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La historia de la caña de azúcar va íntimamente ligada a la identidad y memoria histórica morelense. El apreciado cultivo fue llevado por los españoles a las Antillas y desde Cuba, Cortés la trajo a la Nueva España en algún momento entre 1522 y 1523, introduciéndola en tierra firme americana. No se conoce a ciencia cierta cuándo y dónde comenzó el azúcar en México, pero hay pruebas de que para 1524 ya había cañaverales en la zona de Santiago Tuxtla. Veracruz y Morelos disputan el sitio del primer trapiche, y aunque todo parece indicar que el proto ingenio fue el de Axomulco, en Tlaltenango al norte de Cuernavaca, en una opinión personalísima considero que, dado el carácter emprendedor del conquistador, el beneficio de la vara dulce comenzó de manera simultánea en ambos territorios. Es importante también recordar que previo a sembrar caña en Morelos, Cortés lo intentó sin resultados en San Ángel y Coyoacán.

A partir de entonces los territorios de los valles de Cuernavaca, Amilpas y la zona sur poniente de Morelos se convirtieron en la más apreciada de las zonas azucareras de México. En el periodo virreinal esta bonanza se tradujo en más de 30 hacienda con sus respectivos ingenios que fueron fuente inagotable de riqueza, misma que continuo tras la independencia en 1821. Este poderío económico se afianzó de manera notable durante el Porfiriato donde durante la primera década del siglo XX, las haciendas morelenses alcanzaron zafras récord incluso a nivel internacional.

En contrapartida a una de las más prosperas agroindustrias se opuso un marcado conflicto social: mientras las haciendas extendieron sus linderos para hacerse de más campos de cultivo, las comunidades, muchas de ellas de reminiscencia precortesiana, defendieron sus tierras y aguas, e hicieron valer incluso los títulos otorgados por los monarcas españoles ratificando sus Derechos. El caso más emblemático lo representó la lucha de San Miguel Anenecuilco en defensa de sus tierras que derivó en la revolución zapatista. Es por ello por lo que, al estallar la Revolución del Sur, las haciendas fueron el blanco de los cruentos ataques revolucionarios. La destrucción de la industria azucarera fue una decisión que el propio Zapata posteriormente lamentó, cuando sin éxito intento echar a andar de nuevo los ingenios para poder financiar su causa.

Al llegar el general Cárdenas a la presidencia, puso en marcha su importante política agrarista, y Morelos, epicentro del agrarismo mexicano y revolucionario, no quedó fuera de sus planes. Tras la Revolución, los campesinos morelenses se resistieron a sembrar caña de nuevo, pues asociaron el cultivo con el Porfirismo, sin embargo, el general Cárdenas, les hizo ver las bondades del cultivo y ordenó con recursos federales la construcción de un enorme ingenio en Zacatepec, cercano al casco de la antigua hacienda, que fue inaugurado en febrero de 1938 recibiendo el nombre de “Ingenio Emiliano Zapata”, marcando así el retorno de la industria azucarera destruida durante la Revolución y reafirmando a su vez la vocación de las tierras surianas para el cultivo de la caña de azúcar.

La central no solo fue dotada con moderna maquinaria e instalaciones, sino que se organizó bajo un novedoso sistema de una cooperativa conformada por los nuevos ejidatarios y cuyo primer presidente del Consejo de Administración fue Rubén Jaramillo. A los industriales azucareros como William Jenkins propietario del Ingenio de Atencingo en Puebla cercano a Morelos, así como a las autoridades locales, no les gustó la idea de que el Consejo de Administración de campesinos estuviera por encima de la gerencia, y el gobierno de Morelos en contubernio con el gerente del ingenio, expulsó en 1940 a Jaramillo del Consejo de Administración, anulándole también sus derechos ejidales. A partir de entonces el Ingenio se convirtió en la entidad económica más fuerte en el estado por muchas décadas y con el gerente como figura principal.

Posteriormente, el Ingenio Emiliano Zapata de Zacatepec ha pasado de manos oficiales a privadas en más de una ocasión dependiendo de los vaivenes de la política azucarera nacional. Sin embargo, es innegable su preponderancia en la vida social y económica del sur de Morelos. Su bonanza no solo ha sido -y es- sustento de los campesinos de la región, sino que creó un municipio: el de Zacatepec de Hidalgo, una importante clínica y un afamado equipo de futbol, no en vano cuando el Ingenio paga de inmediato se incrementa la actividad económica y comercial en la región. Hoy bajo la denominación de Corporativo Azucarero Emiliano Zapata y la administración del Grupo Beta San Miguel, principal productor de azúcar en México es la más exitosa agroindustria en Morelos y por sus antecedentes históricos y magnifica administración, es garante no solo de ingresos permanentes para la gente del campo sino de paz social para la entidad.