, polarizado. Hay quien la ama y quien la denuesta, quienes la consideran literatura menor, un género para iniciar en la literatura, algo infantil que se abandona al madurar; nada más lejos de lo real. Pensar hoy la ciencia ficción como género de segunda refleja un profundo desconocimiento tanto de los estudios teóricos sobre ella, como la profundidad de sus planteamientos y las enormes posibilidades que tiene.

Hablar de ciencia ficción sin explicar lo que se entiende por ella, es algo tramposo, sin embargo, la definición de ciencia ficción, o ficción especulativa, como ahora se le suele llamar, no es nada fácil, y hay una gran diferencia entre hablar de utopías y distopías (futuro) y ucronías (pasado). Sin embargo, hay una característica que me parece fundamental: la ciencia ficción es el futuro del pasado y el pasado que pudo ser.

En su ensayo “Ciencia ficción: se acabó el avergonzarse”, Fei Dao explica cómo, a raíz de El problema de los tres cuerpos de Liu Cixin, este género transitó de ser un motivo de vergüenza a uno de los géneros más reconocidos, vendidos y estudiados -seriamente- en China. En Arqueologías del futuro, Frederic Jameson, uno de los teóricos de la posmodernidad por excelencia, estudia la idea de utopía al utilizar textos de ciencia ficción de Brian Aldiss, Ursula K. Le Guin, Alfred E. Van Vogt, Kim Stanley Robinson y Philip K. Dick.

Philip Dick es un excelente ejemplo de “el futuro del pasado” del que hablo. Como autor, Dick escribe desde su momento histórico: muestra las preocupaciones, anhelos y conocimientos de su presente, un presente que ya es pasado cuando llegamos a él. En su obra pueden leerse las preocupaciones de la época: las drogas psicodélicas, el invierno nuclear, la tensión entre comunismo y capitalismo, etc.

Octavia Buttler (primera escritora negra del género) habla del racismo que vive al abordar la esclavitud en Estados Unidos, haciendo una novela (Parentesco) en la que la protagonista vuelve en el tiempo de 1970 a la Guerra Civil. En La parábola del sembrador, Octavia retrata un mundo postapocalíptico con caos, cambio climático y crisis económicas, en el que vive Lauren Olamina, una adolescente con hiperempatía. Esta novela, dicen, se inscribe en la línea de distopías como 1984 de Orwell o El cuento de la criada de Margaret Atwood, en esta última es un mundo donde la teocracia llegó al poder y suprimió las libertades, haciendo de las mujeres “criadas”, valoradas únicamente por su capacidad reproductiva. De esta novela hay una serie de televisión con el mismo nombre.

Butler y Atwood no son las únicas escritoras de ciencia ficción que han abordado el fenómeno del género, los derechos, la inequidad y las terribles adversidades que viven las mujeres. Habría que sumar a la lista nombres como a Ursula K. Le Guin, Joanna Russ y recientemente Naomi Alderman, autora de El poder y discípula literaria de Margaret Atwood.

Este año, Amazon Prime lanzó la primera temporada de la adaptación a serie de esta novela, a través de 9 episodios que duran alrededor de una hora. A lo largo de estas 9 horas de contenido audiovisual podemos entrever un mundo como el nuestro, en el que las mujeres son violentadas de diversas formas, desde las sutiles hasta las atroces, pero con una gran diferencia: las adolescentes desarrollan la capacidad de producir energía eléctrica y emitirla a través de las manos, gracias al desarrollo de un nuevo órgano llamado “la madeja”.

La nueva habilidad de las mujeres (que puede ser transferida de persona a persona) empieza a fraguar un cambio en el balance del mundo, posibilitando un equilibro entre hombres y mujeres. Por supuesto que este cambio no es pacífico y los hombres tienen una enorme reticencia a dejar sus privilegios y a dejar de ser “los dominantes”.

La serie es excelente y es un ejemplo perfecto de cómo la ciencia ficción aborda un problema, una preocupación actual y la desarrolla, extrapolando sus posibilidades sin restricciones. Se presentan preocupaciones sobre la legislación y el control hacia los cuerpos de las mujeres; hay familias formadas por personas blancas, latinas, afrodescendientes y asiáticos, algunos personajes representan a grupos de la diversidad sexo-genérica y una presencia constante de las redes sociales y un influencer misógino de nombre Urbandox, que llama a los hombres resentidos a “recuperar su lugar” como hombres dominantes, a tomar las armas y pelear contra las mujeres, como en una guerra.

Un llamado al “modo guerra” es justo lo que hace El Temach, un Tiktoker con millones de seguidores (en su gran mayoría hombres) que da “consejos para hombres”, habla de cómo tratar a las mujeres (según él) y del “modo guerra”, que es básicamente un discurso de odio. No por nada grupos feministas han logrado cerrar su cuenta, aunque la ha vuelto a abrir.

La presencia en redes de influencers como El Temach o Amador Llados y la alta penetración que tienen es sumamente preocupante. Sus narrativas bélicas, resentidas y misóginas están siendo consumidas por niños y adolescentes, influyendo en la forma en que están construyendo las relaciones entre hombres y mujeres, moldeando una forma de interacción que recrudece la inequidad y cristaliza los roles de género.

¿Roles? Solo de canela, gracias.

*Comunicador de ciencia. Instagram: @Cacturante