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Por Cafeólogoâ

El mundo del café ha mantenido por siglos una distinción nominal con profundo trasfondo real: por un lado están los países productores de café y por otro los países consumidores de café. No son la misma cosa. Unos países tienen la responsabilidad de producir y otros el privilegio de beber. Esa visión tuvo su origen en el colonialismo europeo, que promovió el cultivo del café en América y Asia como fuente de materias primas para ser importadas y disfrutadas en Europa.

Sin embargo, esa visión comenzó a cambiar en años recientes, cuando los países productores comenzaron a dar peso, valor político y económico a una realidad que hacía tiempo ya latía en muchos orígenes de café: a saber, que todos los países productores son en alguna medida también países consumidores, y que algunos de ellos son incluso de los mayores consumidores de café en el mundo. El caso más ejemplar es Brasil, el principal productor de café en el mundo es también uno de los principales consumidores de café a nivel global (desde 1980 ha quintuplicado su consumo interno).

Este cambio de perspectiva es fundamental, porque no es lo mismo considerarse meramente productores de materias primas para la exportación, que productores de materias primas para el consumo propio y adicionalmente la exportación. Hasta hace poco no era extraño escuchar de un productor que no consumía café, su café; hoy muchos productores no solo consumen su café, también lo tuestan, lo comercializan en su propio estado o en el país, y sus clientes ya no son únicamente bodegas exportadoras, sino también cafeterías y consumidores finales.

La integración vertical del mundo del café no es sencilla: hay muchos factores clave en el ciclo del grano, la distancia de los escenarios de la producción y del consumo, el expertise de la agronomía y el de la gastronomía, el dominio del mercado por algunas marcas globales, la falta de fomento al desarrollo del productor, son solo algunos de los retos. Pero una vez que se van superando, cualquier productor sabe que no hay marcha atrás: llegar al segmento de consumo es un punto de no retorno.

México produce café (se espera que en 2023 vuelva a producir más de 3 millones de sacos) pero también bebe café (incluso importamos café para el consumo doméstico). Lo mejor que le puede pasar a México es producir café para los consumidores mexicanos, y consumir café de los productores paisanos. Que el productor piense en otro mexicano que beberá su café, y que el consumidor piense en el mexicano que produjo su café. Esa dinámica es el mejor catalizador para ambas partes, el camino donde hay mejor rentabilidad para el caficultor y mejor experiencia de consumo para el cafeinómano. La OIC (Organización Internacional del Café) considera a India, Indonesia y México como los tres países con mayor potencial para el crecimiento del consumo interno del café a nivel mundial, de ese tamaño es el potencial de México como consumidor de café y tomar esa oportunidad es la mejor estrategia que podemos promover. Larga vida al café mexicano.

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